Había pasado una semana desde que volví al trabajo y no lo llevaba nada bien. Regresaba a casa tarde por la mañana antes de que nadie despertara y me metía a la ducha para limpiarme el asco del cuerpo. Me tocaban personas que no conseguían pareja en su vida, personas mayores y adineradas, algunos casados, otros simplemente unos solterones repugnantes con ganas de hacerle daño a alguien. Si ya tenía heridas y daños físicos notables, la prostitución no era algo que me los sanase, y menos aun el tipo que yo ofrecía.
Lorenz, como ya había mencionado anteriormente, no era un hombre muy pacífico y amable, sino al contrario. Me vendía a los que mejor le pagasen y les daba permiso para utilizarme como a un jodido muñeco sexual. Yo no era una persona, solo un medio. Nadie me apreciaba en aquel entorno y no hubo una sola vez en la que alguno de los clientes se compadeciera de mí o tuviera empatía, al menos un poco.
¿Empatía? ¿Qué era eso? Yo tampoco era quien para hablar ya que en mi vida jamás había hecho uso de esa palabra a lo que a la práctica se refiere. No sabía lo que se sentía cuando alguien se compadecía de ti o pensaba en tu dolor.
No lo sabía hasta que conocí a Brad. Él fue el primero que me preguntó si me dolía algo y me atendió después de haber sufrido daños. Desde aquel entonces, siempre se había mostrado preocupado por mí pero yo no me daba cuenta y, ahora que estaba con otra persona, era cuando empezaba a entender sus acciones. Aunque la verdad era que hacía ya unas dos semanas que cambié mi forma de pensar hacia Brad pero no servía de nada porque no se lo demostraba. Siempre había sido frío con él dado que no sabía confiar en la gente. Él me mostró un lado cálido que me hizo reflexionar sobre mí.
La calidez, la confianza, la empatía, la seguridad, lo había perdido todo por un simple acto de cobardía. Si tan solo me hubiera dado cuenta de mis verdaderos sentimientos cuando aun lo tenía a mi lado, seguro que no estaría en una situación en la que me alimentase de sadismo, respirando dolor para pagar una gran deuda.
Ya no era el placer el que reinaba.
Lo siento, Brad. Me acabo de dar cuenta de que te quiero.
***
"Hazlo bien, ha pagado bastante por ti" fue lo que me dijo Lorenz antes de dejarme a la entrada de la casa de mi próximo cliente. Estaba algo nervioso por saber qué tipo de rico me había tocado esta vez. Solo esperaba que no fuera muy exigente.
Me detuve frente a la puerta unos segundos observando mis alrededores. Todo parecía muy silencioso y solo había una luz encendida.
"Debe de ser un solterón ahorrador lo que puede significar que es avaro y precisamente exigente"
Toqué el timbre finalmente pero no abría nadie. En un breve periodo de tiempo volví a llamar y entonces se encendió la luz del pasillo y la puerta se abrió. Salió un joven rubio, alto, de ojos marrones y sonrió levemente al verme.
- Buenas noches - saludó Antonio -. Pasa, por favor.
Con los labios entornados, mostré una expresión de sorpresa. Entre toda la gente que podía haberme solicitado, él era de los pocos que no podría imaginar. Al ver que no me movía del sitio, me agarró del antebrazo y me guió hasta el salón. Cojeaba ligeramente debido a que le habían permitido levantarse de la silla de ruedas hacía poco tiempo.
- Siéntate - se acomodó sobre el sofá -. Vamos, no voy a hacer nada.
Le hice caso y tomé asiento a su lado. Aun no me podía creer que él hubiera llamado a alguien tan vulgar como a un prostituto y que encima fuera a mí.
- Relájate - me dijo golpeando suavemente mi hombro -. Estás demasiado tenso. ¿Quieres tomar algo?
- ¿Me vas a dar alcohol? - pregunté pensando que quería emborracharme.
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Solitaria realidad [BL]
Teen FictionSexo y droga. Estas dos palabras eran suficientes para describir la establecida vida de Hugo Chance. Al no tener padres que se preocupasen por él, la calle era quien le enseñó lo que hoy en día la mayoría de vosotros no consideréis correcto. Eso era...