III.

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                     III.

—¡Calla a ese chucho pulgoso! —Las voces de Holden se oían sobre el agudo ladrido de Socks.

—¡Cállate tú! —respondí mientras me levantaba de la cama con el ceño fruncido y de malhumor, eran las seis y media de la mañana y los gritos de Holden me estaban haciendo empezar el día con mal pie.

Me puse unos pantalones vaqueros rasgados y una sudadera de los Angries, el equipo de rugby de mi universidad en el cual solo estaban chicos que habían sido becados cuando jugaban en el instituto.

Socks se encontraba mordiendo uno de los cojines del sofá cuando terminé de desayunar y llevé mis manos a la cabeza mientras rezaba porque los destrozos que había dejado sobre el objeto no fuesen muy visibles. Le puse una correa que solía utilizar para sacar a Nesquick y abrí la puerta para llevarle a dar un paseo después de mirar por el piso, creyendo que encontraría las consecuencias de las necesidades de Socks, pero no había nada.

Salí del apartamento en el momento que el ascensor se abría, dejándome ver el rostro herido de mi nuevo vecino. No pude evitar llevar las manos a mi boca asombrada por las condiciones en las que se encontraba su rostro. Su nariz tenía sangre seca, su ojo se encontraba morado y tenía el labio cortado, sin embargo, caminó fuera del ascensor como si nada de aquello le doliese.

—Dios mío, ¿estás bien? —Me acerqué a él tirando de Socks junto a mí, el cual se mantuvo a mi lado mirando a mi vecino con precaución. El chico cerró los ojos y suspiró suavemente.

—Adiós, Harris —pronunció mientras retomaba el camino a su piso antes de que le parase. Agarré su brazo, no permitiendo que se escapase de mí de aquella manera tan fría y cuando lo hice, frenó en seco para después mirar con furia donde le estaba sujetando. Quitó abruptamente su brazo de mi toque y subió su negra mirada a mis ojos—. No vuelvas a tocarme, ¿entendido?

—¿Por qué eres de esta manera conmigo incluso en las situaciones en la que te encuentras? Tengo el botiquín de primeros auxilios en casa y podría...

—De nuevo, no necesito tu jodida ayuda o tu puta amabilidad, ¿qué es lo que no logras entender, maldita sea? —Se acercó a mí desafiante e intentando intimidarme.

—Vaya, creo que es la primera vez que oigo tantas palabrotas en tan pocas palabras. —Llevó una de sus manos a su pelo, tirando un poco de él ante el estrés que debería de estar causándole.

—Adiós, Harris. —Y, finalmente, entró en su apartamento, cerrando la puerta de manera abrupta.


(...)


Me encontraba sentada en la hierba del campus continuando con mi trabajo de escritura creativa.

La agresividad que he expuesto anteriormente parece ser manifestada hacia los demás, o los demás la manifiestan hacia él.

El simple hecho de que alguien quiera ofrecerle ayuda parece dañar su orgullo y...

—Hola, Indie Harris. —Levanté mi vista del cuaderno para observar a un chico rubio que se encontraba frente a mí mirando con una sonrisa de medio lado.

Inferno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora