Capítulo 9: Locura desatada...

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Mis palabras se oyeron alto y claro, pero no sabía que podían llegar a desatar aquello...

La persiana se bajó en un abrir y cerrar de ojos, con fuerza, se rompió de un lado, el cual dejaba ver la luz exterior. Me quedé prácticamente a oscuras en la habitación, presentía que él estaba allí, conmigo y mi cuchillo, solos. No veía nada, estaba demasiado oscuro, pero al final mis ojos se acostumbraron a esa oscuridad tan siniestra y aterradora. Comencé a oír ruidos, como si se tratase de martillazos en las paredes y que estas estuviesen rompiéndose a pedazos, y así era. Mi lámpara comenzó a encenderse y apagarse, cosa que me dejaba ver aquella escena la cual estaba viviendo en ese momento. Las paredes estaban empezando a agrietarse de una forma descomunal. Las grietas estaban provocando que las paredes se rompieran por completo.

En esos momentos no podía hacer otra cosa que gritar e intentar abrir la puerta, pero estaba bloqueada, no había escapatoria... Mis lágrimas iban en aumento, poco podía resistir ahí dentro.

La lámpara se quedó encendida un buen rato, sin parpadeos, pude ver la escena mejor. Estaban todas las paredes rotas, desconchadas y los fragmentos de ellas, por los suelos. Pero no había acabado ahí. De repente, se oyó una voz muy enfurecida:

"¿¡Con que no me iba a manifestar, eh!? ¡Ahora estas viviendo toda mi ira y furia, sin control, y no la parare por que tengas miedo, te pasa por invocarme. ¡Y si crees que esto no tiene sentido, que por que te está pasando a ti, pues nunca lo sabrás!

Mis ojos no podían estar más abiertos, ante mí se presento una sombra sin forma alguna, diciéndome las palabras anteriores. El pánico en mi cuerpo iba en aumento, esto era insufrible.

Pero continuó, se comenzó a prender un fuego en mi habitación. Me aleje lo más que pude de él, pero mi habitación no es que sea muy grande. Intentaba abrir la puerta como loca, pero el humo estaba provocando que me marease, mi cuchillo se resbaló de mi mano, cayendo por mi pierna y provocándome un grave corte en ella. Un gran charco de sangre  se formo alrededor de mí, pero en esos momentos era inmune al dolor. Tenía claro que de ahí no iba a salir viva.

De repente, el timbre de mi casa sonó, lo pude oír y todo aquel espectáculo se esfumó, desapareció por completo. Pero el charco de sangre y mi pierna herida seguían ahí.

Era Lia la que tocó al timbre para estar un rato en mi casa. Con todas mis fuerzas me levanté para responder al telefonillo y decirle que subiera a la primera planta rápido.

Yo estaba en el suelo, medio desmayada, no podía andar, a penas respirar por el humo que había entrado en mis pulmones anteriormente, no podía más con esto...

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