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Milim no tenía prisa, y Rimuru, por primera vez en mucho tiempo, tampoco.
El silencio entre ellos no era incómodo. Al contrario, parecía un puente invisible que los conectaba en un lenguaje que iba más allá de las palabras.
Milim sentía algo diferente. No era el ardor de la batalla ni la adrenalina de un desafío. Su cuerpo reaccionaba de una forma nueva, no por nerviosismo, sino por la plena conciencia de lo que estaba ocurriendo. No había necesidad de medir fuerzas ni de analizar movimientos. No había estrategias ni enemigos.
Esto era otra cosa.
Esto era…
Deseo.
Pero también confianza.
La sensación que la envolvía no era de incertidumbre, sino de calma. Era extraño, considerando su temperamento impulsivo y su costumbre de actuar sin pensar. Sin embargo, aquí estaba, atrapada en este momento, permitiéndose sentir sin cuestionarlo.
Rimuru, siempre tan atento, se movió con una suavidad que casi la desarmó. No tenía prisa, no intentaba apresurar nada. Sus dedos se deslizaron por su mejilla con delicadeza, como si trazaran algo sagrado. Milim atrapó su mano sin pensarlo, entrelazando los dedos con una naturalidad que la sorprendió.
—¿Por qué me miras así? —murmuró Rimuru, con una media sonrisa. Sus ojos, sin embargo, reflejaban algo más profundo, más honesto.
Milim tragó en seco. Ni siquiera ella estaba segura de qué expresión tenía en ese momento. Solo sabía que no quería apartar la mirada.
—Porque quiero recordar esto —susurró—. Cada segundo.
Rimuru parpadeó, como si sus palabras lo hubieran tomado por sorpresa. Pero en vez de responder, simplemente sostuvo su mirada, como si quisiera grabar ese instante en su memoria de la misma manera que ella.
El aire entre ellos pareció volverse más denso. Milim entrecerró los ojos, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, aunque no por miedo. No entendía por qué su mente le jugaba de esta manera. Hace mucho que no tenía reparos en lo que hacía, y sin embargo… ahora sentía que cada detalle importaba.
Era una sensación abrumadora, pero no desagradable.
Por un momento cerró los ojos, dejándose llevar. Su mente se nublaba, no porque algo estuviera mal, sino porque todo esto era demasiado. Suelen decir que es peligroso bajar la guardia, pero en este caso, Milim sentía que podía hacerlo sin temor.
Y eso, se dio cuenta, era porque estaba con él.
Rimuru.
Él era la única persona con la que podía ser así. Con la que podía soltar la máscara de fuerza y dejarse llevar sin preocuparse por el mañana.
Rimuru pareció percibirlo, porque sus movimientos se volvieron aún más cuidadosos. Milim sintió su aliento cálido rozar su piel antes de que sus labios se encontraran nuevamente. Fue un beso lento, sin prisa. No hubo dudas ni titubeos, solo la certeza de que esto era real.