10. En medio de las Llamas.

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El sonido crujiente de la madera y el inconfundible olor a quemado inundaron mis fosas nasales. Comencé a sentir mucho calor, y entonces mis ojos fueron abriéndose lentamente, solo para mostrarme el peor escenario posible: a unos cuantos metros nada más se desataba una muralla de fuego ardiente, cuyas llamas consumían todo lo que estuviera a su paso en cuestión de segundos.

Mi instinto fue huir inmediatamente, pero la cuerda que me sujetaba a la rama del árbol me lo impedía. Apresurada, y sintiendo como el pánico se estaba haciendo presente, desaté la soga con apuro, logrando que perdiera el equilibrio y cayese bruscamente al suelo de boca, desde una considerable altura. Por suerte no me había lastimado nada, pero el dolor del golpe perduraría por algunos minutos más.

Aún con el dolor del golpe, me levanté, tomé mi mochila, y corrí lo más rápido que mis piernas me permitían para escapar del fuego. Sin embargo, los Vigilantes parecían no tener la intención de dejarme tranquila, pues un nuevo muro de fuego se desató justo frente a mí, obligándome a frenar bruscamente y cambiar mi ruta de escape en otra dirección. Comencé a pensar que el público se estaba aburriendo y quería acción. Los Vigilantes armaron todo esto para animar un poco las cosas, generar un encuentro entre algunos tributos y darles a los espectadores lo que quieren: sangre y más sangre. Y parecía estar funcionando, pues al otro lado del muro de fuego pude divisar a un tributo asesinando a hachazos a otro, y yo por poco y logro escapar de una chica, que finalmente fue rodeada por las llamas.

El humo comenzó a volverse más denso, saturando mis pulmones y provocándome un ataque de tos que no parecía querer parar. Así mismo, me dificultaba la vista, y mis ojos comenzaron a lagrimear por el calor. Tomé el extremo inferior de mi camiseta y cubrí mi rostro, sentía que me ahogaba y comencé a hiperventilarme.

El pánico se apoderó de mí cuando noté que el fuego estaba acorralándome. Observé en todas las direcciones desesperada por encontrar alguna salida, y no sé si fue un milagro o estaba planeado por los Vigilantes, pero unos metros más adelante, se abría un espacio entre las llamas, un pasillo estrecho pero lo suficientemente amplio como para que pudiera pasar sin problemas.

Entonces, sentí como un impulso de energía, y empecé a correr a todo lo que mis cansadas piernas daban. Faltaba poco, no debía rendirme. 

Faltaban tan solo unos centímetros para escapar, pero en ese momento la suerte parecía no estar de mi lado, pues un enorme tronco seco, envuelto en llamas, se desplomó justo frente a mis ojos, lanzando chispas por doquier y obligándome a retroceder, lo que hizo que cayera de espaldas al suelo. El fuego alcanzó el extremo de mi pantalón y pronto generó una enorme quemadura en mi pantorrilla, que me hizo aullar de dolor. Aún rengueando, me levanté con las pocas fuerzas que me quedaban y volví a correr, mientras mordía el interior de mi mejilla para no gritar, sintiendo el sabor metálico de la sangre en mi boca.

Unos metros más adelante ya había escapado del fuego, pero de todas formas no me detuve hasta un rato después, cuando, exhausta, me tumbé recostándome sobre el tronco de un grueso árbol. Mi respiración volvió a normalizarse, y algo insegura, me atreví a levantar la tela del pantalón para observar la quemadura: era enorme, cubriendo casi toda la pantorrilla, y había mucho tejido muerto y podrido. Si no la trataba adecuadamente, se infectaría, y podría llegar a ser mortal. Eché la cabeza atrás y cerré los ojos, harta de todo, mientras soltaba un suspiro cargado de frustración, pero mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de un suave tintineo.

Abrí los ojos de repente, encontrándome con un pequeño paracaídas plateado que flotaba lentamente en mi dirección. El mismo sujetaba una pequeña caja metálica. Con un poco de esfuerzo, logré levantarme y caminé hacia él. Sostuve la caja entre mis manos, notando que de ella colgaba una pequeña tarjeta con alguna inscripción. La leí.

Los Juegos Del Hambre: La Historia de Cressida Fink.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora