𝓜𝓲𝓽𝓼𝓾𝔂𝓪 𝓣𝓪𝓴𝓪𝓼𝓱𝓲

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• TODOS LOS PERSONAJES SON MAYORES DE EDAD.

• SI NO TE GUSTA ESTE TIPO DE CONTENIDO, TE INVITO A QUE NO LO LEAS

•DISCULPEN LAS FALTAS Y ERRORES DE ORTOGRAFÍA.


El salón estaba ruidoso, todos se pasaban papeles, hablaban de tareas y de la próxima entrega final. Tú tratabas de concentrarte en tus apuntes, inclinada sobre la libreta, cuando la puerta se abrió y entró Mitsuya. Llevaba el uniforme impecable, la corbata bien ajustada y un suéter delgado colgando de un brazo. El simple hecho de verlo entrar bastó para que varias cabezas se giraran hacia él.

—¡Mitsuya, ven, siéntate con nosotras! —gritó una de las chicas desde la primera fila, agitando la mano con entusiasmo.
—¿Ya terminaste los bocetos? Enséñamelos, quiero verlos —dijo otra, levantándose medio de su asiento con una sonrisa ansiosa.

Las voces se sobrepusieron entre sí, como un coro desordenado de atenciones. Él, sin embargo, solo inclinó un poco la cabeza con esa sonrisa educada que parecía darles a todas por igual. Aun así, no se detuvo ni un segundo. Sus pasos fueron directos, seguros, hasta detenerse frente a ti.

—Trajiste el suéter equivocado. —Dejó el suyo doblado sobre tu mesa.

Lo miraste confundida, parpadeando.
—¿Eh? Este es tuyo.

—Lo sé —respondió sin darle importancia, cruzando los brazos—, pero vas a usarlo. Estás temblando desde hace rato.

Te quedaste en silencio, sorprendida por lo natural que lo decía, como si cuidarte fuera parte de su día. Antes de que pudieras replicar, él tomó el suéter y lo acomodó sobre tus hombros. El murmullo en el salón bajó de golpe, como si todos contuvieran la respiración. Mitsuya se inclinó un poco más, abrochando el botón superior en tu cuello con la misma calma, sus dedos rozándote la piel apenas un instante.

—Listo. Ahora sí.

Se enderezó, satisfecho, sin notar o sin darle importancia a las miradas clavadas sobre ustedes.

El salón entero se quedó en silencio unos segundos, como si el aire se hubiese detenido. Todas las miradas estaban fijas en la misma dirección: en ti y en Mitsuya. Él, sin embargo, parecía completamente ajeno a ese murmullo invisible de expectativas y envidia. Con gesto tranquilo, se inclinó hacia ti, su mano alcanzando el borde del suéter. Sus dedos rozaron suavemente tu piel cuando abrochó el botón superior en tu cuello, con una naturalidad tan íntima que dio la impresión de que nadie más existía alrededor.

—Listo. Ahora sí. —dijo con una sonrisa breve, acomodando el pliegue con delicadeza.

Hubo un par de suspiros entre las filas. Una de las chicas, con voz apenas audible, murmuró:
—Siempre tan atento…

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⏰ Última actualización: Sep 15 ⏰

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𝐎𝐧𝐞-𝐒𝐡𝐨𝐭 𝐝𝐞 𝐓𝐨𝐤𝐲𝐨 𝐑𝐞𝐯𝐞𝐧𝐠𝐞𝐫𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora