11. Una alianza se vuelve una Amistad.

861 65 2
                                    

Mis ojos comienzan a abrirse nuevamente. No sé exactamente cuánto tiempo ha pasado, ni en dónde me encuentro, sólo sé que la cabeza me da vueltas, y que las picaduras que me hicieron las Rastrevíspulas están menos hinchadas. Además, puedo notar que alguien las ha cubierto con rodajas de aloe. 

Me reincorporo, algo adolorida de la espalda, y observo un poco el entorno que me rodea. Me encuentro en una cueva, algo escondida entre los arbustos. Rebusco a mi alrededor para encontrar mi mochila, la que reviso para ver que nada falte, y efectivamente, todo está en su lugar. Aprovecho y saco una cuchilla de uno de los bolsillos de la misma, solo por precaución.

Es entonces cuando escucho pasos, y volteo bruscamente, para ver a una chica, la misma que se movía entre los árboles cuando fui atacada por los profesionales. Trae consigo una pila de leña. Cuando me ve, inmediatamente enseño la cuchilla, apuntándola en su dirección. Ella entonces suelta la leña y levanta las manos en señal de rendición.

— ¡Quieta ahí! —Suelto al ver que ella sigue acercándose lentamente.

— Tranquila... —Murmura con cautelo— No voy a hacerte nada. Baja eso.

La observo, reacia a bajar el arma, pero ella continúa hablando.

— No tengo intenciones de hacerte daño... Así que baja eso, por favor.

Reflexiono un segundo y finalmente suelo el arma, pero aún sin abandonar mi actitud recelosa.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —Tenía curiosidad, pues sentía que había dormido por mucho tiempo.

— Dos días —Respondió. Me asombré por la cantidad de tiempo que había dormido. ¿Qué había pasado en ese tiempo? Espero que Tristan se encuentre bien.

—Si estás pensando en tu hermano, no te preocupes, no ha muerto —Dijo, como si hubiera leído mis pensamientos.

Me mantuve en silencio un segundo, pensando, aunque sin dejar de estar alerta por si ellla hacía algún movimiento extraño.

— ¿Qué ocurrió allí? —Me atreví a preguntar después de un segundo— ¿Qué pasó con el panal de avispas?

Ella abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla. Lo pensó un segundo y dijo:

— Yo lo tiré... Estaba ahí cuando te atacaron.

—¿Y qué pasó después de que me desmayara? ¿Tú me trajiste a aquí? —Continué preguntando, aún no confiaba del todo en ella.

—Yo... —Se detuvo un momento. La insté a que continuara— Yo te traje a mi escondite y estuve cuidando de tí.

Volvimos a sumirnos en un silencio un tanto incómodo. No entendía por qué había hecho eso, es decir, se supone que estamos en los Juegos del Hambre, ¿No debería haberme matado ya? Eso significaría un tributo menos y una oportunidad más para vencer. Inmediatamente sentí como mis mejillas se humedecían, estaba llorando y no sabía muy bien por qué. Quizás por la emoción del momento, porque podría haber muerto y sin embargo alguien se apiadó de mí.

— ¿Por qué...? —Mi voz salió entrecortada. Estaba conmocionada.

—Y-yo creí que podríamos ser aliadas —Ella murmuró. Parecía algo insegura sobre su propuesta— Te he estado observando... No lo malentiendas, no lo hacía con otras intenciones... Pero, a pesar de ser tan joven, has sobrevivido a cada obstáculo que te han puesto y estoy sorprendida. Eres admirable.

Me removí algo incómoda, pues no esperaba haber causado esa impresión en otras personas.

— Gracias... —La observé de frente— Respecto a tu propuesta... No estoy segura, ni siquiera nos conocemos. Creo que ni siquiera te he visto en los entrenamientos.

Los Juegos Del Hambre: La Historia de Cressida Fink.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora