Capítulo 34. Appa

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No sabía exactamente cuanto tiempo había pasado desde que habían dejado ahí a su hermana, pero, a él, le pareció una eternidad. Nadie había ido aquella habitación, nadie asomaba su asquerosa presencia por allí, y eso le tenía un poco molesto. Y mucho más porque su queridísimo novio, no aparecía. En realidad, nadie aparecía. Después de decirle que jamás le dejarían, pasa esto, ninguno estaba. A nadie parecían importarles. Y eso no le gustaba, se sentía vulnerable, vulnerable a cualquier cosa que sucediera a su alrededor, vulnerable por confiar en las personas y que estás le hayan abandonado. Él no sabía como actuar ante la vida sólo, siempre tubo a esa mujer a su lado, aunque no le quisiera, aunque le hiciera mal estar a su lado, ella siempre había estado ahí. Simplemente tenía que tener alguien a su lado que le diera su opinión, no pedía mucho, que alguien estuviera a su lado. Pero pronto se dio cuenta de hacía donde iban sus pensamientos, y se reprendió a si mismo, no podía pensar así, no debía dejarse ganar otra vez. Él era mucho mejor que todo eso.
Tan metido estaba en sus cavilaciones que no se dio cuenta de que la puerta se había abierto, y que un hombre mayor había ingresado en la habitación, hasta que fue demasiado tarde para esquivar el abrazo del oso al que se vio sometido.


- Yong, mi pequeño, estás despierto. Pensaba que tardarías más a despertar. Por eso me entretuve cenando con tu novio y amigos. La verdad que ese joven es buena gente, y se le nota que te quiere mucho.


- Appa... - intentaba respirar, o que por lo menos el hombre que acababa de llegar, y que era su padre le prestara atención y viera se no podía respirar.


- Hacía años que me habíais dejado de llamar así los dos. Que ilusión me hace que vuelvas a llamarme así. Soy tan feliz. - pero este seguía sin hacerle caso a los llamados de su hijo. Estaba más interesado en abrazarle y sentir que seguía vivo.


- Appa... me ahogo. - durante todo el monólogo del señor Kwon, éste no había soltado a su hijo en ningún momento. Y era tal la fuerza con la que le apretaba que le dificultaba la respiración a su hijo. Él cual se hubiera defendido de aquel abrazo si hubiera podido mover sus brazos a su antojo, pero recién salido de una operación en ellos, no podía hacer mucho.


- Lo siento pequeño. ¿Estás mejor? - Ji se dejó caer sobre el colchón mientras asentía con la cabeza e intentaba respirar con normalidad. Pero, aun así, todavía se sentía preocupado por lo que le había pasado a su hermana.

- Appa, ¿qué ha pasado? - Su padre agachó la cabeza, cambiando su expresión de una feliz a otra culpable.


- Tenía que haber estado con ella en la habitación. Pero el director del hospital me llamó para liquidar la cuenta que tenías con el hospital por los servicios. Y como salen en tres días, era mejor ir haciéndolo ya. Porque son muchos papeles que firmar. Entonces, alguien entró a la habitación, y disparó a tu hermana y al psicólogo que te atendía. A él lo mató en el acto, recibió dos disparos uno en el corazón y otro en el cuello. Mientras que tu hermana fue herida en el hombro. - alzó la cabeza para ver la reacción de Ji, pensaba que seguramente estaba enfadado con e'l, y su ceño fruncidoo se lo confirmaba.


Tras un par de minutos en los que ambos estuvieron en silencio, en los que ninguno se dirigió la mirada, unos por estar metido en sus pensamientos, y el otro pensando que su hijo lo odiaba porque, por su culpa, su nona se encontraba en aquel estado.


- Como la odio. Appa ¿cómo se puede pasar de querer a una persona a odiarla con todo tu ser? - fue tras esas palabras que Ji levantó la cabeza, miró directamente a los ojos de su padre.


- No eres el único a quién ha defraudado. Lo peor de todo, es que me lo advirtieron. Eso quizás sea la pero parte de todas. Que me dijeron que pasaría algo como esto.

Ya no másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora