Capítulo 41

71 13 3
                                    

El mundo a mi alrededor seguía su curso, mientras yo veía un punto invisible en la pared blanca del estrecho pasillo del hospital, las lágrimas cesaron, han sido tantas las que he derramado estos meses, más de las que he derramado en toda una vida, arañazos y moretones en mis brazos, los primeros por Wendy, los otros por Acosta, mis pies duelen por los tacones pero agradezco ese dolor, me distrae del que engulle mi corazón, no sé cuánto tiempo ha pasado, recuerdo el reloj, lo veo y marcan las 23:11, han pasado como 5 minutos, la cadena que me dio Alejandro pesa en mi cuello, es el peor cumpleaños.

Escucho pasos acercándose, no presto atención, estoy cayendo en un pozo de depresión, lo veo venir, sin embargo, unos grandes ojos marrones están a mi altura y me observan preocupados, parpadeo varias veces y siguen ahí, su boca esculpida rodeada de una prolija barba, habla pero no escucho lo que dice, obligo a mis oídos a prestar atención y tres palabras atraviesan mi mente, corazón y alma: 'Alejandro está vivo'

Meneo mi cabeza pensando que me está confundiendo, pero allí están los ojos marrones, detrás los verde esmeralda de Will estrechándose al final con una sonrisa, los azul cielo de mi padre están preocupados pero sonriente, me levanto del piso y reconozco al doctor Gabriel Prado, me ayuda a levantarme y pregunta:

-¿Melissa, estás bien?
-¿Cómo voy a estar bien sabiendo que mi hermano está muerto por mi culpa? -espeto con ira.
-Tranquila, su corazón volvió a latir, él está vivo, luchando por su vida -dice y siento mis ojos anegarse, creí que no tendría más lágrimas, abrazo al doctor.
-Gracias, doctor -digo en su oído, él se sorprende por mi repentino ataque pero palmea mi espalda con incomodidad y me separo.
-Necesito verlo -suplico.
-Está recuperándose, pero haré una excepción con ustedes, pueden entrar los 3 por unos minutos -no ha terminado de hablar cuando me dirijo a la habitación, entro y lo veo, compruebo las pulsaciones del monitor y una sonrisa se extiende en mi cara, camino hasta él, su rostro estoico me recibe, acaricio sus cabellos y hago lo que él haría, besar su frente, mis lágrimas caen en sus mejillas cuando me acerco, siento un brazo rodear mi cintura y miro por encima de mi hombro, el rostro de mi padre con felicidad contenida, me volteo y pongo mi cabeza en su pecho mientras pronuncio como un mantra:

-Está vivo, está vivo -aprieta sus brazos a mi alrededor y besa mi cabeza, es tan familiar, su olor particular envolviendome, me separo para darle espacio con su hijo, entonces mi mirada va hasta el hombre cabello rubio desordenado, su camisa desencajada manchada de sangre, no sé dónde quedó su saco, tiene las manos en los bolsillos del pantalón.

Siempre está ahí, dándome espacio pero allí, presente, es el hombre de mi vida, de eso no tengo duda, lo amo tanto, camino hasta él, ahueco su rostro con mis manos y beso una lágrima solitaria que cae.

-Gracias -digo mirando sus ojos, entiende todo con esa palabra.
-Te amo, preciosa -murmura antes de besar mis labios con fervor, todas mis preocupaciones y el dolor se desvanecen, somos él, yo y su lengua danzante en mi boca explorando el más mínimo recoveco, justo lo que necesitaba, y lo quiero todo, sueno egoísta pero no me importa.

Alguien aclara su garganta en algún lugar y me separo volviendo a la realidad, mi padre sonríe con complicidad y el doctor Prado nos ordena salir, es tarde y solo una persona puede quedarse, vi en los ojos de mi padre el ruego silencioso de que él quería quedarse, asiento en su dirección.
Nos despedimos y voy hasta la habitación de Wendy, ella duerme tranquila, la causa de su desmayo fue por el exceso de presión y movimiento, esta noche estará en observación, mañana podrá salir y ver al padre de su hijo.

☆☆☆

Al llegar a casa, veo mi reflejo en el espejo, mi peinado desbaratado, maquillaje corrido, el vestido arrugado y sucio de sangre, Will se acerca y me desnuda, sus brazos me llevan a la ducha y sus manos trabajan en quitar todos los malos recuerdos de la noche, decido hacer lo mismo con él, después nos vamos a la cama, estamos tan cansados que nos fundimos en un profundo sueño envueltos en brazos del otro.

Giros InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora