Love&Death [Lumity]

Capítulo 28 - Sombras de la Distancia

POV LUZ

No recordaba mucho… Solo sabía que estaba con Amity y, después de eso, todo se volvía borroso.

Abrí los ojos, pero lo que me rodeaba era solo oscuridad; un horizonte negro y sin fin, salvo por una esquina a lo lejos, ligeramente iluminada. Miré mis manos, mi cuerpo: todo parecía estar en orden, pero había algo en el ambiente que me inquietaba.

Con algo de duda y un leve temblor en mis pasos, avancé hacia esa esquina iluminada. Cuanto más me acercaba, más detalles comenzaban a emerger, y pronto comprendí que no se trataba de algo, sino de alguien. La figura estaba sentada, abrazándose las rodillas, su espalda encorvada en un gesto de miedo o desolación.

Su voz era apenas un susurro, llena de dolor y confusión, palabras que se entrelazaban como un lamento:

—Solo soy un arma… Tengo que obedecerlo… No quería… Por favor… no me lastimes… —Eran susurros llenos de miedo, de una tristeza que se sentía como si fuera parte del ambiente mismo.

—Oye… ¿estás bien? —pregunté en voz baja, acercándome con cuidado, esperando no asustarla.

La figura no respondió al principio, pero sus susurros continuaron, apenas un hilo de voz.

—Las órdenes… son claras… acabar con lo que crearon los Archivistas… —Fue lo último que dijo antes de girarse hacia mí.

En ese instante, sentí cómo mi corazón se detenía. Su rostro reflejaba un terror tan intenso que me dejó inmóvil. Pero lo que realmente me desconcertó fue su apariencia. Era… idéntica a mí. Su cabello castaño caía en ondas sobre su piel morena, aunque este estaba peinado de forma distinta, al igual que tenía otras ropas, su expresión, aunque aterrada, tenía un aire de familiaridad perturbadora. Pero sus ojos… eran completamente blancos, vacíos, como si fueran un abismo sin fondo.

Antes de que pudiera reaccionar, se levantó de repente y comenzó a correr hacia mí. No sentí miedo por el movimiento repentino, sino por la intensidad en su rostro, una mezcla de desesperación y algo más, como si necesitara algo de mí con urgencia. Estiró su mano hacia mí, intentando alcanzarme, pero justo cuando estaba a punto de tocarme, unas cadenas invisibles surgieron de la oscuridad, sujetándola con fuerza y arrastrándola de vuelta al rincón donde había estado.

—¿Quién eres? —le grité, pero parecía no escucharme. Sus manos se aferraron a su cabeza, y comenzó a gritar desesperadamente, desgarrándose con una angustia indescriptible. Intenté avanzar hacia ella, tratar de ayudarla, pero un muro invisible, firme e impenetrable, me lo impedía. 

—No puedo desobedecerlo… él… él me lastima… —su voz apenas era un susurro quebrado, y el miedo que reflejaba me atravesaba como una aguja helada. Mientras intentaba entender lo que decía, más cadenas surgieron de la oscuridad. Primero eran solo un par sujetando sus brazos, pero pronto serpenteaban desde la nada, enroscándose alrededor de su cuello, sus pies, hasta dejarla completamente inmovilizada.

Sentí una mezcla de angustia y desesperación creciendo en mi pecho, como si aquella prisión de cadenas también me envolviera. La oscuridad a nuestro alrededor comenzó a tambalearse, como si todo estuviera a punto de desmoronarse en cualquier instante.

—¡¿A quién no puedes desobedecer?! —le grité, alzando la voz para romper el sonido opresivo del silencio y el miedo—. ¡¿Quién eres?! ¡Dímelo!

Ella levantó la cabeza con esfuerzo, sus ojos completamente blancos mirándome con una mezcla de resignación y terror. Por un momento pensé que respondería, que se abriría un espacio de claridad en medio de aquella pesadilla, pero lo único que logró susurrar fue: