Capítulo 36.|Inolvidable.

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Una nube negra que he estado viendo durante un tiempo todavía cubre mi vista. Es insoportable querer abrir los ojos y no poder hacerlo. Voces impactan mi cabeza y me hacen desear con más fuerza poder despertar. Escucho ruidos fuera, hablan cosas que no logro entender y mi sentido de la vista ruega por poder despertar.

Abro los ojos y vuelvo a cerrarlos por la presión de la luz. Intento abrirlos de nuevo y esta vez me logro acostumbrar un poco a la claridad que entra por la habitación de hospital.

¿Hospital? ¿Qué hago aquí?

Imágenes de lo ocurrido aparecen en mi memoria dándome un fuerte dolor de cabeza. Gemí quejándome por el dolor. Siento mi cuerpo adolorido, como si un camión me hubiera pasado por encima. Las paredes blancas y solitarias me rodean, y siento la necesidad de ver un rostro conocido, porque verdaderamente no sé si estoy viva o me lo estoy imaginando todo.

La puerta se abre y una enfermera entra directo a checar el suero. No se ha dado cuenta de que estoy despierta y es extraño. La miro y veo que tiene un porta papeles en sus manos anotando no sé que cosa. Siento mucha sed, así que carraspeo haciendo que la enfermera fijara su vista en mí.

Una sonrisa apareció en su rostro.

—Que bueno que despertó señorita, el tranquilizante duró más de lo que pensábamos.—Habló ella con una voz dulce y especial.

¿Tranquilizante?

—¿Cómo que tranquilizante?—Pregunté con poca voz.

—Despertó muy alterada y el doctor pensó que era mejor dormirla por un tiempo más.

Asentí sin darle mucha importancia.

—Tengo sed.—Pedí con urgencia.

La enfermera se apuró y trajo un vaso de agua dándome de beber.

—Es usted una chica muy querida. Allá fuera hay aproximadamente como diez personas que no han dejado el hospital desde su accidente.

Le entregué el vaso y me quejé cuando un fuerte dolor golpeó mi espalda.

—¿Por qué me duele todo?—Me quejé tratando de incorporarme en la cama pero me fue imposible.

—Tuvo un accidente muy fuerte señorita, usted está viva de milagro.

Imágenes, gritos, dolor, voces y una oscuridad que parecía eternidad me congelaron la cabeza. El accidente de auto, los gritos de los chicos, el dolor del impacto contra mi cuerpo y las voces que escuchaba mientras estaba dormida, todo esto es muy confuso. Miro a la enfermera que se ha puesto de pie para terminar su chequeo.

—¿Cuántos días han pasado?—Pregunté cuando un fuerte dolor de cabeza me hizo lanzar una queja.

—Tres días exactamente señorita.—Me sonrió.—Por cierto, su novio, ese chico guapo con mirada sensual se ha estado volviendo loco todos estos días.

Fruncí el ceño.

—¿Mi novio?

—Sí, el chico rubio de ojos miel y un cuerpo de infarto.—La miré divertida al verla delirar por él.—Lo siento, perdón, pero es inevitable, déjeme y le digo que tiene usted un bombón de novio.—Hizo una mueca de tristeza.—Que no daría yo por tener un bombón así entre mis brazos.

Sin poder evitarlo solté una carcajada que me hizo doler hasta los huesos de la cabeza.

—¿Le gusta mi novio?—Comenté divertida.

Su semblante se volvió serio y se puso más blanca que de costumbre.

—Lo siento...perdone mi atrevimiento señorita.

Ámame Sin Importar Qué #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora