Despedida

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Harley

Me di cuenta de que Noah se había distanciado de mí en los últimos días. Al principio, pensé que era solo mi mente, una especie de paranoia por todo lo que estaba pasando, pero luego empecé a notar las pequeñas señales. Ya no me sonreía con esa calidez que me había mostrado al principio, sus ojos no brillaban cuando me miraba, y la manera en que me hablaba ya no tenía esa cercanía. Se había vuelto más callado, más ausente, y lo que más me dolía era que él trataba de esconderlo, de hacer como si nada estuviera cambiando entre nosotros. Pero yo lo notaba. 

La distancia entre nosotros crecía, como si hubiera una pared invisible que él había levantado, y la culpabilidad me corroía por dentro. Sentía que todo lo que había hecho por mí, todo lo que había compartido conmigo, ahora era un peso que le resultaba difícil de cargar. Como si yo fuera una carga, como si mi presencia lo estuviera ahogando.

Y eso me destruía. No podía quedarme con la sensación de que no le había dado nada a cambio, de que mi presencia solo le había traído complicaciones. Después de todo lo que había hecho por mí, después de haberse preocupado por mí, de darme un lugar en su hogar cuando más lo necesitaba, me sentía pequeña, insignificante, por no haberle dicho la verdad desde el principio. 

Él había sido mi salvavidas aquí, me había hecho sentir bienvenida, me había cuidado, y ahora, con la partida inminente, sentía que debía decírselo. Decirle todo. Porque ya no podía seguir ocultando quién era, no podía seguir viviendo en la mentira.

Era lo menos que debía hacer. Lo más justo.

Era tarde, la casa ya estaba sumida en un silencio profundo. Todos dormían, y el aire parecía aún, pesado, denso, como si las paredes estuvieran guardando secretos que solo nosotros podíamos entender. Yo no podía quedarme quieta, no podía esperar más. 

Algo dentro de mí, una necesidad urgente, me empujaba a hacer lo que había estado posponiendo todo ese tiempo. Tomé una respiración profunda y me levanté. Mis pies parecían flotar en el suelo, mis pasos se sentían más ligeros que nunca, como si estuviera en un sueño, pero mi corazón latía tan rápido, tan fuerte, que sentía que me iba a salir del pecho. No podía ignorarlo, no podía seguir negándome a la verdad.

Me dirigí hacia la habitación de Noah con determinación, pero a cada paso que daba, algo me detenía en el camino. ¿Y si lo tomaba mal? ¿Y si me odiaba por todo lo que le había ocultado? Mi mente estaba llena de dudas, pero ya no podía seguir viviendo con este secreto, no cuando él había sido tan honesto conmigo. Él merecía saber quién era, aunque eso significara perderlo para siempre.

Toqué la puerta con suavidad, sin saber si lo haría bien, sin saber qué me esperaba al otro lado. Solo sabía que tenía que decirle la verdad. Esperaba que él me entendiera, que me perdonara, pero más que nada, esperaba que pudiera mirar hacia atrás y recordar que, aunque mentí, nunca dejé de estar agradecida por todo lo que había hecho por mí.

La puerta se abrió lentamente. Ahí estaba Noah, sentado en su cama, mirando el techo como si la quietud de la noche pudiera darle respuestas a algo que ni él mismo comprendía. Me vio, y por un segundo, su rostro mostró una expresión de sorpresa, pero enseguida se disimuló bajo una capa de indiferencia, como si la sorpresa no hubiera sido suficiente para alterarlo. Pero pude ver sus ojos, los mismos ojos que me habían observado con tanta amabilidad en el pasado, llenos de una mezcla de duda y algo más, algo que no podía identificar.

Me senté en la cama a pocos centímetros de él, el aire pesado entre nosotros. No dije nada al principio, porque las palabras se me habían quedado atrapadas en la garganta. No sabía por dónde empezar, no sabía cómo hacerle entender lo que llevaba tanto tiempo callando. El silencio nos envolvía, y era el tipo de silencio que nunca había deseado compartir con él.

Reyes Del OdioWhere stories live. Discover now