Capitulo 19

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Rick

Horas antes...


Saco mi teléfono. El brillo de la pantalla me golpea como un mazazo al alma. Allí está Vanessa, saliendo de la casa de sus padres. Sus pasos son frenéticos, como si corriera para salvarse de algo, o de alguien. Su ropa está hecha jirones, dejando expuesta demasiada piel. La cámara capta el pánico en su rostro, y eso... eso es lo que me hace apretar los puños hasta que los nudillos se ponen blancos. Ellos. Lo sé. Son sus padres. Pero la pregunta que martillea en mi cabeza no es cómo, sino ¿por qué?.

Cierro los ojos por un instante, solo un segundo para que mi mente afilada procese todo. Pero no hay espacio para titubeos. Mi teléfono está en mi mano antes de que lo note, y marco el número de uno de mis hombres.

-Lleven a Nick con la señora Carson -ordeno, mi voz es un filo cortante, carente de dudas-. Y no quiero que nadie se le despegue. Si algo le pasa, ustedes pagarán con su vida. ¿Entendido?

Al otro lado de la línea, el hombre traga saliva antes de responder. -Entendido, Rowan.

Cuelgo sin esperar más.

No soy un hombre paciente. La paciencia es para los débiles, para los que dudan antes de actuar. Yo ejecuto, corto de raíz cualquier problema antes de que tenga la oportunidad de florecer.

Derek cree que puede controlarme asignándome a estos dos idiotas. Los tengo pegados a la espalda como una maldita sombra inútil. No me importa. Si intentan estorbarme, terminarán bajo tierra junto a los demás desechos que he enterrado. La lealtad hacia Iris es mi única brújula. Todo lo demás es ruido, y yo sé cómo silenciar el ruido.

Piso el acelerador a fondo. El rugido del motor y el viento cortando el aire son los únicos sonidos que necesito. Cada segundo perdido es una oportunidad para que esos bastardos se escapen. No lo permitiré.

La sangre me hierve al recordar las palabras de Iris sobre mi hermana. "Si alguna vez me fallas, si alguna vez haces algo que me haga dudar de tu lealtad, no será tu sangre la que derrame, Rick. Será la de tu hermana."
Esa frase es un veneno que se filtra por mi mente. Me acusó de haber tenido algo que ver con su secuestro en Nueva York. Pero no tuve nada que ver con eso. No importa cuánto lo repita en mi cabeza, su desconfianza es una herida que no cicatriza. No sabe lo que pasó realmente. No sabe que cuando ocurrió, dos camionetas más salieron de la nada, nos cerraron el paso para impedir que siguiéramos al vehículo que se la llevó. Nos encargamos de esos idiotas rápidamente, pero para cuando los cuerpos estaban fríos en el asfalto, ya era imposible saber por dónde había huido el maldito chofer.

Poco después, Derek llamó. Me envió una dirección, una oportunidad para limpiar el desastre. Fuimos allí y aseguramos la zona, eliminamos cualquier amenaza. Hicimos lo que debíamos hacer. Pero el daño ya estaba hecho y su confianza ya estaba rota. Pero, ¿Ella me tenia confianza?

Ese recuerdo me consume, pero no me desenfoca. La ira se convierte en una determinación de acero. Voy a traerle a esos desgraciados medio vivos, aunque tenga que destrozar su mundo para conseguirlo. Si es lo que necesita para ver que le soy leal a ella, que soy su verdugo, lo haré sin pestañear. No conozco otra forma de vivir. No sé qué significa el perdón ni la compasión. Solo entiendo órdenes, consecuencias y sangre. Su voluntad es mi ley y, cuando se infringe, soy yo quien corta, mutila y destruye hasta que todo vuelve a estar en orden.

La lealtad no es un juramento vacío para mí. Es una maldita cadena que me ata, me define y me guía. Cada vez que dudo, esa cadena me aprieta el cuello hasta recordarme lo que soy: un instrumento para cumplir sus designios, un depredador listo para cazar a quien sea que amenace su dominio. No importa el costo. No importa el dolor. Solo importa ella.

El Peso del Pasado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora