Día 12.
Querido amigo:
Lo malo de un ilusionista es que sólo lo vez en tu mente, pero después de un rato se desvanece.
No tengo ni la más mínima idea de cómo empezar esto, no sé de qué te hablaré hoy, de echo creo que sólo escribiré para matar el tiempo, no tengo un tema en especial, para ser realista nunca, lo tengo después de un rato mis palabras fluyen de manera natural, pero hoy me siento más bien forzada, toda mi inspiración al escribir se ha ido, no siento placer o emoción al escribirte, me siento sin ganas de nada, ahora mismo me encuentro sentada en el sofá con los pies recargados sobre el respaldo, no es muy cómoda ésta posición, pero al menos me siento relajada, llevo aún puesto el uniforme deportivo de la escuela, y un croptop en color gris con un estampado en letras blancas. Me encuentro escuchando I'm not the only one de Sam Smith me hace sentir nostálgica, ya tenía ochocientas cuarenta horas que no me sentía así, supongo que te preguntarás ¿por qué? La respuesta es muy simple, estuve en un maravilloso sueño, pero como todos los sueños maravillosos éste tuvo que terminar, por segunda vez en mi vida no quería despertar, me sentía tan completa, desafortunadamente sólo se quedará en mis recuerdos.
Extraordinariamente ésta vez no fue una pesadilla, ya sabes, una de tantas, fue maravilloso, en éste sueño yo era feliz, lo sentí tan real que apenas si puedo recordar esa sensación de tener mariposas en el estómago, ya sé, ya sé, yo hablando de mariposas en el estómago suena casi absurdo e imposible, pero ahora lo creo, no, ahora lo siento, y no me avergüenza decirlo.
Conocí a alguien que me hizo sentir así, un ser extraordinariamente maravilloso, es un mago, ya sé estarás escéptico, seguro al igual que yo estarás incrédulo, pero déjame decirte que es real, la magia es real, siempre he creído en eso, pero tal y como dice el dicho "Ver para creer" y yo vi, si tan sólo hubieses estado ahí, seguro quedabas igual de atónito que yo.
Me gustaría poner su nombre, pero sabes que yo no pongo nombres reales, así que será mí pequeño card worker, lo sé, amo el nombre que le he dado, es tan él, que se me dificulta no sonreír al recordarlo, me siento tan emocionada al escribirte de él, que casi puedo jurar que el corazón se me saldrá del pecho.
Mi Card worker tiene la mirada más cautivadora del universo, sus ojos son del tamaño perfecto, no son los más grandes, pero tampoco son los más pequeños, tienen un color café almendrado que nadie más tiene, además de todo tiene un lunar que nadie más notaría, sólo alguien que le mire de verdad, algo que me fascinó por completo fue esa pupila tan perfecta, ¿Sabes? Con el sol se le hace diminuta, pero cuando hay poca luz se le agranda notoriamente, sus perfectas pestañas son risadas, pero no es un rizo exagerado, su cabello tiene pequeños rulos casi a la altura de la frente, tiene los labios más suaves de la vida, pero sobre todo tiene el mejor olor que nadie más podría ser capaz de igualar, su piel es la más resplandeciente de todas las pieles que he visto, algo que jamás podría olvidar es su dulce mirar, ese mirar tan profundo, te aseguro que él no sólo mira, el analiza todo a su alrededor.
Con la simplicidad de mis palabras puedo decir que su mirada es lo más maravilloso y auténtico que haya podido ver, me gusta verle sonreír, su sonrisa es tan espectacular, me siento dichosa el sólo decir que pude verle sonreír.
Podría pasar horas recorriendo su cuerpo con mi mirar, pero dudo que en algún momento termine mi recorrido, ya que en él habitan más de mil maravillas, y yo jamás querría terminar de admirarlas todas.
Lo conocí en una tarde de Julio, él estaba parado junto al Check Out y yo junto a un joven llamado Ulises, de él si pondré el nombre pues no tiene significado alguno en mi vida, y probablemente jamás lo vuelva a ver, ese día recuerdo que me tocaba estar de sombra, pues era el primer día de trabajo y yo no tenía ni la menor idea de que hacer, así que para aprender mejor estuve con él toda la tarde, él estaba ahí, parado, con ese mirar tan cautivador, saludó a mi compañero de trabajo pero graciosamente él lo ignoró, en ese momento tuve la impresión de que sólo lo hizo para tener mi atención pero yo astutamente se la negué, tenía la idea de que si yo seguía ignorándole él en algún momento se cansaría y habría hecho alguna cosa para hablarme, y así pasaron los días, no muchos claro está, estuve de sombra al menos por unos cuatro días, llegó un momento en el que por fin pude hablarle, la verdad no recuerdo que le dije, pero llegó un momento en el que le pedí su número de celular, en ese momento supe que caí en mi propia trampa, el plan era que él me lo pidiera, pero como no fue así y yo no estaba dispuesta a esperar me arriesgué pedírselo yo misma, en ese momento hizo una mirada de asombro, pues no esperaba que yo se lo pidiera. Poco después le envíe un mensaje, no hablábamos mucho por ese medio, a medida de que pasaba el tiempo yo notaba que él tenía una personalidad atrayente, no sólo para mí, sino para el resto de las mujeres que en ese lugar trabajaban, eso de cierto modo me desanimaba, pero como siempre, no me ilusiono con alguien que está demasiado lejos de mí, así que lo dejé pasar, pero él seguía con ese insistente mirar que yo no podía resistir, en una ocasión me envió algunas preguntas, no quería responderlas, se me hacía un poco absurdo, así que le dije, ¿Por qué no me preguntas en persona si me gustas? Él se quedó tan desconcertado por mi seguridad al decirle esas palabras que en ese momento no supo que decir, al día siguiente cuando él estaba ubicado en su área de trabajo, me acerqué a preguntarle algo, él respondió normal y con toda naturalidad me preguntó ¿Te gusto? No supe que hacer, no imaginaba que fuese a preguntármelo así, de la nada, parecía tan tímido, no supe hacer otra cosa que enrojecer mi rostro, él me miró he hizo una pequeña burla, le dije no me mires, pero él seguía mirándome, le respondí que sí, y luego me fui.
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Cartas que nunca leerás
Teen FictionInexistente. • Para cuando leas ésto habrán pasado horas, tal vez días, inclusive años, o quizá, nunca leas ésto. • •Así como mis cartas desparecían por horas, días, e inclusive meses, él también lo hacía, y así, en la distancia, yo lo quería.• •De...