20. Regresando al Distrito 7.

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A la madrugada siguiente, el equipo completo nos acompañó a Mellie y a mí a la estación. Me despedí entre llantos de Jinxed, Fabio y Mérida, de quienes me encariñé demasiado aunque sabía que no duraría demasiado nuestro vínculo. 

Finalmente, Mellie y yo subimos al vagón y el tren comenzó a moverse, y así, yo veía desde la ventana como sus rostros desaparecían de mi vista por el túnel mientras iba de camino al Distrito 7 para ser recibida por todas las personas que me esperaban en casa.

Largo rato después, regresamos por fin a casa. Bajé rápidamente del tren para ver a mi madre en el andén de la estación. Corrí hacia ella con lágrimas en mis ojos. Necesitaba abrazarla, sentir su calor después de tanto tiempo.

— ¡Mamá! —Chillé, extendiendo los brazos. Sin embargo, su rostro inexpresivo no cambió, y se mantuvo estática en su lugar. Desaceleré entonces mi andar.

— ¿M-Mamá? —Me atreví a preguntar, confundida— ¡He regresado! 

— Ya lo sé —Responde fríamente— Y preferiría que no hubise sido así, pedazo de escoria.

Comencé a alterarme, pues no estaba procesando bien lo que acababa de ocurrir. Me acerqué hasta ella, quedando a centímetros de distancia

— ¿Mamá? ¿Q-Qué te ocurre? —Intenté tomarla de la mano, pero ella se apartó bruscamente, para verme con odio puro en sus ojos.

— ¡No vuelvas a tocarme, y tampoco te atrevas a llamarme Madre! —Escupió con odio, haciéndome quedar helada en medio de la estación de trenes.

— ¿Qué hice...? —Sollocé, confundida— ¡Mamá, por favor, explícame!

— ¡Callate! —Vociferó enfurecida— ¡Tú mataste a mi hijo, maldita desgraciada! ¡Debiste ser tú! ¡¿Por qué no moriste?! ¡Monstruo, te odio!

Te odio.

Te odio.

¡Te odio!

Desperté. Sobresaltada, con el corazón latiendo a mil y empapada en sudor. Mellie apareció en el vagón donde dormía y se recostó conmigo, tratando de calmarme.

— Me odio tanto, Mellie. Debí morir yo... Mi madre va a odiarme para siempre —Susurraba entre el llanto, mientras ella me abrazaba e intentaba que dejara de llorar.

— Son pesadillas, Cressida, nada más que eso —Respondió— No te culpes, debes tranquilizarte.

— ¿Pero y si mi madre no me acepta? ¡Tristan murió en vano, y por mi culpa!

— No, eso no es verdad —Sentenció ella— Él no ha muerto en vano, y eso solo puedes demostrarlo viviendo por él y trabajando duro, sin arrepentimientos.

— ¿Y qué hay sobre mi madre? ¿Y si ella me odia? —Pregunté con temor a la respuesta.

— Ella te aceptará, porque eres su hija y te ama, y no hay nada en el mundo que cambie eso. Ahora, intenta dormir, aún falta mucho para llegar.

Asentí, volviendo a recostarme. Mellie me arropó y me deseó las buenas noches. Lo último que escuché fue como la puerta del vagón se cerraba. Minutos después, vencida por el cansancio, caí en los brazos de Morfeo.



Los Juegos Del Hambre: La Historia de Cressida Fink.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora