Confianza o la malaventuranza

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MATTHEO RIDDLE

No supe como reaccionar al comienzo, acercarme a ella y encarar el problema fue netamente por instinto, aunque su maldita sonrisa era la misma, su presencia ya no encajaba, al menos no conmigo. mi cabeza era un manojo de recuerdos, el peso de ellos y de las emociones no resueltas se esmeraban por derrotarme y verme en el piso tendido pero no les daría tal gusto.

Aquí estaba, la creadora de mi lado monstruoso, una de mis pesadillas, la emisora de aquella carta, claro que ella la había mandado, nadie más me ha llamado "cielo". Se encontraba parada delante de mi con esa actitud arrogante que jamás deduje si era propia de su esencia o una máscara para ocultarla.

Intentó acariciar mi mejilla pero retrocedí, mi cuerpo reaccionaba con incomodidad y recelo, el hecho de verla me provocaba una mezcla de resentimiento y odio. No era la persona que alguna vez fue importante para mí, ahora era una sombra de lo que fui capaz de tolerar.

-No me has respondido, ¿que carajos haces aquí?.- pregunté, anhelando que su respuesta fuera que solo venía para fastidiarme y se largaría.

-Ya te he dicho, vine por ti.- dijo sonriente.

-Pues te estás equivocando, es mejor que te vayas.

-Que incordial, tu juguetito era más educada, ¿Victoria, no?.- aquellas palabras revolvieron mi estómago, conmigo pudo haber hecho lo que quiso, pero que ni se le pase por la mente tocar a mi Victoria.

-No te atrevas a mencionar su nombre, déjala fuera de esto.- gruñí, ella rió irónica.

-Me da igual esa mocosa, vine a por ti, te necesito cielo.- respondió, todo lo que salía de su boca me repugnaba.

-Estarás de coña y por tu bien espero que te vayas lo antes posible.- contesté y luego me encaminé a la salida.

-Harás lo que yo diga o le diré a tu princesita que los aliados de tu padre la buscan, porque supongo que no lo sabe claro, sino ni siquiera estaría cerca de ti.- su respuesta arañó mis tímpanos, la ira enervó en mis venas y caminé directamente a ella, mis manos pedían a gritos apretar su cuello.

-Cómo lo sabes.- le cuestioné, sin embargo ella solo reía.

-Así me gusta.- contestó triunfante, de nuevo me tenía entre la espada y la pared.

-Habla.- exigí en un rugido.

-El director de Durmstrang es un mortifago, ¿eso te dice algo?, ya se sabe que buscan a un Merlin para revivir a tu padre, sin querer se presentó ante mí y para rematar siendo tu enamorada, ¿que diría tu madre si se entera que no quieres entregar a la Merlin porque la quieres, porque la prefieres a ella en vez de traer de vuelta a tu propio padre?.- su respuesta hizo que cada célula de mi interior flaqueara, una vez más estaba en sus sucias manos, conociéndola era capaz de gritarle toda la verdad a Victoria e inclusive... entregarla.

No, eso nunca lo voy a permitir.

-¿Que mierda quieres?.

-En Ilvermorny las cosas no pintaron bien, estuve metida en muchos problemas y le rogué a mis padres trasladarme de colegio, para mi mala suerte acabé en Durmstrang con el capullo de mi hermano sobre mi, no sabía cómo salir de ahí, así que fingí una pequeña pelea con Viktor en donde casualmente salí muy mal herida y mis padres decidieron mover algunos hilos para acabar nuevamente en Hogwarts, claro que mi hermano ahora me odia por aún más por las mentiras que les dije a mis padres sobre él pero no me interesa.- explicaba con tanta sencillez, como si armar un teatro para perjudicar a tu hermano y propinarte daño a ti misma para que tu versión sea creíble fuese normal, aunque de esta desquiciada todo se puede esperar.- Sin embargo la cosa no acaba así. En Ilvermorny conocí a un chico que para mi fortuna practicaba boxeo, así que aposté con él en las peleas clandestinas, iba todo muy bien hasta que el imbécil cayó por knockout y ahora está en estado crítico, aún nos quedaban siete peleas, así que los técnicos del torneo me dieron una solución, claramente porque entregué una suma generosa de dinero que sustraje de la caja fuerte de mi padre...en fin, debo conseguir otro peleador para la próxima pelea sino estoy fuera, y si eso pasa me descontarían una gran suma de dinero que no tengo, ya que mis padres al cabrearse de mi solo me dan lo justo y me arrebataron todo el dinero de mi bóveda. Aquí es donde entras tú, cielo.- esa puta sonrisa se curvó en sus labios como vencedora.

Adictiva perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora