CAPÍTULO 2: La Primera Impresión
- Soy Karen, tengo 19 años, viví en Formosa mucho tiempo. Nadie me aceptaba por ser gorda, y comencé a buscar algunas alternativas a la salida... - la adolescente dejó caer una lágrima por su gran mejilla, y luego otra, y así continuó hasta llorar desconsoladamente.
- ¿Y cómo fue? ¿ qué hiciste?- otra cosa de la cual descubrí estar furiosa... la rubia preguntaba como si las marcas no hablaran, o las amarillas uñas no demostraran nada
Como era de esperarse, la muchacha no respondió.
- Está bien por hoy... terminamos. – se levantó Lucila con su falda blanca, partiendo hacia el director que se encontraba tomando un café en su oficina, como si nosotros, o el grupo a, b, o c, no importaran.
No me pude quedar quieta, busqué la silla que más cercana esté a ellos... lo primero en escuchar fue:
- Lucila, vas a poder con el grupo D
- No sé. Les cuesta admitir sus problemas.
- Eso es común. ¡están enfermos! Solo dales comida... haceles preguntas y fin. Ellos eligen. No es como las discapacidades, o esquizofrenia, o distintas otras enfermedades. Ellos tienen una obsesión.
- Tenés razón. Gracias por confiar en mí.- cerraron la puerta, o por lo menos eso pensaban, mi pie trabó la puerta, y mi ojo siguió mirando por el picaporte.
- Además, si probaran tu comida dejarían la anorexia- entre risas fueron acercándose.
Los brazos de Lucila pasaban por el cuello del sr. Arenas, mientras él, tomaba su cintura lentamente. Mis propios ojos vieron cómo se burlaban de nosotros y luego se besaban. Él le quitaba su pollera blanca, mientras apurada, ella desprendía los botones de su camisa colorada, y nuestros "gran director" predispuesto a la acción. Yo seguía ahí y no quería ver nada de sexo, menos entre los que trataban de "ayudarme", por lo tanto, me estaba yendo, mi pie de la puerta y vi el anillo de Arenas sobre la repisa. Luego de cerrar la puerta les di unos cinco segundos literales. Nadie estaba cerca, por eso me fui... volví corriendo y les toqué la puerta. Al no tener llave, les di tiempo, pero toqué fuerte la puerta, y cada vez con más velocidad.
- ¡ya va!- El director gritaba mientras seguramente subía sus pantalones y escondía a Lucila
- Hola
- ¿Qué pasó? – dijo él, todavía alarmado y agitado por los nervios de que los vea.
- Quiero vomitar.- vi uno de los zapatos rojos inconfundibles de la "sexy consejera", que asomaban por el escritorio, al parecer las piernas largas tienen sus desventajas.
- ¿Por qué? Siéntate y háblame
- Con usted no. Quiero a Lucila. Ella es mejor. Nos entiende.
- Ok... pero no va a poder ser
- ¿Por qué?
- No está... habla conmigo.
- Está bien. Tengo muchas ganas de vomitar...- le dije aplicando mis años como actriz al fingir que estaba bien.
- Por... es un buen comienzo, seguí
- Porque vi algo horroroso, me dieron tantas ganas de vomitar- agudicé mi voz y cubrí mi cara para que crea que lloraba
- Puedes confiar en mí- sujetando mi mano
- Está bien... vi a dos personas a punto de tener relaciones sexuales...
- ¿acá... dentro del instituto... eran... pacientes? – con muchos nervios trató de hacerse el desentendido
- Ya puede salir Lucila. Lindos zapatos. No sabía que tenía unas piernas tan firmes. – los mire con cara desafiante
- Sos perversa – redoblando la apuesta, la rubia me dirigió una mirada de película y una mueca con sus rojos labios al estilo "chicas pesadas"
- No tenés idea ... a propósito, me encantaría probar tu comida Luci, pero después la voy a tener que vomitar- haciéndole puchero, me paré de la silla
- ¿te podes retirar?- señalándome la puerta, el sr. Arenas se paró
- Ah... y... consíganse un hotel- guiñándoles el ojo, me di la vuela y le di un saludo de mano al aire al salir de la dirección.
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LA MEJOR VERSION DE MI MISMA
Teen FictionLA MEJOR VERSION DE MI MISMA cuenta la historia de Tania Álvarez, una adolescente de catorce años que lucha con problemas alimenticios y autolesiones. Es internada, donde las cosas no le van muy bien hasta que conoce a Valeria Piermarini, una ayuda...