III. Él.

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A pesar de la belleza de su cuerpo, él no era un galán conquistador. Odiaba eso, su hermano mayor siempre llevaba chicas a la casa y se encerraba con ellas en su cuarto. A veces tocaban la puerta de la entrada gritando que las dejara entrar y el hermano les gritaba obscenidades para que se fueran. Era un patán, y a él no le gustaba ese tipo de trato.

 Había ido esa noche a la discoteca como relevo del que servía las bebidas, pues sus padres eran dueños del lugar y el empleado había avisado que su esposa podría ponerse de parto esa noche. No había ido con intención de entablar algo con una chica, había pasado mucho tiempo desde que no se acercaba a una... desde que contrajo esa enfermedad. Tuvo que ir al gimnasio para mantenerse sano, tuvo que cambiar su dieta y su estilo de vida. Lo hacía por él mismo, pero aun así a ninguna chica le interesaría un anoréxico. 

Pero vio algo que nunca había visto que lo hizo cambiar de opinión. Ella estaba sentada sola, con expresión aburrida. Tanía casi la misma cara que él, esa cara que expresaba ''no me apetece ser esa chica que está sacando el trasero, ni ese chico que se le está pegando mucho''. Lo que él estaba rogando en ese mismo momento era que ella también tuviera un pasado, un problema o una forma de pensar bastante extraña. Un mecanismo de defensa.

Según él, esas eran las que guardaban algo hermoso dentro.

Él era poco común.

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