Primavera

1 1 0
                                    

Harley Rivermoor

Habían pasado muchos días despúes del encuentro en el castillo Delacroisse y Damon no había mandado ninguna otra carta de invitación, por lo cual estoy muy agradecida con todos los dioses por eso.

La mansión Rivermoor estaba en pleno ajetreo. Las sirvientas corrían de un lado a otro, colocando arreglos florales en cada rincón, mientras los músicos afinaban sus instrumentos para la llegada de los invitados. La temporada de flores estaba aquí, y, como siempre, Rivermoor era el anfitrión de la gran convivencia entre los reinos. Mi madre estaba obsesionada con que todo estuviera perfecto, desde los pétalos de las rosas hasta el aroma del té que se serviría en los jardines. Yo, en cambio, no podía estar menos interesada.

— Harley, querida, ponte el vestido azul que escogí para ti, —dijo mi madre mientras me entregaba un broche de plata en forma de flor.

Le respondí con un suspiro. Claro, ¿por qué no me vestía como si me importara la llegada de los Delacroisse? Pero no iba a pelear con mi madre, al menos no hoy. Tomé el vestido sin protestar y me dirigí hacia mi habitación, cerrando la puerta con un poco más de fuerza de la necesaria, como si de alguna manera esa acción pudiera descargar la frustración que sentía acumulada. El vestido era hermoso, sí, pero me sentía como un peón más en este juego de poder que no tenía ni la más mínima intención de jugar.

Me lo puse y lo miré en el espejo. El azul claro reflejaba el brillo del sol que se colaba por la ventana, pero ni siquiera eso me daba consuelo. No importaba lo que hiciera, el destino ya había sido sellado para mí. La corona de Delacroisse estaba demasiado cerca, demasiado pesada. No era solo el matrimonio lo que me agobiaba, sino la idea de ser atada a un reino que nunca elegí, y menos aún a un príncipe que me irritaba profundamente.

Cuando llegaron los invitados, el aire se llenó de risas y murmullos. El salón principal se convirtió en un hervidero de gente jugando a las cartas, bebiendo vino y paseando por los jardines llenos de flores en pleno esplendor. Los Delacroisse, por supuesto, llegaron tarde, como si quisieran hacer una entrada dramática. Y no me sorprendió que lo hicieran; Damon siempre tenía esa forma de querer ser el centro de atención, aunque no quisiera admitirlo.

Damon estaba impecable, como siempre, con ese porte altanero que me sacaba de mis casillas. No me molesté en hacerle una reverencia. ¿Para qué? Ya tenía bastante con tener que verlo otra vez. En cambio, me limité a una mirada rápida, casi despectiva, antes de volver mi atención al grupo de nobles que me rodeaban.

— Harley, ¿podemos hablar? —dijo Damon con su tono usualmente controlado, pero había algo en su mirada que delataba una pizca de irritación.

— ¿Y si digo que no? —repliqué, cruzándome de brazos.

Él apretó la mandíbula y me miró con una mezcla de fastidio y determinación. Podía verlo venir. La eternidad de este compromiso no iba a ser tan fácil de ignorar.

— Es importante. No tardaré mucho.

Suspiré dramáticamente y asentí. Lo seguí mientras salíamos del bullicio de la fiesta hacia uno de los senderos del jardín. Caminamos en silencio al principio, con el aroma de las flores llenando el aire, pero la tensión era palpable. El viento jugueteaba con mi cabello, y aunque la escena era pintoresca, la incomodidad entre nosotros lo eclipsaba todo.

— ¿Por qué siempre tienes que hacer esto tan difícil? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.

— ¿Hacer qué? —respondí con indiferencia, fingiendo examinar las flores a mi alrededor.

— Todo. Desde no saludarme adecuadamente hasta negarte a mantener una conversación decente. —Su voz estaba cargada de frustración.

Me detuve y lo miré directamente, levantando una ceja. Él no me estaba mirando como lo hacía la mayoría de la gente, con esa mezcla de respeto y temor. No, Damon siempre había sido más complicado que eso. Y yo, a mi manera, lo admiraba por ello. Pero eso no significaba que iba a hacerle las cosas fáciles.

Reyes Del OdioWhere stories live. Discover now