|𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐞𝐥 𝐂𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐝𝐞 𝐎𝐤𝐢𝐧𝐚𝐰𝐚: 𝐂𝐨𝐧𝐟𝐞𝐬𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐒𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨|
(Día 5)
Al amanecer, Saiki despertó y notó, como cada mañana de este viaje, a Teruhashi dormida en la cama de al lado. Se sentía extrañamente acostumbrado a su presencia en esta pequeña habitación, como si sus días comenzaran mejor al verla ahí, con el cabello enredado y el rostro relajado, sin preocupaciones de ser la chica perfecta que los demás esperaban.
Sin querer, se encontró observándola un poco más de la cuenta. Teruhashi había cambiado durante el viaje: era más genuina, menos preocupada por su imagen o por impresionar a los demás. En cada momento, se había mostrado más... humana, y eso lo inquietaba. Sabía que ella era amable con todos, pero el hecho de que le dedicara sonrisas exclusivas y comentarios despreocupados solo a él hacía que su corazón latiera un poco más rápido de lo que estaba dispuesto a admitir.
Al bajar juntos al desayuno, se encontraron con el grupo en la mesa y escucharon las indicaciones del día: visitarían templos antiguos y más tarde, se celebraría una fiesta en la playa. Mientras los estudiantes se agrupaban para la excursión, Aiura se acercó a Saiki, enganchando su brazo con una familiaridad que lo hizo fruncir el ceño levemente. No entendía por qué ese gesto le molestaba tanto... hasta que se encontró mirando a Teruhashi, quien observaba la escena en silencio, con una expresión más apagada que de costumbre.
A lo largo de la mañana, Saiki intentó concentrarse en las explicaciones del guía sobre los templos, pero el peso de la mirada distante de Teruhashi lo perturbaba. Intentaba convencerse de que solo estaba siendo amable al preocuparse por su compañera de cuarto, pero una pequeña voz en su mente le decía que había algo más.
Al notar que Teruhashi se había quedado rezagada del grupo, se acercó a ella sin dudarlo, aunque su expresión seguía neutral.
—¿Estás bien, Teruhashi? —preguntó, manteniendo un tono indiferente.
Ella lo miró sorprendida, forzando una sonrisa que no convencía a nadie.
—Sí, Saiki-kun. No te preocupes... Es solo que, bueno... —murmuró, desviando la mirada—. A veces siento que... no debería importarme tanto.
Saiki se quedó en silencio, sin saber exactamente qué responder. Aquellas palabras se sentían pesadas, y el solo hecho de escucharla decir que le importaba —fuera lo que fuera— de alguna manera le hacía sentir una extraña mezcla de alegría y alivio.
—Quizás... debería dejar de preocuparme tanto por cosas que no tienen importancia —dijo ella al final, su voz suave, pero sus ojos, llenos de algo que parecía más profundo, buscaban en él una respuesta que no sabía si estaba listo para darle.
Él sintió una punzada de incomodidad en el pecho, pero también algo parecido a un dolor inesperado. Mirándola a los ojos, por un momento consideró decir algo, cualquier cosa, para asegurarle que él también sentía algo parecido. Sin embargo, decidió mantener su postura reservada.
—No es que importe —respondió finalmente, en un intento de calmar el ambiente—. Pero... no tienes que fingir que estás bien si no lo estás.
Teruhashi lo miró sorprendida y asintió lentamente, una sonrisa leve y un sonrojo coloreando sus mejillas. De alguna forma, esas palabras parecían haberla calmado, y durante el resto del día, aunque no hablaron mucho más, se quedó más cerca de él, en silencio, como si entendiera algo sin necesidad de decirlo.
Cuando llegó la noche y la fiesta comenzó, Saiki notó de inmediato cómo Aiura volvía a acercarse a él, riendo y haciéndole cumplidos en su tono usualmente despreocupado. Aunque él intentaba mantener su distancia, era difícil evitar las miradas de Teruhashi, quien observaba la escena con una expresión que intentaba ocultar. Sin embargo, sus ojos la delataban: había algo en ellos que hablaba de tristeza, de decepción.
Saiki se sintió extrañamente culpable y, en un impulso, dejó a Aiura con una excusa y caminó hacia Teruhashi, que estaba de pie cerca de la orilla del mar, mirando el horizonte.
—Teruhashi —llamó suavemente, y ella giró, sorprendida de que él se acercara.
—Saiki-kun... —su voz tembló un poco, como si no estuviera segura de cómo continuar.
Ambos quedaron en silencio, escuchando las olas romper suavemente en la orilla. Sin decir nada, pero sin apartar la mirada de él, Teruhashi parecía estar esperando algo. Saiki suspiró, y antes de que se diera cuenta, sus pensamientos escaparon en voz baja:
—No sé por qué... pero... no quiero verte así. —Él mismo se sorprendió de sus palabras, y antes de que pudiera pensar en retractarse, Teruhashi sonrió suavemente, como si hubiera estado esperando escuchar algo parecido todo este tiempo.
—A veces siento que... eres la única persona que me ve de verdad —dijo ella en un susurro, bajando la mirada.
Él sintió que su pecho se apretaba. No sabía qué significaba todo esto, pero en este momento, al ver la tristeza y la vulnerabilidad de Teruhashi, no podía negar el afecto que le tenía, aunque no estaba listo para llamarlo amor.
—No sé qué es todo esto, Teruhashi... pero... —comenzó, sin atreverse a mirarla directamente—. Prefiero que estés conmigo... aunque no estoy seguro de por qué.
Teruhashi lo miró, sorprendida por aquella confesión, y en ese momento, una brisa suave los envolvió, acercándolos. Entre miradas, parecía que algo se rompía, como si las barreras que los mantenían alejados finalmente cedieran un poco.
—Saiki-kun... —susurró ella, dando un paso hacia él. Ambos parecían atrapados en una especie de hechizo, sin querer romper el momento.
Finalmente, con una pequeña sonrisa, Teruhashi desvió la mirada y murmuró:
—Gracias... Por estar aquí conmigo.
Ambos quedaron en silencio, pero en esa quietud, en ese breve momento, parecían entender lo que no se atrevían a decir en voz alta. Aunque ninguno de los dos podía nombrar lo que sentían, esa noche, bajo el cielo estrellado de Okinawa, sus corazones latían al mismo ritmo, encontrando en el otro una conexión que nunca antes habían sentido.
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ᴛʜᴇ ʜᴇᴀʀᴛ ᴏꜰ ᴀ ᴘꜱʏᴄʜɪᴄ | 𝐬𝐚𝐢𝐭𝐞𝐫𝐮 [rmk]
Любовные романыUn psíquico enamorado... ¿es algo posible? Para nuestra encantadora Kokomi, conseguir el corazón de aquel psíquico que la ha ignorado parece un reto casi imposible. A pesar de su habilidad para leer mentes, el psíquico parece completamente ajeno a s...