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El sordo retumbar del bajo disminuía a cada paso que ella daba, alejándose del gimnasio del instituto

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El sordo retumbar del bajo disminuía a cada paso que ella daba, alejándose del gimnasio del instituto. Las voces exaltadas se entremezclaban con la música y se iban apagando hasta que, por fin, todo quedó en silencio. Estaba sola. Los pasillos estaban iluminados pero desiertos, sus tacones resonaban en las baldosas mientras los recorría por última vez.

Llegó el momento. Era la última vez que estaría en su instituto. En otoño iría a la universidad. La idea la emocionaba y la asustaba a la vez. Pasaría de ser un pez grande y popular en un estanque pequeño a un diminuto trozo de plancton desconocido en lo que parecía un lago. Era algo nuevo y desafiante en lo que estaba decidida a destacar. La universidad sería un nuevo comienzo, una oportunidad de dejar atrás a la antigua Jennie Kim. Una oportunidad de ser quien realmente era.

No era del todo malo, lo sabía, alzando la mano y acariciando la corona de reina del baile en la parte superior de su cabeza, donde descansaba sobre los rizos que su madre había sujetado cuidadosamente con horquillas. La mayor parte de su vida en el instituto había sido un sueño. Pero su estatus y su reputación, en cierta medida, habían nacido de una cultura del miedo. En los últimos seis meses, Jennie estaba empezando a reconocer y despreciar ese elemento de su vida en el instituto. Se había dado cuenta, de forma bastante abrupta, de quién era.

Había sido una bully. Ella lo sabía. Había sido la líder de una pandilla de chicas malas que habían convertido en un infierno la vida de unas pocas elegidas sin ningún motivo. Cuando fue consciente de ello, Jennie trató de apartar a Tiffany e Irene de sus juegos malintencionados, pero las dos chicas parecían disfrutar de la forma en que trataban a los que consideraban indignos de su amistad. Y Jennie no había sido lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a ellas, temerosa de que, a pesar de su condición de líder, las dos se volvieran en su contra y ella sufriera. No era lo bastante fuerte para eso; era débil.

El sonido de una puerta al cerrarse resonó en el silencioso espacio. Jennie frunció el ceño. ¿Quién más deambulaba por los pasillos? ¿Quién más se había escabullido de su propio baile de graduación para caminar sola justo antes de que la velada llegara a su fin? Curiosa, empezó a mirar a través de las pequeñas ventanas de cada puerta, escudriñando las oscuras aulas más allá en busca de cualquier señal de vida. No tardó mucho en identificar a su acompañante de pasillo.

Vaciló, observando la figura sentada en la penumbra, con la mano sobre el picaporte. Supo quién era en cuanto la vio. Su corazón latió con más fuerza. Habían pasado más de seis meses desde que estuvieron juntas a solas, el día en que Tiffany e Irene prácticamente habían robado aquella chaqueta roja nueva. ¿Dónde estaba la chaqueta ahora? Jennie nunca había visto a ninguna de las dos mujeres llevar alguna de las dos versiones. ¿Era ésta su oportunidad? ¿Era ésta la oportunidad que había estado esperando? Al cabo de un momento, giró el pomo y un rayo de luz iluminó la habitación. La castaña se giró y sus ojos marrones se abrieron de par en par al ver a la intrusa.

Refugio | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora