No todo es color de rosas.

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Natsu.

—Soy Gray; el quarterback y capitán del equipo. —se presentó Gray a los chicos que de ahora en adelante nos acompañarían en los partidos. 

—Yo soy Natsu; el running back y dirijo yo cuando Gray no está o cuando tiene una cita con el dentista. —me presenté y ellos rieron mientras Gray sólo bufó molesto.

—Era un problema de caries pero ya está todo bien. —se defendió inútilmente el pelinegro y los nuevos volvieron a reír.

Seguimos presentándonos en dirección y al cabo los minutos nos fuimos a nuestras clases que estaban por comenzar. A la hora del entrenamiento diario por parte de Gildarts planeamos tácticas para ganar el torneo de fútbol entre preparatorias que empezaría en una semana con las competencias y nos repartimos los nuevos horarios que sólo venían a afectar mi relación con Zeref mientras durara el torneo.

—Les daré los días hasta el primer partido para que descansen, no quiero que estén todos cansados el día del partido. Pero prepárense, no quiero que se hagan unos holgazanes. —y Gildarts, sin darse cuenta hizo música para mis oídos. Más tiempo con Zeref era lo que necesitaba y deseaba.

Seguimos las clases con su normalidad y a la hora de la salida tomé un autobús hasta a el preescolar de Zeref. Cuando llegué, rápidamente fui atendido por la recepcionista y me sonrió en saludo, esto ya era una rutina.

—Hola, vengo por Zeref. —contesté a la señora lo que ya era obvio y ella buscó el nombre de mi hijo en su computadora.

—¿Natsu Dragneel? —preguntó ella siguiendo mi rutina y yo asentí, después de eso ella llamó a Zeref por un micrófono y a los segundos vi correr a mi hijo por el pasillo con una de sus maestras siguiéndolo como veinte metros detrás de él.

—¡Papá! —grito Zeref y cuándo llegó hasta a mi, se lanzo para abrazarme. Claro que correspondí al instante.

—Vamos, te tengo que llevar a casa. —le respondí y él tomo mi mano para empezar a caminar rumbo a casa.

En el camino le compré a zeref un helado y al cabo de los minutos caminando, llegamos a el edificio en el que vivíamos. Las largas paredes de concreto que bien pudieron ser de una cárcel, las ventanas negras de acero que eran más bien color ocre de lo oxidadas que estaban, la enorme puerta café que daba a la recepción del edificio y el portero regordete leyendo el periódico sentado a lado de la puerta formaban el edificio en el que vivíamos desde hace catorce años. Hogar dulce hogar.

Subimos hasta nuestro departamento que se localizaba en el noveno piso y al llegar, mi padre Igneel estaba viendo el mismo periódico de esta mañana sentado en su sillón individual frente al televisor. Esta era su rutina diaria, nunca fallaba.

—Justo a tiempo. —nos saludó mi padre con una sonrisa y Zeref sonrió.

—Lo siento hijo, pero debo ir a mi trabajo, así que quédate con Igneel y no hagan nada malo. Zeref, te encargo a tu abuelo. —dije y salí del departamento para volver a regresar por donde minutos antes había llegado.

Caminé a mi trabajo de medio tiempo que estaba a dos cuadras del edificio; un trabajo de mesero en un restaurante era lo que mantenía a Zeref. Era todo lo que yo podía ofrecerle. 

—Natsu, ponte tu uniforme de trabajo. —me ordenó mi jefa Mirajane en cuanto me vio llegar al local. Caminé hasta a la cocina donde me quité mi sudadera del equipo de fútbol y encima de mi playera blanca me puse el chaleco negro que formaba parte del uniforme. Ya listo volví a salir hacia la barra de ordenes del restaurante donde esperaba junto a los otros meseros una mesa que atender—. Natsu, lleva esto a la mesa 7. —me volvió a ordenar Mira y me entregó un simple plato de pasta que llevé hasta la mesa 7 que era ocupada por una linda chica de mi edad. ¿Qué hacía una chica linda comiendo sola en un restaurante? Probablemente sea obvio que comiendo ¿pero una linda chica, sola? Esto era más inusual en Magnolia que los dieces en la boleta de Gray.

—Esperó le guste el platillo. —pronuncié con formalismo dejando el platillo frente a ella y cuando estaba a punto de irme de ahí, la voz de la chica interrumpe mis planes de una manera considerable:

—En realidad te estaba esperando a ti. —pronunció con lo que era una voz profunda y refinada y con una mano me indicó que me sentara frente a ella. Levante mi mirada de suplica hacia la barra de ordenes y vi que Mirajane, quien estaba dando ordenes a los otros meseros se encontró con mi mirada y me guiñó un ojo en aprobación, con esa simple acción ya tenía el permiso suficiente para charlar con la chica. Era esto o trabajar. Como todo buen trabajador me senté frente a la linda desconocida y espere a que ella hablara primero—. Natsu ¿cierto? —me pregunto ella y yo asentí algo confundido por no decir que asustado.

—¿De dónde me conoces? —le pregunte cohibido, ya que ninguna cliente me había pedido hasta el momento de una manera cortes que me sentara con ella, pero más de una se había puesto a coquetearme o inclusive invitado a su cama, pero ninguna a sentarme con ella a platicar, y mucho menos de una forma tan decente.

—Eres guapo. —vaciló y eso me cabreó. Me molestaba que le dieran muchas vueltas al asunto.

—¿De dónde me conoces? —volví a preguntar, pero esta vez de una manera más seria e intimidante.

—Iré al grano. Contraté a un detective para que te investigara a ti y a todos tus familiares o seres cercanos porque...

—¿Con qué objetivo? Y ¿quién eres? —le interrumpí. ¿Alguien que te vigile? ¿Eso es legal?

—Qué irrespetuosa, no me he presentado. Soy Lucy Heartfilia y yo soy la madre de Zeref. —y esas eran las palabras que más miedo me daba de escuchar. Temía que la madre de Zeref lo encontrara, nunca me imagine que ella volvería porque para ser realistas no esperaba su existencia aunque sabía que los niños no llovían del cielo. 

Siempre me pregunté: ¿cómo sería ella? ¿Cómo llegaría? o ¿cómo se comportaría Zeref? ¿A qué edad lo sabría? Y muchas otras preguntas eran las que yo me formulaba a medida de que él iba creciendo pero ahora estaba el verdadero problema frente a mi. El problema venía vestido de dinero y pintaba una cara de autodeterminación. Lo más probable era que quisiera quitarme a mi hijo y yo no estaba dispuesto a dejarlo ir. 

A parte de que no podía.         


Un Papá Con...16? [NaLu]. Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora