Él iba caminando hacia el parque de skate, patineta en mano.
Su perforación en la oreja hacia ver que no era para nada un chico común.
Odiaba el amor más que a nada, pero en su interior era el chico más sensible del mundo.
Cosa que obviamente trataba de esconder.
Pero esa tarde, en esa calle, supo que no podría esconderlo más.