JENNIE
Luca levantó su hamburguesa con las dos manos, sus ojos redondos y brillantes mientras disfrutaba del festín que tenía delante.
El primer bocado derramó ketchup por su camisa, pero Jennie ignoró la mancha y se centró en lo que Rosé decía. Ella no tenía hambre.
─Puedes recibir visitas, pero únicamente de mujeres, y tienen que registrarse previamente en el libro de visitas de la recepción. Nada de visitas después de las nueve de la noche ni antes de las ocho de la mañana. Supongo que no hace falta decir que no queremos que divulgues nuestra dirección a otras personas. Mantenemos un perfil bajo.
─Entendido, ─ Jennie asintió.
─Por curiosidad, ¿cómo supiste de nuestra existencia? ─ Era una pregunta que Lisa siempre quería que su personal hiciera a las recién llegadas, curiosa por saber cómo se corría la voz de un lugar que se mantenía oculto tan deliberadamente.
Jennie miró de reojo a su hijo. Era imposible que estuviera escuchando; estaba demasiado ocupado con su esperada cena. ─Una mujer de los Samaritanos me lo recomendó. Les llamé el mes pasado. Necesitaba alguien con quien hablar, ¿sabes? Le dije que quería ir a Nueva York y me dijo que ustedes nos aceptarían a Luca y a mí, sin hacer preguntas.
El hecho de que hubiera llamado a los samaritanos seguía siendo algo que Jennie no terminaba de creerse. Fue una mañana, unas semanas antes. Estaba tomando su segundo café matutino, mirando por la ventana que había sobre el fregadero de la cocina, y algo se desató en su interior.
Necesitaba hablar con alguien. Necesitaba confiar en alguien. Necesitaba que la escucharan, sentirse escuchada.
─Sí, recibimos algunas referencias de ellos. No somos completamente desconocidas, pero, por supuesto, somos un espacio sólo para mujeres, así que esta dirección nunca se da a conocer a los hombres. Por algo no tenemos un cartel en el exterior. No tenemos presencia en Internet. No se supone que se nos pueda localizar. Y ningún hombre tiene acceso al establecimiento bajo ninguna circunstancia, ─ añadió Rosé con firmeza.
─ ¿Los hombres... aparecen por aquí a menudo? ¿Buscando a alguien?
─No, es muy raro. Y cuando ocurre, es porque alguien les ha dicho la dirección; en ya sea la propia mujer o un familiar. Pero independientemente del motivo o de cómo nos encuentren, incluso si la mujer a la que han venido a ver dice que no hay problema, no se permite el acceso a ningún hombre. Tenemos una sala de mediación junto a nuestra oficina por si ambas partes desean una reunión, pero una miembro del personal del refugio estará presente en todo momento.
Jennie asintió. No creía que fuera una habitación que tuviera que utilizar. Tampoco creía que él fuera a aparecer por la puerta. Era imposible que él pudiera rastrearla hasta Nueva York, ya que ella no le había contado a nadie sus planes.
─ En fin, Luca y tú tendrán un dormitorio para ustedes solos. No hay cerraduras en las puertas por motivos de seguridad, pero esta zona trasera es completamente segura. Ya has visto nuestro patio. La puerta que conduce a un callejón tiene una cerradura con código, igual que la puerta interna, y también un cerrojo de seguridad. En realidad nunca usamos esa puerta, pero el acceso es un requisito de seguridad contra incendios. Y como has visto, hay un código para entrar en esta zona trasera. Todas las salas comunes y pasillos tienen cámaras. No hay cámaras en la habitación pero, como hemos dicho, las puertas no se bloquean porque eso es un riesgo de seguridad para ti por encima de todo.
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Refugio | JENLISA
RomanceEsta historia aborda contenido maduro y delicado como el abuso doméstico, el acoso escolar, la depresión, etc. Adaptación por © 90sjnn Traducción realizada por © 90sjnn Los créditos pertenecen al autor original. No poseo la trama, ni los personajes.