Narra Castiel:
«Oh Re, solo te pido unos segundos más de sueño y esto es lo que me das. Tu elegida sufrirá las consecuencias».
Repetí un par de veces mi plan de la mañana, sobre todo mientras cerraba la ventana de mi habitación; consiguiendo por fin que la cegadora luz de Girian no destrozara mis ojos. Una mañana demasiado brillante para mi gusto, el que se distinguía por la preferencia a días algo nublados y frescos; perfectos para volar.
Sin siquiera pensarlo cogí mi muda y entré en el lavabo, donde como cada mañana dediqué diez largos minutos a mi aseo personal. Limpié mi cabello azabache con esmero, y observé mi reflejo en el único espejo de la casa.
Ojos esmeraldas, cabello con puntas rojas como el fuego y porte de gran mago. Estaba, por fin, preparado para que todo el mundo pudiera contemplar a mi persona. Y con ese pensamiento en mente me dispuse a salir del cuarto, no permitiendo que otra preocupación ocupara el lugar de este.
A grandes zancadas llegué a la cocina, en la que Aksel, mi querido y siempre sonriente amigo preparaba un delicioso desayuno para ambos. Me senté lo más cerca que los muebles me permitieron y permanecí atento a su saludo con trapo incluido.
—Hoy has madrugado, qué sorpresa; y eso que no hay carreras. —El rubio se rió en el lugar, sabiendo de sobra el hecho real por el que me encontraba allí a semejante hora.
— ¿Por qué será? Tengo la sensación de que alguien abrió mi ventana sin mi consentimiento. —El chico de ojos marrones como el tronco de un árbol alzó ambos brazos, alegando ser inocente de semejante acusación.
—No fui yo. Lo más seguro es que los dioses quisieran verte despierto, temprano, por una vez en tu vida. Sin que eso supusiera un beneficio oculto tras esa acción, cómo participar en las carreras de dragones. —Suspiré al entender su punto, y sin ganas traté de dejar el tema ahí: reconociendo con amargura que había perdido el duelo.
—Bueno, dejémonos de historias y desayunemos; mi estómago pide alimento ya. –Entre risas Aksel me entregó mi plato, que se diferenciaba únicamente del suyo por la presencia de jamón; alimento que el chico ni probaba por ser vegetariano. «Las tonterías de un elegido de Árvore ¡¿A quién se le ocurre no comer carne?! Ah sí, a Aksel...»
—Pues disfruta, que hoy el cocinero se ha esmerado más de lo normal. –El rubio señaló su "hermoso" delantal, en el que había escrito hacía mucho tiempo: "Besos al cocinero" y una gran flecha señalando su rostro.
—Lo siento amigo, pero por muy buena que sea la comida no te daré ningún beso. –Aksel hizo un cómico puchero al escuchar mi respuesta, y tras dejar el gesto se sentó frente a mí. Cogió una de las muchas tostadas de su plato y la engulló antes de que me diera tiempo a reaccionar.
Haciendo caso al rubio comencé con mi desayuno, ambos en un silencio de lo más agradable. Desde la ventana de la sala se podía oír el paso de numerosas carretas y caballos; además de algún que otro hombre gritando sus mercancías. «Gritar en mitad de la calle a esta hora es la mejor forma de atraer clientes y que estos adoren tu llegada. Sí, y esta fue una frase sin ironía alguna».
Todo parecía tranquilo hasta que un fuerte ruido rompió la paz del lugar, provocando que Aksel y yo nos levantáramos exaltados y en guardia.
— ¿Eso que fue? –Negué con la cabeza alegando no saber nada, y el rubio fue el primero en acercarse al lugar de los hechos. El que cómo no debía ser mi habitación—. ¿Seguro de que no hay nada ahí dentro que pudiera hacer ese ruido?
Hice una imagen mental del cuarto antes de marcharme, y volví a negar con redundancia al cerciorarme de que no hubiera nada que pudiera hacer semejante estruendo. Me adelanté al rubio y me preparé para tirar la puerta, no sin antes comprobar que Aksel estuviera preparado.
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Alia y la leyenda de los ocho [CSAwards2016]
Fantasy✴Tercer puesto en el concurso CatsAwards2016, categoría Fantasía. Al principio era solo un planeta, Ypalion. Este fue elegido por los dioses para comenzar a crear su propio mundo, pero no todo salió como planeaban... ¿Cómo iban ocho dioses, algunos...