Un vicio de ojos esmeralda

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VICTORIA MERLIN

Mi respiración estaba tan descontrolada que estoy segurísima que la escuchaba aún estando al otro lado de la habitación, la tensión era palpable, sus musculatura rígida expectante a mi siguiente movimiento... no soy de las personas que obedece y menos en situaciones en las cuales hay un descontento de por medio, pero Matt era irresistible, no podía negarme a su petición. Lentamente bajé el cierre de mi vestido hasta que se deslizó por mis piernas cayendo en mis pies, sus ojos estacados en los míos fundidos en un calor que se intensificaba conforme mis latidos se amplificaban, su rostro reflejaba oscuridad y posesividad, devorándome dejando a su paso un delicioso escalofríos.

Mordí mi labio inferior enloquecida por tocarle, pero no me movía un centímetro, como sumisa estaba esperando a su siguiente petición.

-Buena chica, ahora deshazte del sujetador.

Asentí pausadamente, en un par de segundos el encaje negro cayó al suelo junto al vestido. Mis dedos viajaron hacia el elástico de mis bragas pero un rugido salió de su garganta a modo de advertencia.

-No te he dicho que te quites las bragas.- Su vista fue hacia mis senos, mis pezones estaban tan duros que podrían dibujar sobre el vidrio.- Déjate las bragas, los guantes y los tacones.- dijo, suavizando su timbre, en sus labios se estaba formando aquella sonrisa, esa sonrisa que todos asimilaban a un sociópata, un criminal, un asesino implacable, un depravado, un despiadado, pero en cambio a mi, me ponía aún más cachonda.- Ven hacia mi.

Caminé lento hacia él con la intención de que saboreara cada paso, en busca de su desesperación por tenerme, mis senos daban minúsculos brincos ansiosos de sentir su lengua, estaba tan mojada que mis muslos se deslizaban a causa de mis fluidos, mi vista fue a su entrepierna, tenía la polla tan dura que en cualquier momento rompía el buzo de chándal. Llegué ante él.

-De rodillas.- hice lo que pidió, apenas mis rodillas sintieron la alfombra aterciopelada, tomó del elástico del pantalón y los bajó, su polla emergió dura, gruesa, venosa y con la punta chorreante.

Necesitaba probarla, anhelaba hacerlo, no podía resistir más a la tentación. Lo miré con ojos de súplica, ni siquiera había acabado de asentir cuando me la metí en la boca, sus gemidos eran la sinfonía más exquisita que han degustado mis oídos, tomó de mi cabello y yo seguía devorando su polla con ansias.

-¿Una Merlin a los pies de un Riddle?.- gruñó, follando mi boca cada vez más profundo provocando lágrimas y balbuceos por su tamaño.- ¿Que dirían si supieran que la chica con legado legendario se está tragando la polla de un maldito Riddle?.

Solté un gemido vehemente, mi clítoris estaba tan hinchado que dolía, llevé mi mano hacia mi entrepierna pero antes de poder tocarme me levantó y atacó mis labios con un beso agresivo, seguía enojado por lo de Adrían, podía notarlo por la fuerza que ejercía al apretar mis nalgas.

-Para mi no eres un maldito, tampoco creo lo que digan de ti.- dije entre besos, quería que comprendiera de alguna forma lo que significaba para mí aún estando en una situación tan cargada de lujuria.

-Créelo preciosa, porque es lo que soy, pero contigo es tan distinto que hasta me trastorna.- me tumbó en la cama y vi unas motas de vulnerabilidad en sus ojos por una milésima de segundo antes de volver a su expresión candente y agresivamente sexy, subió sobre mi sujetándose de los codos para no recargar su peso en mí y acercó su boca a mi oído.- Soy un posesivo de mierda, pero hay muy pocas cosas que reclame como mías, aún así cuando lo hago ya nada ni nadie puede tocar lo que es mío. En este jodido mundo no podemos creer en el para siempre porque con unas simples palabras y una varita caes tendido y muerto, pero tú...-mordió suavemente el lóbulo de mi oreja.- quiero que seas mía, que me pertenezcas, no quiero que nadie siquiera respire cerca de ti porque voy a despedazarlo y utilizaré esas simples palabras para que nunca más vuelva a tener las intenciones de ponerte un dedo encima.- devoró mis labios sin piedad, yo masajeaba su cabello deseando aún más tacto.- Sabiendo esto, ¿estás dispuesta a pertenecerme?, a ser mía y solo mía.

Adictiva perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora