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| Perspectiva Kevin |

El salón estaba lleno de alegría. Yo nunca había visto a Sofía tan feliz como cuando caminó por ese altar, con una sonrisa que iluminaba todo. Para mi ella no es solo mi mejor amiga; es como mi madre y una hermana, alguien que había cuidado de mi cuando más lo necesitaba, alguien que siempre puso a los demás antes que a ella misma. Y hoy era su día.

O eso creíamos...

Todo cambio en un instante. El aire se cortó cuando Sebastián apareció entre los invitados, lo reconocí de inmediato y no porque quisiera, sino porque el pasado nunca deja de perseguir a las personas que amas. Lo vi acercarse, con esa mirada fija, peligrosa, como si todo el mundo entero estuviera en su contra, y vaya que lo estaba.

Luis Ángel notó su presencia antes que nadie, y supe que algo iba mal. Lo vi en la forma en que Sofía tensó los hombros, quise acercarme, pero algo me detuvo... Tal vez el miedo, tal vez la incertidumbre.

Y entonces pasó lo que pensé que Sebastián nunca iba a ser capaz de hacerle a mi Sofí.

El sonido del disparo rompió en el aire como un trueno. Fue tan rápido que apenas lo procesé. Miré hacia la pista y allí estaba ella... Mi Sofí... Cayendo al suelo.

Corrí, empujando sillas y gente que estorbaba en el camino. Cuando llegué a su lado, Luis Ángel ya estaba arrodillado junto a ella, presionando su pecho para detener la sangre que salía y salía en su pecho sin parar.

—¡Sofía, aguanta!—grité entre lágrimas.

Pero yo sabía que no había esperanza.
vi la vida escaparse de sus ojos mientras ella intentaba decir algo. Me incliné hacia ella, sujetando su mano con fuerzas.

—Kevin...—susurró, tan bajo que apenas lo escuché.

— Aquí estoy Sofi, aquí estoy... No te vayas, por favor—mi voz se quebró.

Ella sonrió apenas como si quisiera darme consuelo, incluso en ese momento. Sus labios se movieron nuevamente, pero ya no emitieron ningún sonido. Su mano se relajó en la mía y su pecho dejó de subir y bajar.

Mi corazón se detuvo junto al suyo.

—¡No, no, no! ¡Sofía, despierta! ¡No me dejes!—grité. pero ya era inútil.

Luis Ángel dejó escapar un grito desgarrador, abrazándola como si pudiera devolverla a la vida. Yo simplemente no podía mirarla, estaba incrédulo de lo que acababa de pasar.

Y luego lo vi.

Sebastián, inmóvil, con la mirada perdida, como si no entendiera el horror que acaba de causar. Mis lagrimas se secaron al instante, reemplazadas por una ira que nunca había sentido.

—¡Eres un pendejo! ¡Te dije que te alejaras te ella! ¡Te dije que no la buscaras más y que la dejaras en paz!—le grite con todas mis fuerzas mientras lo jaloneaba.

Algunos invitados me sujetaban antes de que pudiera hacerle daño. La pistola cayó de sus manos, pero él no se movió. Solo seguía mirando hacia donde estaba Sofía, como si su mente se hubiera quedado atrapada en un recuerdo.

—Ella nunca debió casarse con él...—murmuró apenas audible.—Ella era mía.

Esas palabras me rompieron por dentro. ¿Cómo chingados podía decir algo así después de lo que hizo?

Las sirenas de la policía y la ambulancia se acercaron rápidamente. Los agentes lo esposaron mientras yo seguía gritando, exigiendo respuesta que nunca recibiría. Sebastián no opuso resistencia. Solo dejo que se lo llevaran, con la misma expresión vacía en su rostro.

ᴇʟʟᴀ ɴᴏ ᴇꜱ ᴛᴜʏᴀ - 𝘓𝘶𝘪𝘴 Á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘔𝘢𝘭𝘢𝘨ó𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora