Capítulo 20: "Reto"

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Una vuelta, dos vueltas, cinco vueltas. El sueño no llega, mi cama se inquieta. Mis ojos no se quieren cerrar, mi mente no quiere callar.

- Rocío ¿soy normal?

- ¿Qué? - refregándose los ojos

- ¿te parezco normal?

- ¿en serio? – riendo

- ¡sí! Respondeme

- Ay Tania. No quiero volverte a la tierra. No quiero lastimarte, para eso ya estás vos

- ¿Qué me querés decir? – sentándome en el lecho

- Que vuelvas a la realidad ¡crédula! A ver, ¿Qué es normal? Que seas bulímica, que te cortes, que estés hablando acá con una obesa, en rehabilitación, ¡ay, no! Cierto que no sos tan normal, que tenés noviecito. Nena, te quiere porque estás enferma, te tiene lástima – se para – ama tus huesos, pero está con vos por lástima, sos una pobre enferma, infeliz.

- ¡Cállate nena, Lucas no es así! – con los ojos vidriosos

- Ja, claro – irónicamente – si el sr es un angelito. No te das cuenta que te tiene lástima idiota, abrí los ojos. ¡estás enferma! ¿a qué querés jugar? No podes ser normal. Yo puedo ser gorda, pero vos, sos un esqueleto ingenuo, que no le basta con que la lastimen, que se tiene que lastimar ella también.

- ¡sos una idiota! – corriendo hacia el baño

Me senté en el piso y comencé a llorar, me levanté, abrí el botiquín, tiré todo el contenido, le puse la traba a la puerta, y caí. Me sentía débil. Una vez en el piso, di la vuelta y me sujeté al inodoro, me esforcé por no hacer nada. Estaba tan mal... me arrinconé en una esquina, me acomodé en posición de "bolita" con mis rodillas a mi cabeza, acostada en ese frío suelo. Dormí.

Desperté. Eran las 10:30 am aproximadamente. A la tarde tenían que ir a mi casa. Rocío tocaba la puerta.

- Tania ¿estás ahí?

No quería responder, y menos a ella. Sentí que debía sembrarle la preocupación. No ocasioné ningún ruido, quería que piense que seguía inconsciente. Si esa era la ayuda que evaluaron los médicos, entonces se equivocaron. Nadie nos puede entender, a veces, ni nosotros

Mis pensamientos me estaban matando. Era la una, tenía que ir a mi casa.

Salí, Valeria estaba afuera

- ¿lista?

- Me cambio y voy – le respondí

Llegamos a casa, y Vale se quedó unas dos horas. Debía volver al trabajo, y yo debía cumplir mi "prueba, desafío, mi reto", asique llevaré conmigo un bolso con ropa para dormir, y el resto, es de suponerse.

Mis padres actuaban con una falsa armonía, que de tanto verlos finge, notaba que trataban de mostrarme que todo estaba "bien".

Mi hermano, trabajaba. Mi hermana estaba en la mesa, tratando de que yo pensara que todo estaba bien.

Se aproximaba la hora de comer, y aunque me haga la superada, mis nervios están al máximo.

- Papas fritas, con milanesa con queso cremoso – poniendo el plato frente a mí.

- Gracias ma – comenzando a comer – está re rico – dije después de un reto, comenzando a comer más rápido.

Seguimos hablando. Resulta que mi familia sigue igual. Mi hermana, sigue perfecta, al igual que mi hermano. Mis papás... bueno, mi mamá está haciendo un gran esfuerzo para no discutir hoy que vine después de dos meses. Subí 4 kilos. No es de mi agrado. Dicen que debo llegar a los 5 para irme. Pero no quiero seguir engordando... - cada palabra, iba de lado a lado en mi mente.

- Provecho – dije rápidamente

- Gracias – respondieron los integrantes de mi familia en distintos tiempos

- ¿hoy vamos al centro? Tengo cuatrocientos pesos para que gastemos en helado y que te elijas algo lindo. – propuso mamá

- ¡si! Y vemos precios, para mi quince – con la mirada hacia abajo

- Nena, no servís para hacerte sorpresas de bienvenida – Priscila, mi hermana, riendo

- Pará, ¿Qué? ¿voy a tener fiesta?

- ¡sí! – feliz mi madre

- ¡ay, qué bueno! Los amo – sonriendo, tanto, que no importaba nada más que mi entrada, mi vals, mi vestido, mi momento

- Vamos a ver a Rosa, que hace vestidos, así te toma las medidas

Pasé un raro día, y más aún, cuando una mujer pasaba, una cinta, con números que dolorosamente que juzgarían y definirían

No puedo dormir. Siento mi panza hinchada. Es la una, y mi cuerpo no se queda quieto, doy vueltas en mi cama, que ya no parece mía, observo una mancha vieja de sangre en la campera que me puse. Estoy tan preocupada, inquieta, miedosa. Escucho gritos, son mis papás, otra vez peleando, sabía que no cambiarían, ni por esto, ni por nada.

Son las dos. Silencio por fin. Todos duermen, excepto yo. Mi culpa crece. Creo que cada papa frita, o cada bocado de milanesa engordaban, y tengo miedo. Como aquella vez, cuando recaí... recuerdo cuando me corté, que había peleado con Lucas, y recuerdo una de las primeras, por Gonzalo.

El silencio nunca fue mi aliado, porque deja que mis pensamientos aumenten.

Comencé a hacerme caricias, del cuello al hombro, del hombro al cuello, pasando mi mano, de mi mejilla a mi hueso, ese que está cerca del pecho, eso me calma. Toco mis labios, recordando a Lucas. Mis labios sienten mis dedos y no hay un bonito recuerdo. Ubico mi mano al lado de mi cuerpo, levanté mi remera, y siento mi costilla. Me estoy durmiendo...

LA MEJOR VERSION DE MI MISMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora