Día 19.

378 14 0
                                    


Día 19.

Querido amigo:

"Sufría de un extraño sentimiento que me llenaba de indecisión. Unos días decidía no hablarle más, sólo dejarle ir; y otros, sólo moría por verlo, necesitaba estar junto a él. Creo que estaba enamorada, creo que aún padezco de amor"

(Edwin Vergara)

Ya hace bastante desde que hablamos por última vez. Quizás no lo habías notado, las cosas han cambiado mucho, no sé si para bien o tal vez, para mal.

Hoy, hoy no tengo ganas de escribir, se me han acabado las palabras y mis ganas de vivir se esfumaron cuando dije adiós. Le dije adiós al amor, a la felicidad, preferí el saber que el querer. Siempre he sido así, prefiero una larga página que una tierna mirada, mis libros siempre serán primero que nada, y que todo, pero ni ellos pueden sofocar mi malestar emocional.

¿Qué haces cuándo en lugar de avanzar estás retrocediendo?

Siento que mi andar ya no tiene palpitar, ya no tiene razón de ser, ando de aquí allá por las calles de ésta enorme ciudad sin tener lugar a donde ir, no tengo a quien cuidar, no tengo a quién amar.
Ya no tengo nada; realmente nunca tuve nada.
Avanzo sin saber para dónde ir.
Se me acaban las palabras, ya no puedo escribir, ya no sé qué decir. Me recuesto en la cama, mirando las cuatro paredes a mí alrededor, antes parecían tan diminutas, me hacían asfixiar, y ahora tengo demasiado espacio, y me aterra, tengo miedo, sálvame por favor, sálvame que me voy a morir.

¡Rescatarme que no voy a vivir!

Las noches se han vuelto insoportables, los insomnios más pesados, y los recuerdos más tardados, ya no puedo más. Amigo, por favor. Tengo un bloqueo textual.

Me aterra la idea de que sus labios besen otros labios, que sus ojos miren otros ojos, unos más bellos, más expresivos, más intensos, que sus manos acaricien otras, que se puedan entrelazar de forma natural en otras manos... Tengo miedo, temo que su corazón se encuentre con otro corazón, que se enamore de uno más tenaz, más audaz, más vivo, más completo, más puro, de un corazón sin sufrimiento, de uno que sepa amar sin pausas y sin miedos.

Me asusta que pueda estar con alguien más como quisiera que estuviese conmigo; siempre he vivido con miedo de ser, sabido que yo soy y nunca dejaré de ser.

Mi dulce y querido amigo, un vez más me acompañas en éste largo y tedioso insomnio, tal vez no en cuerpo, pero sí en alma, en pensamientos, en sentimientos pero sobre todo, en mi corazón, éste pequeño y destrozado corazón que ahora sólo te pertenece a ti.

No hay, ni habrá lugar para nadie más en él, porque tú sin quererlo, ni esperarlo, sin desearlo o pedirlo entraste en él, le pusiste tu nombre y tu huella, entraste y te niegas a salir, tampoco es como que quiera que te vayas.

Vaya que hay incontables cosas que contarte, pero no me siento lista para hacerlo, y no porque no te tenga confianza, ya que es todo lo contrario, pero prefiero esperar a que mi corazón siga sanando, sabes bien que eso lleva tiempo, no es como escribir cartas, esas sí que son fáciles y más porque son sólo para ti.

¿Alguna vez te ha pasado por la cabeza el responder alguna? No importa que no sepas quién soy, o que no puedas enviarlas, pero el hecho del desahogo ya es bastante grande, y ayuda a sanar las heridas del corazón, a sustituir las partes faltantes del alma.

Pero vamos, tú y yo nos complementamos, somos distintos pero, en el fondo tenemos sentimientos mutuos, tú me das la parte faltante, esa que yo no te puedo dar. Sólo tú eres capaz de comprender mi oscuro pero inhumano corazón, sólo tú puedes disipar mis pasajeros oscuros, sólo tú puedes sanar las heridas, esas que ni yo puedo alcanzar.

Y yo, por el otro lado soy la única que te ve como en realidad eres, soy la única que puede comprender y apaciguar a los mil y un demonios en tu cabeza, yo y sólo yo, puedo hacerte sentir eso que nadie más puede ni podrá. Somos almas gemelas en infiernos paralelos. Pero vemos un mismo cielo, dentro de todo éste mal, aún vemos un cielo negro azulado, uno lleno de estrellas, aún pedimos que *apaguen las luces y enciendan las estrellas.*

Hasta pronto.

Tu siempre amiga... La Srta. Elfen Goldsmith

-

Cartas que nunca leerásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora