Ojos azules

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Harley

Estaba sentada junto a la ventana, mirando el cielo nublado mientras tamborileaba los dedos contra la madera de la mesa, perdida en mis pensamientos. Las semanas habían pasado como una neblina desde el baile de máscaras, pero su recuerdo seguía tan claro como el reflejo en un lago tranquilo. Aquel hombre, peligroso y cautivador, se había quedado en mi memoria como una espina, imposible de arrancar.

Sus ojos negro, profundos e intrigantes como una noche fría, aparecían sin invitación cada vez que cerraba los míos. Había algo en su porte, en la manera en que me miraba, como si pudiera atravesarme con esa intensidad. Era frustrante, inaceptable... y, sin embargo, imposible de olvidar.

El crujido de la puerta me sacó de mis pensamientos. Mildred entró en la habitación con pasos apresurados, con las mejillas sonrojadas y una carta en la mano. Sus ojos se encontraron con los míos, pero solo por un instante. Era como si llevara un mensaje que no quería darme.

—Esto llegó, Harley —dijo, extendiéndome el sobre con un sello de cera oscura.

Tomé la carta, sintiendo un pequeño nudo formarse en mi estómago. Mildred se quedó quieta, observándome, su inquietud tan evidente como un grito en el silencio. Rompí el sello con cuidado, dejando que el aroma del papel llegara hasta mí: una mezcla de cera.

Desplegué el papel y comencé a leer. Las palabras parecían bailar ante mis ojos:

A la mujer de cabellos oscuros y ojos azules como el cielo al amanecer,
El Rey de Raphside extiende nuevamente una invitación. Habrá un baile de máscaras bajo la luz de la luna, y deseo verte allí. Quiero conocerte mejor.

A la demás gente, quedan invitados pero especialmente tú ojos azules, quiero verte.

El código de vestimenta es azul, tan azul como esos ojos que tanto me intrigaron.

Volví a leer la carta, esta vez más despacio. Cada palabra parecía cargada de intención, de un desafío silencioso. El escalofrío que recorrió mi espalda no era de miedo, sino de alerta. Como es que él había mandado esta misma carta a varios reinos con las mismas palabras. Cerré la carta con un movimiento calculado, depositándola sobre la mesa como si fuera un objeto venenoso.

—¿Qué dice? —preguntó Mildred, su voz apenas un susurro.

—Es de él —respondí, tratando de que mi voz no traicionara las emociones que bullían en mi interior.

—¿De él? —repitió, con una mezcla de incredulidad y preocupación. Sus ojos se abrieron aún más, buscando en mi rostro una respuesta.

Asentí lentamente. No hacía falta decir más. La invitación era clara, directa. El hombre del que no había dejado de pensar desde aquella noche ahora buscaba un nuevo encuentro. El Rey de Raphside me estaba llamando.

—Esto no es bueno, Harley —dijo Mildred, cruzándose de brazos. Su expresión reflejaba exactamente lo que yo sentía. —Deberías ignorarlo. No tienes por qué ir.

—Al contrario —dije, mi tono firme—. Esto podría ser justo lo que necesito. Si voy, puedo aprender más sobre él, sobre sus planes. Si sigue invitándome, entonces tiene interés en algo. Y yo necesito saber qué es.

—¿Y si esto es una trampa? —insistió, su voz temblando ligeramente.

—Por supuesto que podría ser una trampa —admití, levantándome de la silla. La tensión en mi cuerpo me hacía sentir como una cuerda a punto de romperse. —Pero si no voy, pierdo la oportunidad de entenderlo mejor. No puedo permitirme ese lujo.

Mildred se quedó en silencio, mordiéndose el labio. Finalmente, suspiró.

—¿Qué necesitas que haga? —preguntó con resignación.

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Reyes Del OdioWhere stories live. Discover now