Fiel y leal

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El suave crujir de la madera y el calor constante de la chimenea llenaban la cabaña con una atmósfera tranquila, casi como si protegiera a quienes estaban dentro. Harley abrió los ojos lentamente, la luz tenue filtrándose por las cortinas le quemaba la vista. A su lado, algo cálido y peludo descansaba.

Era un lobo, enorme, de pelaje blanco como la nieve, con ojos profundos y atentos que la miraban con preocupación. El animal estaba acurrucado junto a ella, y Harley pudo sentir el peso de su cabeza apoyada cerca de su brazo. Cada tanto, soltaba un leve gemido, como si compartiera el dolor que ella sentía.

— Él llegó esta mañana —dijo Luna, quien estaba sentada en el suelo no muy lejos, con su osito en el regazo. —No sé de dónde vino, pero no se aparta de ti. Mi hermano dice que parece un lobo, pero creo que es un héroe. Por eso lo llamé Eros.

—Eros... como ¿El dios del amor? —Dijo suavemente sin aliento.

Harley miró al perro, que no apartaba la vista de ella ni un instante. Intentó moverse un poco, pero el dolor agudo en su pierna le arrancó un quejido. Eros reaccionó de inmediato, levantando la cabeza y soltando otro gemido, como si quisiera pedirle que no se esforzara.

— Está bien... no es nada... —susurró Harley, aunque claramente no lo estaba. El perro parecía no creerle, y su hocico frío tocó su brazo en un gesto reconfortante.

Luna sonrió desde su rincón.

— Creo que te entiende. Eros sabe que te duele.

Luna se fue a buscar a su hermano mientras Harley volvía a dormirse, estaba muy cansada como si todo el peso físico y mental descansacar sobre ella.

Eros no se había movido de su lado desde que Harley se desmayó. El gran lobo blanco permanecía tumbado a su lado, con la cabeza descansando cerca de su pierna herida, soltando suaves gemidos de vez en cuando. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y lealtad inquebrantable, como si sintiera el dolor que ella cargaba.

Harley se removió apenas, sintiendo una punzada de dolor en la pierna que le arrancó un leve quejido. Eros levantó la cabeza de inmediato, sus orejas erguidas mientras observaba cada pequeño movimiento que hacía.

— Tranquilo, chico... —susurró Harley, aunque su voz era apenas un murmullo.

Heros gimió otra vez, acercándose un poco más y lamiendo con suavidad el dorso de su mano, como si quisiera calmarla.

El sonido de pasos acercándose interrumpió el momento. La puerta de la habitación se abrió, revelando a Noah y Luna. Luna traía su oso de peluche abrazado contra el pecho y miraba con curiosidad el estado de Harley, mientras Noah cargaba una bandeja con un poco de sopa y agua fresca.

— ¿Cómo está? —preguntó Noah mientras se acercaba, sus ojos moviéndose rápidamente entre la pierna herida y el rostro aún pálido de Harley.

— No ha dicho nada. Pero Eros no se mueve de su lado, como si estuviera cuidándola —respondió Luna, acercándose al sofá donde Harley descansaba.

— Es un buen chico, ¿no? —dijo Noah, dejando la bandeja sobre la mesa junto a la cama improvisada.

Heros soltó un leve gruñido, como si no quisiera que nadie más se acercara demasiado. Noah levantó las manos en señal de rendición.

— Está bien, está bien, ella es tuya, ¿vale?

Harley abrió los ojos con dificultad, parpadeando para acostumbrarse a la luz. Su respiración era pesada, pero logró articular un débil:

— ¿Dónde estoy...?

Luna se apresuró a acercarse, sentándose en el suelo junto a Heros.

— Estás en nuestra casa. Mi hermano te encontró en el río y te trajo aquí.

Reyes Del OdioWhere stories live. Discover now