♦23♦ Lo definiría como terror

30 7 0
                                    

-Mi niña, mi hermosa y pequeña niña. Te echaremos mucho de menos. -Zero, el padre de Minta, sacudía un gran pañuelo mientras se despedía de todos nosotros; llorando a mares.

La pelirroja intentaba tapar su rostro de la vergüenza que esto le producía, y su abuelo no tardó en arrancar el pañuelo de la mano de su hijo y despedirnos él también.

Una gran cantidad de aldeanos se habían agolpado para despedir a la chica, y antes de que nos diéramos cuenta; la carreta comenzó a marchar con velocidad. Haciéndome perder de vista a los minutos el pequeño pueblo de Fearas.

-¿Aksel, no crees que te estás excediendo con la velocidad? -Cas apoyó una mano en el hombro del rubio, quien al segundo dejó de aferrar con tanta fuerza el extraño volante del vehículo.

-Lo siento, fue la emoción del momento. -Una sonrisa inocente por su parte fue más que suficiente para hacernos reír a todos, provocando que por un segundo la carreta cambiara de rumbo.

-¡Aksel! La vista en el camino. -Minta señaló con rudeza el camino semi-nevado frente a nosotros, y el rubio en un asentimiento de cabeza nos prometió no separar la vista de este.

Estuvimos horas hablando entre nosotros, y sobre todo nos dedicamos a responder las preguntas que Minta nos formulaba. La chica se veía nerviosa, y cada vez que se escuchaba cualquier sonido o grito extraño botaba en su asiento.

Minutos después de que el Sol se perdiera en el horizonte decidimos detenernos, encontrando un terreno tranquilo y vacío, perfecto para aparcar.

-¿Te encuentras bien? -Observé detenidamente el rostro de la chica y pude ver pequeñas ojeras bajo sus ojos broncíneos-. Te ves agotada, aprovecha que nos detuvimos y descansa un poco.

Sin querer llamé la atención de los chicos, y ambos se acercaron preocupados a ver qué sucedía-: Minta, te ves horrible. -Golpeé levemente la cabeza de Aksel, y por parte de la nombrada únicamente recibió una mirada de odio.

-Ya sé que no es mi mejor aspecto, pero el miedo me come. -Todos intercambiamos una mirada de incertidumbre, y al segundo recibimos una respuesta por parte de la pelirroja-. Esto de descubrir que soy maga es asombroso, he de admitirlo, pero a la vez me aterra. Conozco la leyenda a cachos, mas sé lo suficiente como para estar enterada del peligro que todos nosotros corremos. Es aterrador, ¿no creen?

-Bueno, viéndolo de ese modo suena horrible. Pero, si no supieras que eres maga, te atacarían y estarías indefensa. Además, la unión hace la fuerza, y ninguno de nosotros; ni tampoco el resto que esperan en casa, dejarían que algo le ocurriera al otro. -Respiré hondo e intenté sonar convincente-. Somos un único cuerpo, dependemos del otro para vivir; si uno muere sin que suceda la leyenda todos morimos con él.

-No sabría decirte si me quitaste el miedo, pero gracias. Al menos sé que puedo confiar en todos ustedes. -Sonreí aliviada de que poderla haber ayudado un poco, y avisé a todos para que comenzáramos a dormir-. No obstante creo que sigo sin poder dormir.

Todos reímos a carcajadas, y mientras los chicos pensaban alguna forma de hacerla dormir recordé el extraño sueño que tuve de camino a su hogar... «Somne»

-Somne... -Dirigí mi mano al rostro de la chica, y tras pronunciar la palabra pude comprobar como caía rendida a mis brazos; y cómo la mirada de sorpresa de ambos chicos se centraban en la inconsciente Minta y en mí.

-¡¿Cómo...?! -Los ojos abiertos del rubio expresaban perplejidad, y cada dos segundos nos señalaba a ella y a mí paulatinamente.

-Magia. -Sonreí tranquila y dejé a la pelirroja a un lado de la carreta; la cobijé con algunas mantas y volví la mirada a los chicos-. La noche que pasamos de camino al pueblo, tuve un sueño extraño. Un menhir me decía la palabra Somne, y recitaba los que parecían sus efectos al pronunciarla. Creo que es mi primera palabra del Iluzie.

-Felicidades. -Castiel me sonrió sincero y al segundo bostezó sin reparo; provocando suaves risas en todos nosotros-. Buenas noches.

-Buenas noches. -Nos despedimos Aksel y yo a la vez.


El sol golpeaba con fuerza mi rostro, y tras zarandearlo un par de veces logré enfocar mi vista. Me encontraba frente a un pozo, del cual pendía un cubo lleno de fresca agua. Sin pensarlo desamarré el cubo de la cuerda de con la que se unía al pozo, y me vi en el reflejo de este.

Ojos esmeraldas y cabello castaño con mechones dorados recogido en una trenza de espiga. Mi piel, morena del sol y curtida, estaba manchada de polvo y carbón; además de mis humildes ropajes.

Sin pensar demasiado en aquello agarré el asa del recipiente, y con ambas manos lo llevé por varias calles del poblado.

-¡Lynn! -Un chico de fuerte cuerpo gritó aquel nombre, y al segundo mi cuerpo se giró hacia él. Un moreno de ojos olivas, que portaba en su mano un rudimentario arco y en su espalda un carcaj antiguo y maltratado.

-Oh Zephyr, ayer no me pudiste contar aquello tan importante. -Me giré levemente y dejé el balde en el suelo; protegiéndolo con mis piernas y vestido de cualquier despistado.

-Eso venía a decirte, según me han contado unos extranjeros de la capital; la elegida de Árvore a muerto a causa de un fuerte veneno. -Tragué con fuerza al comprender como sucedió todo, y sin pensar demasiado respondí <involuntariamente> al muchacho.

-Es una gran pena, deberemos esperar más para la liberación de Arab. -Me agaché con pesadumbre y continué mi marcha.

-Lo sé -El chico se puso mi lado, acompañándome en mi lento paseo-, mas debemos mantener la esperanza. Al menos nosotros viviremos ma...

Quería seguir escuchando a Zephyr, pero de repente un fuerte dolor en mi pecho me golpeó; provocando que derramara toda el agua del cubo y las demás personas que pasaban me miraran con preocupación.

-Lynn. ¡Lynn, contesta! ¡¿Qué te ocurre?! -El chico me agarró antes de que cayera, y poco a poco comencé a sentir un fuerte ardor donde antes padecía un simple dolor; que parecía querer quemarme desde dentro.

-Due...duele. -Agarré mi pecho con fuerza y el chico gritó por ayuda, súplicas que cada vez se hacían más difusas para mis oídos a causa del dolor.

-Yo soy curandero. -Una leve voz se escuchó a mi lado, y de repente sentí como otro par de manos agarraban mi pecho; además de las mías propias. Un suspiro, dos y un: "Lo siento". Fueron más que suficientes para que supiera mi final; mas las últimas palabras del extraño hicieron que mi corazón enloqueciera por última vez-. Ella, era una elegida.

-¡No! -Los gritos de dolor del chico rebotaban en mi cabeza, y tras otra sacudida en mi interior y un último grito de mi garganta dejé de oír, de sentir, de ver..., de vivir.

(Fin del sueño)

Abrí los ojos con fuerza e intenté tomar una bocanada de aire. Una, dos y hasta tres veces respiré con más fuerza de la recomendada justo después de despertar; y el aire seguía sin llegar a mis pulmones.

Entre jadeos y gateas por la carreta logré asomar la cabeza por una de las "ventanas". El Sol se comenzaba a poner sobre nuestras cabezas, tintando el cielo de anaranjado y proporcionando la suficiente luz para ver con claridad.

Intenté tomar aire del exterior, mas al sentir que tampoco funcionaba salí del vehículo; produciendo un gran estruendo al caer sobre el verde pasto. Respiré con tranquilidad y comencé a recuperar el aire, que aunque volvía a recorrerme no se llevaba el mal momento que acababa de pasar.

Pude escuchar la voz de Aksel y la de Castiel; esta última más potente y cercana que la del rubio. Ignorando mí alrededor me levanté cuando creí estar mejor, pero al momento tuve que desplazarme a un arbusto cercano y liberarme; lo único bueno es que mi dolor de estómago desapareció...

Alia y la leyenda de los ocho [CSAwards2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora