Prólogo

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Si hay algo que siempre escucho en este lugar, es el ruido metálico de las espadas chocando con fuerza, el eco constante de las órdenes de los entrenadores resonando en los patios y, por supuesto, el inconfundible murmullo del chismorreo que invade los pasillos del castillo. Así es la vida en el Castillo de Armas, un lugar que mezcla la intensidad de un campo de batalla con el caos de un mercado repleto de nobles adolescentes, cada uno con su propio drama. Aquí, el entrenamiento es tan obligatorio como respirar, y el orgullo de cada familia se forja entre el sonido del acero y los destellos de las flechas.

Mi nombre es Harley Rivermoor, princesa del reino de Rivermoor y arquera por excelencia, aunque si me preguntas, preferiría que esa última parte fuera lo único por lo que me recordaran. Tengo dieziocho años, y este es oficialmente mi último año en este castillo. 

Según las sagradas escrituras de nuestra familia, el hijo o hija mayor debe ser quien represente al reino en las batallas necesarias para proteger nuestro honor y territorio. Y, adivina qué: esa "gran responsabilidad" recae en mí.

¿Que mis hermanos mellizos de seis años piensan que gobernar un reino es decidir cuál dulce comer primero en el banquete? Claro, pero nada de eso importa. La tradición es clara, y yo soy la elegida, la "afortunada" heredera que debe lidiar con el peso de las expectativas familiares y de todo un reino.

Mi vida no es sencilla, pero tengo mis propias reglas. Para mí, la perfección es clave, desde mis tiros hasta mi apariencia. Siempre llevo mi cabello castaño trenzado y mis ojos verdes con destellos grises, que muchos dicen que pueden resultar intimidantes.

La trenza no es un capricho; es una necesidad. 

No puedo permitirme que un mechón rebelde arruine un disparo crucial o, peor aún, termine oliendo a sudor después de pasar horas en la pista de tiro. Hay cosas con las que simplemente no puedo lidiar.

Compartir habitación en un castillo donde entrenamos para pelear suena emocionante en teoría, pero en la práctica... es una comedia caótica. Mi compañera de cuarto, Elora Windemere, es exactamente lo opuesto a mí: desordenada, ruidosa y completamente encantadora. 

Y aunque su forma de roncar podría ahuyentar a un ejército, no la cambiaría por nada. Es la mejor amiga que cualquiera podría desear, siempre lista con un comentario mordaz o un plan de venganza tan creativo como cuestionable para cualquier idiota que se atreva a subestimarnos.

—Harley, ¿sabías que anoche atraparon a un chico de la torre del este intentando robar comida? —me soltó esta mañana mientras ajustaba su caótica coleta. 

—No, pero si era para el desayuno de hoy, lo entiendo perfectamente. Esa sopa parecía una declaración de guerra.

El castillo tiene un sistema de habitaciones que es básicamente un internado de nobles con tendencias violentas. Cada cuarto tiene dos ocupantes que deben aprender a coexistir. Nuestro pasillo está lleno de aspirantes a guerreros que, como nosotras, están aquí para aprender a no morir en el campo de batalla. 

Aunque, seamos sinceras, algunos solo están aquí porque sus padres querían un año de paz en casa.

Los días en el Castillo de Armas comienzan antes de que el gallo tenga la decencia de abrir el ojo. 

El sol apenas empieza a bostezar cuando nos tienen trotando en el patio, todas medio dormidas y preguntándonos si esto realmente nos hará mejores guerreros o solo nos prepara para la vida como zombis. Yo corro junto a Elora, que siempre encuentra algo nuevo de qué quejarse.

—¿Te has dado cuenta de que somos literalmente princesas? —suelta entre jadeos—. ¿Qué hacemos corriendo a esta hora?
—Si fueras reina, ¿no harías lo mismo con tus hijos para tener un rato de tranquilidad? —le respondo.

Reyes Del OdioWhere stories live. Discover now