Cazador

1 1 0
                                    

Harley

El viaje al lugar señalado fue rápido y discreto. La oscuridad de la noche me envolvía como un manto, cubriéndome por completo mientras mis pasos resonaban sobre las hojas secas, creando ecos en el silencio del bosque. El viento frío rozaba mi rostro, helándome la piel y moviendo mi capa, que se ondeaba suavemente detrás de mí, como si fuera una extensión de mi propio cuerpo. La capa era ligera pero efectiva, diseñada para ocultarme entre las sombras y no llamar la atención. No necesitaba ser vista, solo llegar al destino sin dejar rastro.

Llevaba ropa oscura, casi indistinguible de la negrura de la noche, y un arma oculta bajo la capa, una pistola pequeña que apenas pesaba en mi mano, pero que estaba lista para cualquier eventualidad. No era la primera vez que sostenía un arma, pero siempre había sido para practicar: la precisión al disparar, la sensación del metal frío, la vibración al disparar. Sin embargo, nunca había disparado a alguien con la intención de herir, de acabar con una vida. Algo en lo más profundo de mí me decía que esta vez sería diferente, aunque me costara aceptarlo. Mi respiración se aceleró mientras avanzaba, el nerviosismo en mi pecho no provenía del miedo, sino de la adrenalina que me recorría como una corriente eléctrica. Estaba cerca de un punto de no retorno, y no había vuelta atrás.

Las instrucciones eran claras: encontrar al hombre, el supuesto líder de un pequeño reino, uno de esos que operan en las sombras, que manipulan hilos sin que nadie los vea. El rey de Raphside, lo llamaban, un hombre de poder incalculable. No sabía si realmente era él, pero las pistas me habían llevado hasta allí. Había llegado demasiado lejos como para detenerme ahora.

El aire estaba frío y cortante cuando llegué al lugar señalado, justo cuando la oscuridad había caído por completo. Las primeras estrellas parpadeaban en el cielo, pero la luz era débil, casi inexistente entre los altos árboles que se alzaban a mi alrededor. La sensación de estar al borde de algo importante, algo que podría cambiar todo, me hizo estremecer. Los árboles parecían murmurar secretos, moviéndose suavemente con el viento, como si fueran conscientes de lo que estaba por suceder.

Dejé a mi caballo atado en una zona discreta, a una distancia prudente, y avancé a pie. Cada paso era una medida hacia lo desconocido. Mis dedos apretaban la empuñadura de la pistola, el metal frío como una extensión de mi voluntad. Sentía la pistola en mi mano como si fuera una prolongación de mi cuerpo, firme, confiada. La niebla comenzó a formarse entre los troncos de los árboles, y la atmósfera se volvió aún más ominosa, dándole al paisaje un aire fantasmagórico.

A lo lejos, en medio de la oscuridad, pude ver una pequeña luz. Parpadeaba débilmente, moviéndose de un lado a otro, como una luciérnaga perdida en la vastedad del bosque. Me agaché detrás de unos arbustos, manteniéndome fuera de la vista, observando en silencio. Allí estaba él, un hombre alto, de hombros anchos y vestido con una chaqueta oscura que parecía fundirse con la penumbra. Su rostro estaba parcialmente cubierto por la sombra del ala de su sombrero, pero podía ver cómo sus manos se movían con destreza, revisando unos documentos bajo la luz vacilante de una linterna.

El pulso me latió más rápido. ¿Era él? ¿El supuesto rey de Raphside? No tenía tiempo para pensar, no ahora. Si me demoraba más, las cosas podrían complicarse. Y si era él, el riesgo aumentaba considerablemente. El hombre que tenía delante no era solo un líder más; si todo lo que decían era cierto, su poder podría acabar con vidas sin que nadie levantara un dedo. Pero no podía retroceder, no importaba quién fuera, tenía una misión que cumplir.

Mis dedos rodearon con firmeza el gatillo de la pistola, y respiré profundamente, intentando calmar la ansiedad que crecía dentro de mí. La pistola se sentía liviana en mis manos, el cañón alineado con su figura. Me aseguré de mantener el brazo firme, de no hacer ruido. El viento se movía suavemente, agitando las hojas a mi alrededor, pero mi atención estaba completamente enfocada en él. La niebla se había asentado entre nosotros, tornándolo aún más difícil de distinguir. Mis manos temblaban, no por miedo, sino por la anticipación de lo que estaba por venir. Este momento, este disparo, podía cambiar mi vida.

Reyes Del OdioWhere stories live. Discover now