17; Palabras filosas.

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My Demons de Starset sonaba a través de sus auriculares mientras el autobús se dirigía al colegio. Era irónico que a pesar de que estaba enojada con Michael seguía escuchando las canciones de la playlist que él le había armado.


Es una lástima, porque no entendió el mensaje subliminal de las palabras que salieron de la boca de su amigo: era un pedido de ayuda, un grito silencioso; igual a esos que esconde debajo de sus mangas.


Se sentó con Carola, que se durmió en cuanto se subió. Con la cabeza de su amiga en el regazo intentó concebir el sueño. Dormir para no pensar. Pero le es imposible, su cabeza gira al rededor de los besos del día anterior y el "enfrentamiento" que le siguió.


- No sé como pueden dormir aquí, con lo incómodo que es. -dice despacio, para nadie en particular.

- En realidad, -Caro se despierta lentamente- tus piernas son muy cómodas. ¿No quieres ser mi almohada personal?

Suelta una risa. - No habría problema, pero cobro por hora.

- ¿Por hora? -Luke se asoma desde los asientos que están atrás de ellas- ¿De cuánto estamos hablando exactamente?

- ¡Luke! ¡No estoy hablando de ese tipo de trabajo! -le pega en el brazo mientras se ríe.

- ¿Ves Calum? -se voltea hacia el chico a su lado- Te dije que no hablaban de eso.


El morocho los mira con confusión un momento, no estaba prestando atención a lo que hablan.

- ¿Qué?


Pero no escucha la explicación de sus compañeros pues llegó otro mensaje al Whatsapp. No tenía idea de donde había salido la chica con la que se mandaba, pero le estaba interesando. Planearon quedar esta tarde y él estaba dispuesto a faltar a su entrenamiento para poder conocerla personalmente.

> Entonces quedamos para hoy a las 19hs, Cinthia ;)



Michael no asistió a clases hoy, no se sentía con ánimos. Además, tenía nuevas marcas en sus brazos que le ardían un poco. Su día había comenzado bien pero terminó de la forma que más temía.

¿Por qué tenía que decir aquello? Le daba igual de todos modos, ella tenía que saber que no puede estar junto a alguien que sólo la herirá.

No me la merezco, piensa con tristeza.



- Sí nena, cree en mí cuando digo que tenerme cerca es malo. No querrás hundirte a mi lado.  

Ella lo miró con cara de pocos amigos, ¿De verdad estaba diciéndole eso?


- Que pensamiento tan egoísta tienes.

- No estoy siendo egoísta, -su rostro se tornó serio- estoy protegiéndote.

- ¿Protegiéndome de qué?

- De romperte el corazón, Em.

- No puedes romper sobre lo roto, Michael. Mi padre fue el primero, destrozándolo cuando me abandonó.


Le parecía tan estúpido el planteo del chico que tenía frente a ella que no quiso escucharlo más. Sin darle la oportunidad de responder salió corriendo fuera de su casa.


Cuando llegó a la suya no pudo aguantar mucho más, estaba cerrando la puerta de la habitación cuando las lágrimas comenzaron a brotar, cada vez más fuerte.

Con los auriculares en sus oídos y la cara hundida en uno de los tantos almohadones que hay sobre su cama, pasó el tiempo. Medio llorando y medio durmiendo.


Fue muy diferente para Mikey, que no pegó un ojo en toda la noche. 

Encerrado en el baño con una navaja en su mano derecha, decidía sobre si hacerlo o contener sus impulsos.

Pensó en todo; en el sabor de los labios de Emily, la interrupción por parte de la chica que no conocía y su primera discusión. También que ella no tenía a su padre cerca. El recuerdo de Daryl le dolió mucho más que lo que vino a continuación. 

La navaja no lo juzga ni desprecia, sólo se queda quieta esperando ser usada, como él. Un objeto que sirve para desahogarse y después se olvida, algo que se niega ante todos y nadie quiere. Un trozo de nada tan frío e insignificante, como él.

Pasando el filo por su piel, dejó atrás todo sentimiento, al igual que la sangre salía de los cortes también se iba la preocupación y los recuerdos, dejándolo vacío. Uno, dos, tres, cuatro... perdió la cuenta después de superar la decena de tajos.

Un escalofrío recorrió su cuerpo.

Con cuidado lavó la pequeña cuchilla y mojó las heridas, que como no dejaban de sangrar tuvo que presionarlas con una gaza. Hacía sus movimientos con tal naturaleza que cualquiera podría darse cuenta de lleva tiempo haciéndolo.

Se dirigió a su habitación para descargar el odio a sí mismo en forma de llanto. Sabía que estaba mal y no lograba nada, ¿Pero cómo resistirse? Autolastimarse era su forma de recordar que está vivo, y también castigarse por los daños que causa.


Pero no perdía la esperanza, eso cambiaría un día. Tal vez no ese día, ni el siguiente; pero creía que la llegada de Emily a su vida no era pura casualidad.

Stories; m.c ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora