Capitulo 10 En la antigua ciudad de los dragones

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Rimuru permaneció sentado junto a la cama de Milim, observando su inmóvil figura con los ojos fijos.

Los días pasaban y ella seguía en su estado, inconsciente, atrapada en lo que parecía una batalla interna entre su cuerpo y la abrumadora cantidad de Magículas que había perdido.

La habitación, oscura y sombría, solo estaba iluminada por la tenue luz del sol que se filtraba a través de las cortinas rasgadas.

La ciudad había sobrevivido, sí, pero lo que habían presenciado no era algo que cualquiera pudiera olvidar fácilmente.

Milim, quien había estado en el centro de esa catástrofe, era ahora una sombra de la persona que había conocido. Rimuru nunca había visto a la joven tan vulnerable. La fuerza inquebrantable que siempre había demostrado estaba ausente. En su lugar, había una quietud incómoda, como si algo estuviera bloqueando su energía, su voluntad.

"¿Por qué no despiertas?" pensó Rimuru, cerrando los ojos por un momento, intentando calmarse. El silencio en la habitación era pesado, pero no era solo el silencio de la espera, era también el de la incomodidad.

Su mente estaba llena de pensamientos que no podía poner en palabras. La sensación de impotencia era más fuerte de lo que hubiera querido admitir. Aquí estaba, en medio de todo esto, sin saber cómo ayudarla, sin saber qué hacer. Y lo peor de todo, era la verdad que acababa de aceptar: algo en su interior le decía que lo que estaba experimentando no era solo preocupación. Era mucho más que eso.

"Solo... despierta. Por favor..."

Las palabras salieron de su boca sin pensarlo, y al instante, Rimuru se tensó. No podía ignorar lo que había dicho, ni el peso que esas palabras ahora llevaban. Había algo más, algo que se estaba formando en su interior, algo que no había sido consciente hasta ese momento. Milim, la niña dragona que siempre había sido tan poderosa, tan llena de energía, se había convertido en la pieza que faltaba en su vida.

Ella no era simplemente una amiga ni una aliada. Milim era parte de él, de una manera que nunca había comprendido. Y ahora que la veía en ese estado, atrapada en su propio cuerpo, se dio cuenta de que no podía imaginar un futuro sin ella.

"¿Qué demonios estoy pensando?"

se regañó a sí mismo en silencio. No era posible.

Milim siempre había sido un compañero de batalla, alguien con quien luchaba a su lado. Pero ahora, mientras la observaba, mientras su mano temblorosa tocaba la fría piel de su amiga, todo parecía más claro.

En ese momento, un dragonoide se acercó con cautela, su expresión llena de duda.

—¿Ha mostrado alguna señal de despertar?—preguntó, su voz débil, cargada con la misma ansiedad que sentía Rimuru

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—¿Ha mostrado alguna señal de despertar?—preguntó, su voz débil, cargada con la misma ansiedad que sentía Rimuru.

Rimuru miró al dragonoide sin realmente verlo, su mente estaba enfocada en algo más. Él también sentía la tensión en el aire, esa sensación de que algo no estaba bien, pero lo que más le perturbaba no era el estado físico de Milim, sino la angustia que lo invadía por dentro. No podía dejarla. No podía aceptar que ella pudiera estar perdida para siempre.

Ciel, la voz tranquila que siempre tenía las respuestas cuando Rimuru la necesitaba, respondió en su mente.

—La señorita Milim ha recuperado un 40% de su Magículas. Su cuerpo está restableciendo el equilibrio, pero...

Rimuru apretó los dientes, sintiendo el peso de la advertencia de Ciel.

—¿Pero qué?—exigió, su voz más baja, como si temiera que las palabras pudieran hacerle daño a él mismo.

—Su energía está siendo retenida. Algo está interfiriendo en su capacidad para recuperarse, como si algo o alguien la estuviera manteniendo en este estado.

El corazón de Rimuru dio un vuelco. ¿Qué significaba eso? ¿Había algo fuera de su alcance que estaba afectando a Milim? ¿Quién o qué podía hacerle esto?

—¿Significa que... no está aquí por su propia voluntad? —murmuró, casi sin poder creer lo que estaba pensando. Pero en ese momento, todo tenía sentido. Milim, con su poder inquebrantable, nunca se quedaría dormida tanto tiempo sin una razón. Algo debía estar interfiriendo con su recuperación.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Los subordinados de Milim intercambiaron miradas preocupadas, pero no había respuestas. Ninguna de las teorías de Rimuru, ninguna de sus preguntas, podía acercarse a una solución. La incertidumbre se instaló como una niebla espesa, oscureciendo cualquier posibilidad de acción.

En ese instante, el vacío se expandió dentro de él. No solo porque no supiera qué hacer para ayudarla. Era el vacío de no saber qué sucedería si algo saliera mal. Si algo le pasaba a Milim, si no despertaba... ¿qué quedaría de él? Milim no solo había sido su amiga. 

Ella era alguien que, sin saberlo, había tocado lo más profundo de su ser. En el campo de batalla, en la mesa de decisiones, siempre había estado allí. Siempre había sido más que un compañero.

Rimuru apretó su mano sobre la de Milim, sintiendo un estremecimiento recorrer su cuerpo. No podía seguir ignorando lo que estaba pasando dentro de él. Nunca antes había sentido este tipo de inquietud, este miedo, este... deseo de estar junto a ella. No solo como un líder o un amigo, sino como alguien que realmente se preocupaba por su bienestar, alguien que no podía perderla. Pero, ¿cómo decirlo? ¿Cómo aceptarlo siquiera?

Una pequeña chispa de esperanza se encendió en su corazón cuando la voz de Ciel volvió a sonar en su mente.

—Mi señor, los niveles de Magículas de la señorita Milim siguen aumentando. Hay una leve mejoría.

Rimuru se levantó de golpe, mirando a la figura inmóvil de Milim. Era un avance pequeño, pero suficiente. Había algo en el aire, algo en esa ligera mejoría que le dio fuerzas. Su respiración se aceleró, pero esta vez no por la ansiedad, sino por la determinación. Si Milim estaba luchando, él también lo haría. No podía dejar que ella siguiera atrapada en ese estado.

"Lo haré. Lo haré por ti, Milim."

El sol comenzaba a ponerse, bañando la habitación en una suave luz dorada. Rimuru se sentó nuevamente a su lado, observando el rostro de la dragona con una intensidad renovada. No se daría por vencido. No mientras ella estuviera luchando por despertar.

Y tal vez, solo tal vez, él podría empezar a comprender lo que realmente sentía por ella.

Porque ahora lo sabía. Milim no solo era su amiga. Ella era mucho más que eso.

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