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| Perspectiva Malagón |

Desde el momento en que vi a Sofía caminar hacia el altar, supe que este era el inicio de la vida que siempre soñé para ambos. Su vestido blanco parecía hecho de luz, y la sonrisa en su rostro iluminaba todo a su alrededor. No podía creer que, después de todo lo que había sufrido, Sofía estuviera aquí, de pie, prometiéndome un futuro juntos. Ella era mi razón de ser, mi fortaleza y mi mayor amor.

La ceremonia transcurrió como un sueño. Sus manos temblaban un poco cuando me entregó el anillo, pero su mirada estaba llena de determinación. Cuando dijo "sí", sentí como si el mundo entero se detuviera, como si todo lo que alguna vez había deseado finalmente estuviera al alcance de mis manos.

Pero los momentos más felices también pueden ser los más frágiles. Todo se desmoronó en un instante cuando Sebastián apareció. Mi cuerpo se tensó al verlo, pero intenté mantenerme calmado. Había prometido protegerla, amarla, y sabía que no permitiría que él arruinara nuestra felicidad. Sin embargo, no esperaba lo que vino después. Los disparos, los gritos, el caos... Todo ocurrió en un parpadeo.

Cuando vi a Sofía desplomarse, sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos. Corrí hacia ella, gritando su nombre, suplicándole que aguantara, que no me dejara. Sostuve su rostro mientras su vida se desvanecía frente a mis ojos.

En el hospital, me senté en la sala de espera, con las manos temblorosas y la mente llena de recuerdos. La primera vez que la vi, el día que me dijo que me amaba, las risas, las promesas... Todo se sentía tan lejano ahora. Cuando el doctor salió y me dijo que no había sobrevivido, el mundo dejó de tener sentido.

En el funeral, apenas podía respirar. La caja que contenía el cuerpo de la mujer que amaba estaba frente a mí, y no había nada que pudiera hacer para traerla de vuelta. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras recordaba su risa, su ternura, la forma en que me hacía sentir completo. Sofía había sido mi todo, y ahora, el vacío que dejó era insoportable.

Cuando Sebastián apareció, me costó contener mi rabia. Lo miré directamente, queriendo gritarle, golpearlo, hacerlo pagar por todo el dolor que había causado. Pero algo en su expresión me detuvo. No era arrogancia lo que veía; era un vacío, una desesperación que ni siquiera la muerte de Sofía podía llenar.

Igor habló primero, recordándole a Sebastián todo lo que le había hecho a Sofía, pero yo no podía decir nada. Las palabras parecían inútiles en ese momento. Lo único que quería era encontrar una forma de seguir adelante, aunque sabía que la vida sin ella nunca sería igual.

Miré el cielo, buscando algún tipo de señal, algo que me dijera que ella estaba en paz. En ese momento, hice una promesa en silencio: viviría para honrar su memoria, para ser el hombre que ella siempre creyó que era. Y aunque el dolor era inmenso, sabía que debía seguir adelante, porque Sofía no hubiera querido que su amor terminara en odio.

Desde el primer día que Sofía entró al club como nutrióloga, se notaba que tenía una pasión por ayudar a los demás. Era estricta, sí, pero también tenía un carisma que hacía que todos la respetaran. A mí, sin embargo, me costó trabajo seguir sus indicaciones. Tal vez porque siempre he sido un poco terco, o porque no entendía la importancia de los detalles que me pedía mejorar.

Recuerdo un partido importante contra Chivas. Habíamos ganado, pero estaba agotado y no tenía hambre. Cuando regresamos al vestidor, Sofía me interceptó con una expresión severa, sosteniendo un tupper con una ensalada.

—Ángel, ¿cuántas veces te he dicho que no puedes saltarte las comidas? —me regañó, poniéndose las manos en la cintura.

—Es que no me da hambre después de jugar, Sofi... —respondí, intentando escabullirme.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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ᴇʟʟᴀ ɴᴏ ᴇꜱ ᴛᴜʏᴀ - 𝘓𝘶𝘪𝘴 Á𝘯𝘨𝘦𝘭 𝘔𝘢𝘭𝘢𝘨ó𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora