| 𝐋𝐚 𝐋𝐮𝐜𝐡𝐚 𝐒𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨𝐬𝐚 |
Esa noche, Saiki permaneció afuera de la habitación de Teruhashi, sin moverse. Aunque sabía que no podía hacer nada por ella físicamente en ese momento, su mente seguía buscando alternativas, cada una más desesperada que la anterior. El monitor cardíaco que resonaba a través de la puerta era un recordatorio constante de que ella estaba atrapada en un estado del que quizás no despertaría.
Mientras tanto, los demás habían regresado a casa, a excepción de Makoto, quien se encontraba dentro del cuarto de su hermana. Saiki podía escuchar sus sollozos y las palabras susurradas que le dirigía:
—Kokomi... por favor, despierta. No puedo perderte, ¿me oyes?Saiki desvió la mirada. No estaba acostumbrado a sentir emociones tan intensas, y mucho menos a procesarlas. Por un momento, consideró entrar, pero decidió quedarse fuera, respetando el espacio de Makoto.
Sin embargo, su mente no podía descansar. Cerró los ojos y activó su clarividencia, buscando cualquier hilo de información que le diera una pista de lo que podía hacer. Intentó ver más allá, al futuro, pero lo único que encontró fue una niebla densa y opaca. Era como si el destino de Kokomi estuviera en pausa, atrapado en un limbo.
"Esto es mi culpa. Si hubiera actuado antes, si hubiera tomado la visión más en serio..."
Un dolor punzante en su pecho lo sacó de sus pensamientos. Era una emoción que nunca había sentido con tanta intensidad: miedo, mezclado con algo más profundo, algo que no quería nombrar.
A la mañana siguiente, Saiki todavía estaba en el hospital cuando sus amigos llegaron de nuevo. Aren, Yumehara, Kaido, Hairo y Aiura llegaron con rostros sombríos, trayendo consigo flores y mensajes de ánimo que esperaban dejar cerca de Teruhashi.
—¿Alguna novedad? —preguntó Aren, con un tono grave.
Saiki negó con la cabeza.
—No ha habido cambios.
Yumehara se acercó, su rostro empapado en lágrimas.
—Esto no puede estar pasando... Kokomi siempre ha sido tan fuerte, tan alegre. No puedo imaginarla así.Aiura, aunque siempre tenía un aire despreocupado, mostró una expresión seria.
—Algo me dice que su alma está luchando. Está atrapada, pero no se rinde.Kaido, tratando de mantener la compostura, apretó los puños.
—¡Entonces debemos hacer algo! No podemos quedarnos de brazos cruzados.Saiki se mantuvo en silencio. Sabía que ellos querían ayudar, pero la impotencia era palpable en el ambiente.
Makoto salió finalmente de la habitación, con los ojos rojos y la expresión agotada. Al ver a Saiki, su frustración se hizo evidente.
—¿Qué haces aquí todavía? —espetó con frialdad.
Aren y Hairo intentaron intervenir, pero Makoto levantó una mano, deteniéndolos.
—Esto es entre Saiki y yo.El grupo observó en silencio mientras Makoto se acercaba a Saiki, su rostro lleno de resentimiento y cansancio.
—Siempre estás ahí, tan distante, tan indiferente. ¿De qué sirve que estés aquí si no pareces sentir nada?Saiki permaneció inmóvil, pero por dentro, las palabras lo golpearon más fuerte de lo que esperaba. Makoto continuó, su voz temblando de furia y desesperación.
—Kokomi siempre intentó acercarse a ti, y tú siempre la rechazaste. ¿Por qué ahora pareces tan preocupado? ¿Por qué vienes aquí todos los días si ni siquiera eras su amigo de verdad?
Saiki lo miró fijamente, sin decir una palabra. Sus pensamientos corrían a mil por hora, pero sabía que no podía decir la verdad: que había visto el accidente antes de que ocurriera, que había intentado detenerlo, y que había fallado.
—Makoto, cálmate —intervino finalmente Aren, intentando mediar.
—¡No quiero calmarme! —Makoto lo fulminó con la mirada y luego volvió a centrar su atención en Saiki—. Si realmente te importa, entonces demuéstralo. Porque si ella no despierta, nunca te lo perdonaré.
Makoto se dio la vuelta, alejándose con los puños apretados. Saiki se quedó allí, rodeado por el silencio incómodo de sus amigos.
—Saiki... ¿estás bien? —preguntó Yumehara con timidez, mientras las lágrimas todavía rodaban por su rostro.
Saiki asintió brevemente, aunque no era la verdad. Dentro de él, el peso de la culpa y la incertidumbre crecía cada vez más.
Esa noche, cuando todos se habían ido, Saiki permaneció en el pasillo fuera de la habitación de Teruhashi. Miró fijamente la puerta cerrada, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Cerró los ojos y respiró hondo.
"Tengo que hacer algo."
Aunque sus poderes eran un secreto, había límites a lo que podía ignorar. No podía entrar físicamente en la mente de Teruhashi, pero tal vez había otra forma. Usó su clarividencia para intentar conectarse con los pensamientos fragmentados de Kokomi.
Un destello de luz apareció en su visión, y de repente, se encontró en un espacio oscuro y nebuloso. Era frío, vacío, y el silencio era ensordecedor.
"¿Dónde estás, Teruhashi?"
Saiki avanzó, sintiendo que cada paso lo acercaba a algo... o a alguien. Finalmente, una figura apareció a lo lejos. Era ella, pero su rostro estaba pálido, sus ojos cerrados. Estaba atrapada en una especie de burbuja que parecía resistente a cualquier intervención.
Saiki extendió la mano, pero al intentar tocar la burbuja, una descarga lo repelió. Era como si su propia presencia psíquica no pudiera atravesarla.
"No me rendiré. No te dejaré sola aquí."
En el mundo real, su cuerpo se tensó mientras seguía intentando alcanzar a Teruhashi. La energía psíquica a su alrededor comenzó a fluctuar de manera incontrolable. Las luces del pasillo parpadearon, y los objetos pequeños en el área comenzaron a flotar.
Un enfermero que pasaba cerca miró con incredulidad antes de apresurarse a alejarse. Sin embargo, Saiki no podía detenerse.
"Por favor... vuelve."
La burbuja comenzó a resquebrajarse levemente, pero no lo suficiente. Saiki sintió cómo su energía comenzaba a agotarse, y un dolor agudo atravesó su cabeza. Pero no importaba. No podía fallar.
De repente, la figura de Teruhashi dentro de la burbuja pareció moverse ligeramente. Una pequeña chispa de esperanza iluminó el espacio oscuro.
"Teruhashi, no puedes rendirte."
Aunque no hubo una respuesta clara, Saiki supo que había logrado algo. Había sembrado una conexión, aunque pequeña. No podía quedarse más tiempo sin arriesgar su estabilidad, pero sabía que no descansaría hasta asegurarse de que ella estuviera a salvo.
Cuando salió de su trance, respiraba con dificultad. Las luces del hospital se estabilizaron, pero su mente seguía en un torbellino. Teruhashi seguía en coma, pero ahora había una pequeña esperanza.
"Kokomi... aguanta un poco más. Te lo prometo, no dejaré que esto termine así."
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ᴛʜᴇ ʜᴇᴀʀᴛ ᴏꜰ ᴀ ᴘꜱʏᴄʜɪᴄ | 𝐬𝐚𝐢𝐭𝐞𝐫𝐮 [rmk]
Любовные романыUn psíquico enamorado... ¿es algo posible? Para nuestra encantadora Kokomi, conseguir el corazón de aquel psíquico que la ha ignorado parece un reto casi imposible. A pesar de su habilidad para leer mentes, el psíquico parece completamente ajeno a s...