Doce

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La reunión estaba por llegar a la parte que más detesto. El momento en el que soplo las velitas y me cantan la canción tan chirriante me pone la carne de gallina.

Normalmente y a lo largo de mi vida me hacían un regalo muy especial y no me festejaban nada, pero mis actuales padres no se acostumbran a la idea y prefieren hacerme una cena con la poca familia que nos rodea.

Entre ellos, una tía abuela que no conozco, una tía y algunos primos y primas, algunos amigos de mis padres, Maggie la novia de Miguel Angel y también Rubén.

La vergonzosísima escena en la que todos me cantan el feliz cumpleaños la supere casi en un parpadeo, aunque me sigue angustiando el hecho de que no sepa que cara poner ante la situación, pero como es solo una vez al año, suelo olvidar planearla con cuidado, y en el momento me cubro la cara con las manos. Lo sé, vaya improvisación.

En ese momento mi madre repartía el pastel, los invitados disfrutaban de la atención y charlaban entre ellos, Mangel hablaba con un amigo suyo rodeando con el brazo el cuello de su novia, la tía abuela se había quedado dormida sentada y yo Preferí encerrarme en mi habitación, como toda una antisocial.

Cerré la puerta sin seguro porque simplemente no lo considere. Camine hasta mi mesa de trabajo y saque una hoja en blanco. Tome un lápiz de punta fina y comencé a trazar líneas y a bocetar un cupido.

Como me gustaba este simpático personaje: sus alas pequeñas en proporción a su cuerpo, su arco y flecha dorados, sus rizos rubios cayéndole hasta la nuca como cascada, la sabanilla que cubría su desnudez. Era un ser agradable a mis ojos y siempre disfrutaba dibujarle.

Alguien abrió la puerta y me sobresalte, me puse de pie como un rayo y me di la media vuelta, mirando en dirección a la puerta, ya que estaba de espaldas a esta.

Vi a quien menos pensé que vería ahí parado.

—¿Qué sucede?—  Pregunte casi grosera, porque me parecía una completa falta de respeto que entrara a una habitación sin asco.

—Lo siento—   Se disculpó y se aclaró la garganta—   Yo... este... yo...venía a buscar algo muy importante.

Dicho esto caminó hacia su maleta.

Suspire, pero sonó mas como un bufido lento y cortante.

Volví a sentarme y continúe en lo mío. Pero dos deditos regordetes se enterraron en mi hombro, pasados unos segundos y volvieron a interrumpirme.

—Feliz cumpleaños—  Dijo extendiéndome un paquete de importante tamaño y chato. Rubén se veía contento y me lo enseñaba como un trofeo.

Mire el obsequio empaquetado y lo mire a él. Me pare y tome el paquete entre mis manos. Camine hasta mi cama y me senté en ella. Lo iba a guardar en una cajonera y luego lo abriría, pero el permaneció en el espacio entre las camas de Mangel y mía, y me miraba como pidiéndome una explicación.

—Gracias, Rubén, no debiste—   Agradecí, pero no parecía satisfacerse con ello—   Luego lo abriré.

—¿Podrías abrirle ahora?—  Dijo él y se sentó en la cama de Mangel, de modo que quedamos uno enfrente del otro.

Trague saliva con dificultad y asentí, entonces tome el paquete de la cajonera y con dedos temblorosos retire el lazo.

El papel cayó con el lazo y ahogue un grito, pero me tape la boca con una mano.

Todavía recordaba el día en que se lo regale yo a él, y estaba en las mismas condiciones que entonces.

—Ru-Rubén—  Masculle impresionada contemplando cada detalle de la obra, ahora enfundada en un precioso marco de madera—   Rubén...no puedo creer que todavía lo conservas.

—¿Creías que lo iba a desechar?—  Suena decepcionado de mí, y yo no puedo dejar de asombrarme porque estoy impactada de que todavía conserve el Dibujo que le hice hace más de diez años.

Nos quedamos en silencio por unos minutos, y yo no puedo dejar de contemplar aquel dibujo, como si fuera algo que nunca lograría obtener. Realmente, no recordaba cuanto me había esforzado por hacérselo.

—Yo...—   Lo mire a los ojos.

Tenía una chaqueta de cuerina marrón y unos pantalones gastados, estaba sentado y apoyado sobre sus codos en las piernas, el cabello todo desordenado como casi todas las veces y sus ojos estaban perfectamente enfocados por la poca luz del velador. Si, las luces estaban apagadas y solo nosotros dos nos veíamos en medio de la oscuridad del cuarto.

—Yo también tengo algo para ti—  Titubee casi mordiéndome los labios y tambalee las manos hasta la cajoneta de debajo de todo en la comodilla, donde guardaba el nudo en forma de corazón que me había regalado aquel mismo día.

La saque de su lugar donde tan bien la guardaba, y se la extendí. La tomo entre sus manos y la observo a detalle por varios minutos. También parecía sorprendido por aquel simpático y humilde regalo.

Optó por reír mirando el anudado, y se lo llevó al pecho.

Me miro a mí aun con una sonrisa tan sincera, y no pude hacer más que devolvérsela.

—Astrid ¿No extrañas esos tiempos?

Asentí con la cabeza y mirando hacia abajo con una gran sonrisa.

¿Los recuerdas?

Esta vez me mordí el labio inferior y continúe asintiendo.

Rubén se incorporó y volvió a sentarse, pero a mi lado, y tan cerca que nuestros cuerpos chocaban el uno con el otro.

—Rubén...—   Suspire pausadamente- ¿Recuerdas aquel día en que jugamos al príncipe y la princesa?

Rubén alzo la vista y miro a un punto fijo en la nada. Y de la nada misma, Rió.

—Como si hubiera pasado esta mañana—  Confeso y me miro a los ojos aun con una sonrisa imborrable. Ahora ambos nos mirábamos a los ojos, tan fijamente, que daba miedo.

Sus ojos verdes se teñían de una extraña sensación de preocupación y me aterraba la idea de no saber porque se me antojaba idealizar que estaba preocupado.

Poco a poco, se fue acercando a mí, más y más, hasta quedar uno muy cerca del otro. El calor de la temporada no ayudaba, yo entera temblaba como gelatina y no sabía para donde mirar.

Me miraba, miraba cada detalle de mi rostro.

Llevó su mano hasta mi cintura y ahí la dejó. La mire como si fuera la cosa más rara del mundo, y volví a mirarlo. Estaba casi haciendo un puchero y el me miraba tan fijamente...

Llego al punto en el que estábamos tan intimante que podía sentir su aliento golpeando mis labios y apenas si alguno de los dos nos podíamos mover.

—¿Que estás haciendo?—   Pregunte y mi mirada cayó en un punto fijo hacia abajo.

—Quiero besarte—  Admitió y un escalofrió me recorrió la espalda entera. Volví a míralo. Su mirada era tan suplicante que temía poder rechazarlo. De algún modo, también quería hacerlo yo.

Entonces, una lucha interna dentro de mí se armó.

Astrid. ¿Tienes Novio?.

Yo... No, Ruby. No tengo... y... ¿tú tienes?

No.

¿Y... Quien quieres que sea Tu novia?

Me gustaria que Fueras Tu.

Yo Tambien quiero ser tu novia.

¿Pu-Puedo... besar... a la Princesa Astrid?

S-Si.Si

Quería besarlo por tal y solo una última vez para asegurarme de que realmente no lo amaba ya.

Entonces trague saliva con dificultad, y volví a míralo, lleve una mano a su cuello y acaricie con la punta de mis dedos los cabellos de su nuca.

-Hazlo.

Al Final te Enamorare | Ruben DoblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora