Regreso

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Harley

Al siguiente día, la atmósfera entre Damon y yo estaba cargada de una tensión palpable, como si todo lo que había sucedido la noche anterior flotara entre nosotros, sin poder ser ignorado, pero sin ser completamente abordado. El aire estaba fresco, y aunque el sol comenzaba a asomarse, el frío de la tormenta de la noche anterior aún calaba los huesos.

Cuando abrí los ojos, la luz del día me alcanzó de manera suave, casi tranquila. Sin embargo, al ver a Damon dormido a mi lado, la realidad de lo que había pasado me golpeó con fuerza. Todo había sido tan... intenso, como si todo el peso de nuestra relación hubiera explotado en un instante, como si las barreras que habíamos mantenido entre nosotros se hubieran desmoronado en la quietud de la noche.

Me quedé mirándolo un momento, con los recuerdos del beso, la cercanía, y todo lo que no habíamos dicho, revoloteando en mi mente. Damon aún dormía profundamente, su respiración regular, pero en su rostro se notaba una ligera tensión, como si estuviera reteniendo algo, algo que no se atrevía a soltar. Lo observé por un instante más, recordando cada detalle de esa noche, las palabras que se quedaron en el aire, los silencios que nos rodearon.

Decidí levantarme despacio, sin hacer ruido, y me dirigí fuera de la carpa. El aire fresco de la mañana me golpeó la piel, pero no era tan frío como la noche anterior. Al mirar alrededor, el bosque seguía siendo el mismo: misterioso, vasto y lleno de vida.

Pero a pesar de la belleza del paisaje, mi mente seguía atrapada en lo sucedido. Lo que había ocurrido entre Damon y yo no era algo que pudiera olvidar tan fácilmente. La cercanía, la intensidad del momento, el beso... Todo seguía ahí, persistente y latente, aunque tratara de hacer como si nada hubiera pasado.

Volví a la carpa cuando escuché a Damon moverse, pero no lo vi levantarse. Por alguna razón, no me atreví a mirarlo directamente, como si hacer contacto visual con él pudiera deshacer todo lo que había pasado.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que él saliera también, sus ojos buscando los míos con esa intensidad que siempre había tenido, esa mezcla de arrogancia y desafío que aún me desconcertaba. En sus ojos podía ver que él también estaba consciente de lo sucedido, pero ninguno de los dos sabía cómo abordarlo.

Al principio, todo fue silencioso. Solo el sonido de los árboles moviéndose con el viento y el crujir de las hojas bajo nuestros pies acompañaba nuestros pasos. El desayuno, las tareas, las caminatas, todo se hizo en un silencio tenso, como si estuviéramos jugando a evitar la conversación que ambos sabíamos que teníamos pendiente.

El día continuó de la misma manera que los anteriores. Cada paso que dábamos parecía añadir más distancia entre Damon y yo, pero no era una distancia física. Era una brecha invisible, una especie de muro que ambos habíamos levantado sin decir una palabra, pero que estaba claramente presente entre nosotros. 

Ya no había conversaciones, ni miradas furtivas, ni sonrisas escondidas. Solo el sonido de nuestros pasos en la tierra, el crujir de las ramas secas bajo nuestros pies y el viento cortante que se colaba por entre los árboles. La fría brisa calaba hasta los huesos, pero a pesar de estar tan cerca, esa cercanía solo se sentía incómoda, como si un espacio vacío nos separara más que cualquier otra cosa. El aire entre nosotros era denso, cargado de algo no dicho, algo que ninguno de los dos quería enfrentar.

Conforme avanzaba el día, el sol empezó a ponerse, tiñendo el cielo de un naranja cálido. En el horizonte, el castillo de Delacroisse comenzó a emerger entre la niebla, sus torres altas y sus murallas de piedra destacándose contra la luz moribunda del día. Ninguno de los dos lo miró demasiado. Era solo el final de un largo viaje, un punto de llegada, pero sin la emoción de un final esperado. 

Reyes Del OdioWhere stories live. Discover now