Él no dejaba de pensar en la reacción de ella.
No le había dolido, para nada.
Le había encantado.
Era lo poco común que siempre buscaba.
Así que salió de la casa hacia algún lado que le recordase a ella.
Sus pies caminaron muchas calles...
Y se detuvieron en la entrada de la escuela.
Y la vio.
Sentada en la pequeña barda, fumando un cigarrillo.
Jamás había visto algo tan hermoso en su vida.
No dudó ni un segundo, caminó hacia ella y en cuanto aquel cigarro abandonó la boca de labios carnosos la besó con desesperación, aquella desesperación que llevaba acumulada en el tiempo que sólo conocía chicas estúpidas y vanidosas. La idea de que al fin encontraba a esa chica lo volvió loco.
Él definitivamente era poco común.