Capítulo 25: No iba a ser tan fácil...

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Salí del nuevo subsuelo de mi casa, pero la salida estaba tapiada con las baldosas de fuera. Cogí el amuleto, el cual dejé en la entrada de la que sería el lugar secreto de mi hermana y mío. Moví una de las baldosas y fácilmente la pude levantar y salir, no me fue muy difícil poder salir de allí. Rápidamente, me dirigí al salón y después de aclararme muchas dudas la carta de mi hermana, continué con lo que estaba haciendo antes de entrar al pasadizo de mi jardín, romper el amuleto. Pero antes de hacerlo, bajé al garaje a por la caja de herramientas, me sería más útil poder romperlo con uno de los instrumentos de bricolaje que guardaba mi padre en la planta baja de la casa. Cogí el martillo y una sierra, por si acaso y me limité a subir las escaleras.

Otra vez en la sala de estar, era la hora de acabar con esto. Me sentía feliz, a la vez que asustada, pero llegó la hora definitiva, la de acabar con todo esto. También sentía mucha rabia al pensar que ese extraño ser había llevado a mi hermana al camino de su muerte. Tomé en mi mano la estrella que había traído tanto mal a mi vida, en la otra mano el martillo y se acercaba el fin, lo podía presentir por primera vez. La dejé en una de las mesas y comencé a golpearla. No parecía muy resistente, ya que al primer golpe se le hizo una grieta. Pero como no, apareció él, ¿es que no me iba a dejar tranquila mientras le destruía?, la verdad, esa era una pregunta un poco absurda en ese momento.

Entró de una forma muy triunfal y aterradora a la vez. Las puertas del comedor se abrieron con una inmensa agresividad, haciendo que los cristales de las dos puertas se rompieran y cayeran por los suelos, como pasó con las ventanas de mi cuarto. Todos los restos de lo quedaba de cristales ocupaban todo el suelo del salón, impidiendo que anduviera descalza por ningún rincón de este. Las puertas estaban hechas un desastre, no iba a ser tan fácil como me creía acabar esto. La sombra estaba ante mí, nos mirábamos fijamente, él con sus ojos los cuales brillaban con una potente luz blanca. Esa mirada hacía que yo cada vez tuviera más miedo y pánico de intentar deshacerme de algo que le daba vida a algo tan horrible. Pero estaba harta, demasiado harta para echarme atrás esta vez, para que todo continuase. No quería que este sufrimiento se prolongara aún más. Esta vez no.

Quité mi mirada de él y dije claramente: "Esto es tu final, el final de mi historia de terror". Tomé de nuevo el martillo y lo alcé sobre mi cabeza, con toda la fuerza que pude realizar sobre mi brazo, lo golpeé otra vez. El aro que rodeaba la estrella se rompió de un lado, eso hacía que mis ganas de romperlo aumentasen. Se iba debilitando lentamente, la luz de sus ojos cada vez era menos brillante, con menos vida. Pero él no podía perder, enseguida hizo que las paredes se agrietasen, que las estanterías cayeran y que un fuego infernal se prendiera ante mí. Estaba pasando lo que pasó en mi cuarto una de las veces.

¿Quién ganaría y quién perdería en esta batalla en la que nos jugábamos la vida o la muerte?

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