Le Crémant

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Harley

El viento nocturno acariciaba las altas torres del Castillo de Armas, trayendo consigo el susurro de los árboles lejanos y el aroma dulce de las flores nocturnas que crecían en los jardines. El cielo se oscurecía lentamente, y las primeras estrellas comenzaban a brillar tímidamente, como si observaran desde lejos la gran celebración que estaba a punto de empezar. Todo en el aire parecía estar cargado de expectativa, como si el mundo mismo contuviera el aliento, sabiendo que esta noche sería inolvidable.

Era la Fiesta de Despedida, una tradición que trascendía generaciones. Este evento marcaba no solo el fin del año académico, sino también el inicio de una nueva etapa en la vida de aquellos que, como yo, se encontraban en el umbral de convertirse en líderes, guerreros y guardianes de sus reinos. Pero esta noche no era solo un cierre, sino también una promesa, un recordatorio de los sueños que estábamos destinados a perseguir y las responsabilidades que estábamos preparados para asumir.

Al entrar en el gran salón, no pude evitar detenerme un instante para admirar el despliegue de lujo y elegancia. Las guirnaldas de luces colgaban entre las imponentes columnas de mármol, destellando como constelaciones capturadas en la Tierra. Los enormes candelabros brillaban con un resplandor cálido, bañando el espacio en un aura dorada. Las mesas estaban cubiertas con manteles finamente bordados, y sobre ellas descansaban bandejas repletas de frutas exóticas, quesos aromáticos, y pasteles tan delicados que parecían obras de arte. El aroma de especias y miel llenaba el aire, despertando los sentidos de todos los presentes.

Mis ojos se posaron en un rincón del salón donde se alineaban barriles decorados con etiquetas pintadas a mano. Uno en particular capturó mi atención: Le Crémant. Había oído hablar de esta bebida en susurros, de cómo no tenía la capacidad de embriagar, pero sí de envolver a quien la probara en una nube de alegría ligera y despreocupada. Su promesa era simple: permitirte disfrutar del momento, olvidar por unas horas las cargas del futuro y las sombras del pasado.

—¿Ya has probado el Crémant? —La voz despreocupada Elora interrumpió mis pensamientos. Giré para encontrarme con su rostro iluminado por la luz de las velas. Su cabello rubio caía en suaves ondas, brillando como oro fundido, y sus ojos azules centelleaban con curiosidad.

—Todavía no, pero he escuchado que es... intrigante —respondí, aceptando el vaso que me ofrecía. La sonrisa en sus labios delataba que esperaba mi reacción.

Le di un pequeño sorbo, dejando que el líquido tocara mi lengua. Era una experiencia peculiar: un calor reconfortante se extendió por mi pecho, como si me envolviera un suave abrazo. Sentí cómo mis hombros, que hasta entonces habían estado tensos por los deberes y las expectativas, se relajaban ligeramente. El mundo parecía más brillante, pero mi mente seguía alerta. El Crémant cumplía su promesa.

El salón pronto se llenó de príncipes y princesas de reinos cercanos, cada uno vistiendo sus mejores galas. Los vestidos resplandecían con lentejuelas y pedrería, mientras los trajes llevaban bordados que representaban el orgullo de cada familia real. Las conversaciones resonaban en el aire, un murmullo constante de risas y anécdotas que recordaban los años compartidos en la Escuela Real de Armas. Una orquesta, ubicada en una esquina del salón, tocaba una melodía suave, añadiendo un toque de magia a la atmósfera.

Mi padre, el rey, tomó su lugar en el centro del salón, alzando su copa para brindar. Su voz, firme y autoritaria, se elevó por encima del ruido, llamando la atención de todos.

—¡Que esta noche celebremos los logros de nuestros hijos, los futuros líderes de los reinos! —dijo, su mirada recorriendo a los presentes con orgullo. —Que su sabiduría y fuerza guíen nuestras tierras hacia un futuro brillante. Esta es su noche, y el comienzo de todo lo que están destinados a ser.

Reyes Del OdioWhere stories live. Discover now