Él se quedó parado donde estaba, con una mano en su mejilla izquierda.
No entendía por qué esa chica lo había abofeteado.
Pero a la hora de salida no fue a reclamarle.
La divisó entre la muchedumbre y fue hacia ella.
Colocó un papel en su mano y se la cerró.
Él era poco común. O tal vez la entendía mejor que nadie.