—¡Hugo!—se oyó una voz tras la puerta acompañada de un par de golpes sobre la misma.
Habiendo reconocido su voz, me acomodé de forma natural sobre la cama como si nada hubiera pasado.
Wayne irrumpió en el cuarto al no recibir permiso por mi parte y logré ver su agitada expresión.
—¿Estás bien?—preguntó—. ¿Qué fue ese ruido? ¿Ha ocurrido algo?
—No..., solo se me ha caído el móvil.
—¿Se te ha...caído?
Wayne miró hacia el teléfono tirado cerca de la pared de enfrente, luego me miró a mí y volvió a mirar al otro lado.
—Se me ha caído.
—¿Cómo...?
Lo miré confuso y no tardó en dejar el asunto.
—Vale, no importa. No te has hecho daño, ¿verdad?
—Estoy bien.
—¿De verdad?—acercó una mano a mi rostro probablemente para tocarme la frente, pero se la aparté sin brusquedad.
—He dicho que estoy bien, Wayne.
—Oh, claro...—retrocedió unos pasos—. Cuando quieras puedes bajar a tomar algo si tienes hambre.
—No, ya he comido—mentí.
—Como quieras.
Dicho eso se fue y yo me dirigí a buscar el recipiente que me había dejado Esteban, junto con el cual venía una cuchara de plástico.
Tenía una pinta genial, la verdad. Se había esforzado mucho...
(NARRA BRAD)
Hugo...
Hay tantas cosas que te quería decir, preguntar, de las que quería hablar, pero que no podía hacer por el hecho de simplificar tu vida. Quería que dependieses más de mí y que no tuvieras esa cantidad de preocupaciones.
Quería protegerte de todo.
De todos.Aquella mañana, alguien había colgado ciertos anuncios a lo largo de todos los pasillos del instituto en los que promocionaba el cuerpo de mi...amigo. Hugo era el mejor que tenía, al que más apreciaba y al que más quería, pero también era el más cabezota. Estar con él era como comprar un boleto de lotería; la probablidad de recibir afecto recíproco era una entre un millón. La parte buena era que me había tocado. La mala, que no sabía cómo iría a reaccionar de ahora en adelante.
En esos carteles se indicaba también su número de teléfono. Yo era la única persona que lo conocía, por lo tanto era imposible que alguien lo tuviera. De todos modos, mi deber era evitar que lo llamasen y, entre las dos opciones que tenía, tuve que escoger la más viable:
1.- Quitarle el móvil.
2.- Ponérselo en silencio.
Obviamente opté por la segunda ya que resultaría demasiado sospechoso que se lo quitara sin razón. O tal vez podría haberme inventado alguna excusa pero no se me ocurrió nada en el momento. Solo fui capaz de borrar el registro de llamadas con número desconocido y le quité el volumen. Eso debería mantenerlo aislado hasta el próximo día como poco.
Por la mañana me desperté realmente temprano y emprendí el viaje en coche hasta la casa de Hugo.
Diamante ya estaba trabajando en la limpieza del hogar a esas horas así que me abrió y permitió que subiese al cuarto. No toqué la puerta porque sabía que el chico aun estaba durmiendo. Me acerqué en silencio con intenciones de despertarlo con tacto pero, al destaparlo, fue como si se me hubiera hecho un nudo la garganta.
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Solitaria realidad [BL]
Teen FictionSexo y droga. Estas dos palabras eran suficientes para describir la establecida vida de Hugo Chance. Al no tener padres que se preocupasen por él, la calle era quien le enseñó lo que hoy en día la mayoría de vosotros no consideréis correcto. Eso era...