XXI.

40.8K 2.7K 673
                                    

—Miles —susurré sin tener más palabras que decir que su nombre. Un paso más y su rostro estaba a menos centímetros de los que podía permitirme para resistir.

—Sé que soy un jodido caos, pero no es algo que yo pueda controlar. —Sus profundos ojos negros se encontraban sobre los míos, y es que a pesar de nunca dejar esa característica expresión facial que le hacía parecer enfadado todo el tiempo, realmente pude ver sinceridad en ellos.

—No dejas de echarme hacia atrás y volverme a atraer hacia a ti cada vez que puedes, nunca sé cómo vas a actuar o reaccionar. —Llevó la mano a su pelo y lo echó hacia atrás suspirando.

—Te he demostrado que lo estoy intentando, ¿no es así? Te he contado cosas sobre Abadon.

—¿Qué es lo que os enfrenta a Denix y a ti? —presioné desafiándole con la mirada y tensó su mandíbula apartando sus ojos de los míos durante unos segundos.

—Es el jefe de Begum, nuestro mayor enemigo —masculló entre dientes y fruncí el ceño.

—Hay algo que no me estás contando. —Me crucé de brazos y mordió el interior de su mejilla.

—No voy a abrirme a ti tan fácilmente, estoy yendo poco a poco, tienes que darme un poco de crédito aquí. —Me encogí de hombros apartando mi mirada de él pero sus dedos rozaron mi mejilla haciendo que volviese a mirarle.—Vamos, Harris.

—No lo sé. Miles.

—¿Qué más puedo hacer? —Mi silencio fue su única respuesta. —Puedo darte clases de boxeo gratis —propuso levantando la ceja izquierda con diversión, y me dije a mí misma que tenía que dejar de tener esa debilidad por las causas perdidas.

—Yo sé pelear —confesé aumentando su diversión, mirándome con incredulidad.

—No lo creo —afirmó con un indicio de sonrisa arrogante en su rostro.

—Mi madre me ha hecho ir a clases de defensa personal, sé técnicas, solo que no puedo luchar contra personas que superan el volumen de mi cabeza con sus bíceps. —Y el indicio de sonrisa, se convirtió en una, burlándose de mí. —Me alegra saber que te diviertes, porque yo estoy ofendida. —El moreno dio un paso hacia mí, fijando sus ojos en los míos, pero sin abandonar esa pequeña sonrisa traviesa que se había formado en sus labios segundos atrás.

—Yo puedo hacer que realmente puedas pelear contra ese tipo de personas —me aseguró y ladeé mi cabeza observándole interesada.

—¿Y qué ganas tú? —quise saber y un paso más le posicionó con su cuerpo pegado al mío.

—Otra oportunidad —susurró mientras sus ojos estaban ocupados centrándose en mis labios. Puse mis manos sobre su pecho y le separé de mí, mientras era yo la que sonreía.

—Vaya, pensaba que yo era el peor dolor en el culo, una de tus personas menos preferidas en el mundo... —comencé a nombrar todas esas frases que había utilizado para describirme como se sentía sobre mi presencia. Se encogió de hombros.

—Llegas a serlo muchas veces, pero otras eres menos horrible —dijo tan natural que me hizo rodar los ojos.

—Está bien. —Ladeó la cabeza, esperando a que continuase. —Tendrás esa oportunidad. —Se acercó posesivamente a mí para cubrir mis labios con los suyos, pero giré mi cabeza para evitar que lo hiciese. —He dicho que la tendrías —pronuncié apartándole con mis manos sobre su pecho—, pero después de que me enseñes a pelear. —Pestañeó varias veces mientras su mirada continuaba sobre mí y caminé hasta la puerta. —Si me disculpas, tengo que volver a casa. —Caminé hasta la puerta dispuesta a salir de allí.

Inferno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora