♦8♦ Caballos desbocados

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Narra Castiel

No he podido dormir en toda la noche. Espero que sea el nerviosismo por el Eius... «¿A quien intento mentir? Seguro que por el Eius no es»

Tardé unos segundos en prepararme y salir de mi habitación. «Tengo que ir al apartamento con Aksel y empaquetar la ropa y nuestras cosas. Esto nos va a llevar todo el día» pensé mientras bajaba las escaleras.

Pasé por delante de la puerta de Alía, y estuve a punto de golpear, pero, que iba a decir "Pasaba por aquí y vi que todavía dormías así que te despierto a la madrugada". Seguramente me tiraría una almohada y seguiría durmiendo.

Olvidé esa idea y toqué en la puerta de Aksel.

   —Pasa... —O Aksel se acaba de levantar, o un zombi esta durmiendo en su habitación.

Abrí lentamente la puerta y me encontré a un Aksel estirado en la cama, con dos almohadas en el suelo, y otra entre sus brazos. El chico susurraba cosas sin sentido mientras agarraba fuertemente la almohada.

   —Aksel, despierta. —debería despertarlo ya, o sino no podré soportarlo y llamaré a los demás para que vean la escena.

   —¿Cas? —El chico entreabrió un poco los ojos y al verme los abrió mucho más «Creo que ya se ha despertado»— ¡Cas! ¿Has oído lo que decía?

   —No. —El chico soltó un suspiro al escucharme negar— pero eso no quita que te haya visto abrazando a una almohada.

   —Sí, sí, muy bonito. Ahora me la tendrás jurada, pero hay que ir a recoger las cosas de casa, y tengo la carreta abajo. —Aksel se levantó y tiró la camisa al suelo mientras entraba al baño— Espera cinco minutos.

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   —Esta es demasiada ropa, eres peor que Katy —Aksel me señalaba mientras cargaba cuatro sacos llenos de mi ropa.

   —¿Qué quieres que haga? Me da pena tirar tantas cosas —Aksel negó varias veces con la cabeza, y luego soltó las bolsas en la carreta.

   —Mañana llamaremos a Alía para que nos ayude con tu problema... —El chico se subió a la carreta y cogió las riendas mientras me hablaba.

   —¿Porqué hay que llamar a Alía? —«No tengo ganas de verlos juntos y acaramelados, que asco»

   —Porque es la única que nos ayudará. Archer se reirá, Zoey se reirá y no pienso pasar un día entero con Katy, por lo que sólo nos queda Alía —asentí al chico pues tenía razón, y lo ayudé a cargar los últimos sacos.

   —Venga, ya hemos acabado, lleva a Diablo con las mantas y yo llevó aquí el resto. —Aksel hizo que los caballos avanzaran, y mientras yo llamé a Inferno.

~¡Inferno! Necesito tu ayuda~

~Voy~

El dragón no tardó más de un minuto en llegar. Cuando se posó en el suelo le expliqué que tenía que ayudarme a cargar mantas, y cuando dejó de estar mosqueado conmigo porque creía que era algo importante, me dejó atarlas en su lomo.

Luego me monté en él y alzamos vuelo. Iba observando los tejados de las casa de Piuma, y el atardecer que se dejaba ver en el cielo.

   —¿Te encuentras bien, estas ido? —Inferno hizo un giro en el aire, que me devolvió a la realidad.

   —No es nada, sólo veía el atardecer —acaricié el cuello del dragón, y este emitió un sordo gruñido por el acto.

   —Sabes... —Diablo giró la cabeza para verme a la cara— A ver si invitas a la chica a venir con nosotros.

«¿A la chica? Espera, ah, se refiere a Alía»

   —Si, Alía, la chica de las alas de plumas. Llámala para que venga la próxima vez, seguro que es más entretenida que tu —El dragón formó una sonrisa con sus filosos dientes, y yo sólo bufé en respuesta.

Inferno siguió diciendo cosas sin sentido y yo dejé de prestarle atención. Miré abajo, y comprobé que ya quedaba poco para que llegáramos a la mansión, sólo quedaba recorrer un camino desierto y llegaríamos «La casa de Marga se encuentra a las afueras de Piuma».

Estaba tan ensimismado que no me di cuenta de que Aksel estaba debajo nuestra, y no parecía ir cómodo. Bajé rápidamente y me acerqué donde estaba el chico, que había parado a los caballos.

   —¿Ocurre algo? —Aksel levantó la cabeza y una triste sonrisa cruzó su rostro.

   —Parece que uno de los caballos no se encuentra bien, ayúdame a subirlo y seguiremos el camino —El chico se acercó al primer caballo, que tenía los ojos más oscuros de lo normal, y cuya temperatura corporal subía rápidamente.

Aksel y yo desatamos al caballo, y mientras Aksel le hablaba para que se tranquilizara yo lo subía a la parte trasera de la carreta. Cuando lo dejamos acomodado dejé a Aksel con los demás caballos y volví a subirme a Inferno, pero esta vez estaré más atento «Aksel llevaba a cuatro caballos para que no se cansaran con el peso».

El camino siguió sin muchos problemas, los demás caballos iban a buen ritmo y ya solo quedaban cien metros para llegar a la casa. Cruzar un puente y el resto camino de tierra, nada complicado.  

De repente, la carreta comenzó a andar a más velocidad, los caballos corrían desenfrenados y Aksel no podía hacer nada. El chico intentó sin éxito hablar con los caballos, pero estos parecían no hacer caso, sólo corrían «O huían, no estoy seguro».
Rápidamente descendí con Inferno y nos pusimos al lado de Aksel.

   —¡Aksel! ¡Tienes que saltar, vamos! —El chico negó con la cabeza, y se subió en el caballo más cercano.

   —¡Cas, no sé que les pasa! ¡Parecen aterrados, dicen que ellos nos están persiguiendo! —Aksel acarició la cabeza del caballo, y se agarró en sus crines cuando giraron —¡Tenéis que parar, no nos van a hacer nada!

De repente los caballos dejaron de correr. Pero la inercia de la carreta hizo que los caballos y Aksel avanzaran hasta el puente, donde se quedaron colgando.

   —¡Aksel! —bajé rápidamente y corrí hasta Aksel, que estaba encogido sobre el caballo en el que estaba montado —¿Estas bien? ¡Contesta Aksel! —El chico me miró y una sonrisa de lado se formó en su rostro.

   —Ves, te dije que pararían —Aksel se bajó lentamente del caballo, y se giró para ver lo que quedaba de la carreta— ¡Mi carreta! ¡No! —El chico se arrodilló delante de los restos de la carreta. Esta tenía las ruedas destrozadas, por el paso acelerado de los caballos, y la parte delantera y trasera estaban rotas por el roce con el suelo.

Por suerte el caballo enfermo estaba ileso, y nuestras cosas estaban más o menos bien, salvo las que se cayeron al suelo en la carrera, esas están destrozadas.

   —¡Mi carreta! —El chico daba puñetazos en el suelo, hasta que lo levanté y le dí una colleja para que se despejara.

   —¡Si, tu carreta, pero puedes comprar otra! Casi te matas tío, y tú... Eres irreemplazable —Aksel me sonrió y me dio un fuerte abrazo de oso.

   —Tienes razón, bueno, cuando acabe el Eius iré a comprar una nueva... ¡Si, una de esas de propulsión mágica! —El chico daba saltos de alegría mientras hablaba sobre las carretas esas, hasta que golpeó con el pie unos de los sacos con ropa y vio el estropicio que había montado— Habrá que recoger... Venga Cas ayúdame a cargar las cosas.

Y al final conseguimos llegar a la casa, cargando sacos y con un Inferno que parecía un puesto de ropa ambulante.

Alia y la leyenda de los ocho [CSAwards2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora