Día 8.

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Día 8.

Querido amigo:

Nos pasamos la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida.

Es justo así como vivo día a día, a lo largo de mi existencia he vivido con la esperanza de que seré feliz, pero no me he percatado de que la felicidad no es algo que llega, sino algo que tú mismo te fabricas.

Ya han pasado demasiados días desde que decidí escribir el inicio, lo escribí en marzo 16, y hoy es abril 30, son exactamente las doce con treinta y cinco minutos y cincuenta y nueve segundos, nuevamente me encuentro a mitad de la noche escribiendo para ti, no es nada extraño, las palabras siempre me llegan de ésta forma, cuando todo está en silencio, por la ventana puedo observar la sombra de un gran y viejo árbol.

Me encuentro con los pies descalzos a mita de éste patio que al mismo tiempo parece inmenso cuando estás a solas con tu melancolía, puedo oír las turbinas de los aviones que se deslizan por el negro azulado del cielo, el suelo está frío, un frío que quema, el ambiente está congelado, puedo ver mi aliento en el espacio que me rodea, sobre mí el cielo está despejado, pero alrededor está repleto por nubes, son tan bellas, no son blancas, ésta vez son color gris rojizo, el cielo se ve de una forma tan familiar, es un cielo como el que hubo en las épocas de guerra, no viví en ese tiempo, pero imagino como podría ser.

No hay estrellas, o quizás no las podremos ver, a veces imagino que ellas se esconden para que nos tomemos el tiempo de recordarlas, de apreciarlas cuando no están, la complejidad del universo me apasiona tanto, desearía poder ser una estrella, o una nube, una de esas que se desvanecen con el tiempo, de esas nubes que pueden llorar sin importar quién las mire, ser una nube y poder ser libre, tan libre como lo es un pajarillo.

Sé que si desapareciera mi esencia no la notarían, lo que notarían sería mi ausencia.

Mi época después del jardín de niños es de cierta forma más extensa, pero no por los años, sino por las experiencias, una experiencia aprendida es una lagrima derramada.

Lo dividiré en tres o más secciones, quisiera que estuviese relatado de la forma más profunda, tan finamente definido que al leer, tú puedas sin ningún problema, transportarte a dichos acontecimientos.

No recuerdo el primer día, quizás no fue tan malo, ya que siempre por alguna razón complicada recuerdo todo lo malo que me pasa, nunca lo bueno, supongo que a todos nos pasa igual, o sólo a las personas a las que les gusta auto-flagelarse.

Los días que más recuerdo son en los que me veo allí, sentada en aquella banca azul en medio del salón de clases, me encuentro en total soledad, me siento afligida, puedo verme y no soy exactamente feliz, no tengo amigas ni amigos de mi edad, me gusta mucho acudir a clases, ya que aquí es el único lugar en el que puedo estar cerca de ella, su nombre es Guadalupe, de ella si pondré el nombre real, ya que hace décadas que no la veo, yo la llamaba <<Maestra Lupita>> era mi adoración, me dio clases en primero, segundo y mitades del tercer grado, me hacía compañía cuando nadie más quería estar conmigo, la recuerdo tanto porque fue mi única amiga, bueno, ella solía escucharme, ahora que lo medito un poco creo que lo hacía por obligación después de todo no había nadie más a mi lado, espero que haya sido por gusto y que ella me recuerde, en ésta época mis padres solían discutir mucho, tanto que me asustaba, aún lo hace, me cuesta escribir de ellos en forma de pareja, creo que nunca lo fueron, mi padre era un hombre muy agresivo, y mi madre apenas una niña, se casaron cuando aún eran muy jóvenes. Dudo que haya sido por amor, ¿A esa edad que pueden saber ellos sobre el amor? Después de veinte años no lo saben.

Mi madre se casó con mi padre a causa del infierno que vivía con mi abuela, y porque yo inesperadamente llegué al mundo, fue su segundo amor, pero el primer hombre de su vida.

Mi abuela es una mujer enferma, sus problemas van desde lo mental hasta lo físico, ella padece de los nervios, y otras cosas que no recuerdo, también se fue muy joven, a los quince años, se casó por la iglesia, por la misma razón por la que mi madre lo hizo, por el infierno que vivía con mi bisabuela, al parecer la escapatoria de muchas adolescentes hoy en día es el matrimonio, justo como lo era años atrás.

Ella está obsesionada con la religión, para todo usa el término "DIOS" cree que eso la va a salvar del infierno, lo que ella no ve es que ya estamos en él.

Mi bisabuela también padece enfermedades mentales, las hermanas de mi mamá solían narrarme sus experiencias de niñas, son tan tristes, las mías son nada si las comparamos con las suyas.

Mi padre es uno de los hijos del medio de diez hermanos, su padre los abandonó cuando él era muy niño, mi abuela, que era una gran mujer murió a causa del cáncer cervicouterino cuando yo tenía menos de seis años, me entristece porque ambos buscaron refugio, uno en el otro, pero arruinaron sus vidas, debieron vivir más, experimentar y conocer a más personas, quizás así, su vida habría sido diferente y yo no existiría, desgraciadamente sus malas decisiones terminaron afectándome y a mí pequeño hermano.

Por hoy es todo.


Hasta pronto...

Tú siempre amiga... La Srta. Elfen Goldsmith

Cartas que nunca leerásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora