Sinopsis.

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Mi padre decía que debía de ser feliz a pesar de la gente que faltará en mi vida. A pesar de el dolor que existía en mi ser y en todo mi cuerpo. Yo tenía que ser feliz costara lo que costará sin quitarle la felicidad a los demás.

-Zeus.

Zeus seguía con la mirada fija en el cuaderno, sus compañeros de clase lo veían como aquel "bicho raro" pues pocas veces hablaba, alzaba la mirada o respiraba porque para ellos no tenían la impresión de que respiraba. Pero sonreía.

Cuando la maestra dijo que podían salir, todos tomaron sus mochilas y salieron corriendo, gritando, empujando. Zeus camino hasta la puerta, al llegar a el patio se sentó en una banca a esperar. Movía sus pies de atrás a adelante. Él no sabía porque se sentía así, se sentía incómodo y era horrible, según él, dolía.

Le decía a su padre que le dolía el pecho, como cuando se raspaba las rodillas cuando se caía por correr. Decía que sentía como sí algo le estuviera golpeando.

Él todavía no era consiente, no del todo. Pero le afectaba demasiado.

Cuando por fin escucho su nombre de la voz de una mujer dio un brinco de la banca para ponerse de pie.

-Adiós Zeus, buen fin de semana-le dijo la mujer cuando paso por la puerta y él sonrió.

-Adiós.

Afuera esperaba su padre, le tendió la mano para que la cogiera y así lo hizo.

Ya no había palabras para lo que era el día a día de ellos dos, tan silencioso, tan vacío.

En la mesa ya no sobraba una silla, ahora sobraban dos. Existía ese vacío, ese dolor que Zeus representaba como físico.

En la cama sobraban almohadas, espacio. Eran tan frías la sábanas, tan grande la cama.

Así qué Samuel tuvo que cambiar aquello, decidió dejar que Zeus durmiera con él, tanto como él como su hijo, sentían un gran vacío en todos lados, pisaran por donde pisaran por toda la casa, sabían que sobraba lugar, que era muy grande para ellos dos.

Cuando llegaron a casa, Samuel preparó un poco de comida, era ilógico hacerlo puesto que eran pocos pero aún así lo hizo. Zeus movió su comida y la probaba de apoco, con la cara recargada en su mano.

-¿Qué tal la escuela?-pregunto Samuel.

-Hicimos... ¿Origami? ¿Así se dice?-Asintió

-¿y qué figura hiciste?

La plática era corta y totalmente tonta pero no importaba, era su hijo y quería escuchar, quería dejar de pensar tanto en tantas cosas, en el pasado y preocuparse de el futuro. Tenía qué estar atento al presente y no perder ningún detalle, no de la única familia que ahora tenía. Zeus.

Se levantó de la mesa y corrió hasta su mochila sacando el pequeño corazón, eso era lo que había hecho.

-Un corazón. La maestra dijo que representaba el amor, que todos tenemos uno y que con ese, nosotros podemos amar a quien sea. ¿Es lindo verdad?

Samuel se sorprendió con la fluidez con la que dijo eso su hijo, lo dijo sin despegar la vista del corazón. Era la cosa más larga que había dicho desde... Hace unos meses.

-Si pequeño, es muy lindo.

-Yo creo que cuando la persona que amas se va, tu corazón se duerme. ¿No papi?

Él no supo que decir, Zeus tenía razón, aun cuando el corazón no fuese dueño de los sentimientos, cuando Guillermo se fue, fue como sí su corazón se fuera con él. Como si su corazón hubiese muerto.

El diario de Zeus. -Secuela de Un Mes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora