Harley
Han pasado varias semanas desde que estoy ahora en el castillo, he estado tomando tutorías de historia, defensa, lenguas extranjeras y diplomacia. Sigo tocando el Pianoforte que está en la sala de música y practicando con mi arco.
Hasta que el rey Caelan me dijo que quería ver mis habilidades y si están bien entrenadas por el bien del reino, yo con gusto acepté, claro que quería. Estaba más que lista.
El rey mandó varias cartas hacia otros reinos aliados para que vieran que Rivermoor está en buenas manos y por lo tanto los otros reinos alidados.
Al amanecer, la luz dorada inundaba los pasillos del castillo, proyectando largas sombras que parecían presagiar el día que se avecinaba. Mi padre siempre ha creído en la importancia de la demostración de fuerza y habilidad, especialmente cuando nuestros enemigos están observando.
Hoy no era la excepción.
En el patio de entrenamiento, me esperaba algo que no había anticipado: un entrenador de renombre, traído por mi padre desde tierras lejanas. Su misión era simple: ponerme a prueba.
El entrenador, un hombre de porte rígido y expresión severa, no perdió tiempo en hablar. Solo señaló las armas, las dianas y el área de combate cuerpo a cuerpo con un movimiento de su cabeza. Era evidente que las palabras no serían necesarias hoy.
Respiré hondo, sintiendo la mirada de todos los presentes. Entre ellos, el rey, la reina sus consejeros, y algunos de los emisarios de otros reinos que habían venido a observar.
Primero, el arco.
Mi especialidad.
El aire estaba quieto, como si el mundo entero contuviera el aliento mientras tomaba mi posición. Sentí el peso familiar del arco en mis manos, su madera suave y pulida ajustándose perfectamente a mis dedos, como si hubiera sido hecho solo para mí. El cuero de la cuerda se tensó bajo mis dedos cuando tiré de ella, el esfuerzo despertando un cosquilleo en mis brazos.
Enfrente de mí, las tres dianas estaban perfectamente alineadas. La primera era un tiro sencillo, casi insultante, pero las otras... esas prometían ser más interesantes.
A un lado del campo, Maelorn, el entrenador que mi padre había traído para "evaluarme", me observaba con una mezcla de escepticismo y aburrimiento. Su mirada era como la de alguien que esperaba que fallara, y su comentario no tardó en llegar.
—¿Planeas disparar hoy, princesa? ¿O solo estás posando para que te pinten un retrato?
Me obligué a sonreír, aunque su tono sarcástico me picaba más de lo que admitía. Giré un poco mi cabeza hacia él, sin soltar la cuerda.
—¿Y arruinarte el espectáculo? No querría quitarte la emoción de tu día.Volví a concentrarme, bloqueando el murmullo de los nobles que nos observaban. Solo existíamos el arco, la flecha y yo.
El primer disparo era como respirar: automático, natural, preciso. Solté la cuerda y la flecha surcó el aire, cortándolo con un zumbido claro antes de impactar en el centro exacto de la primera diana.
El sonido seco de la madera recibiendo el impacto fue suficiente para arrancar un murmullo de la multitud. No me volví hacia ellos, pero una pequeña sonrisa se formó en mis labios. Solo di un paso hacia la segunda posición.
El segundo disparo, esta diana estaba más lejos y era más pequeña, un desafío que exigía algo más de cálculo. Sentí el viento apenas rozando mi rostro, ajusté el ángulo del tiro y tensé la cuerda con cuidado.
Maelorn no tardó en abrir la boca otra vez.
—¿Qué pasa? ¿Mucho para ti? No te preocupes, siempre puedes pedir ayuda.Levanté una ceja, manteniendo la flecha lista.
—¿Qué clase de entrenador no sabe cuándo quedarse callado?
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Reyes Del Odio
Fantasy¿Qué harías si te obligan a casarte con el príncipe del reino enemigo que toda tu vida te empeñaste en odiar? Harley Rivermoor ha sido entrenada desde niña para ser la guerrera más formidable de su reino, destinada a defender su tierra con su vida...